El periodista José Naranjo lleva años tomándole el pulso al África occidental. A sus guerras, a su pobreza, a sus emigrantes y, también, a todo el potencial que tienen las nuevas tecnologías. “Las tecnologías de la información y la comunicación están cambiando la vida cotidiana de millones de africanos, ya sea para combatir la malaria, para mejorar los cultivos o para efectuar pagos con un simple teléfono móvil”, asegura.
No faltan los grandes contrastes digitales en todo el continente. Por ejemplo, de todos los usuarios de internet del mundo, solo el 11% son africanos. Y sin embargo, el África subsahariana es la región donde mayor penetración de telefonía móvil ha habido en los últimos cinco años, alcanzando los 330 millones de suscriptores únicos, según datos de GSMA, la asociación de operadores móviles y empresas que desarrollan el sistema GSM.
“El impacto de la tecnología en la región es inconmensurable. La telefonía móvil, por ejemplo, soluciona problemas cotidianos, pero también ha derribado a dictadores”, dice Naranjo, que lleva desde 2011 residiendo en Dakar (Senegal) y cubre para el diario ‘El País’ toda la zona del África Occidental, aparte de colaborar habitualmente en medios como ‘Mundo Negro’, ‘Radio Nacional’ o el diario canario ‘La Provincia’.
Naranjo ha obtenido recientemente el I Premio Saliou Traoré al mejor periodismo en español sobre África y es autor de libros como ‘Los invisibles de Kolda’ (Península), ‘Cayucos’ (Debate) y ‘El río que desafía al desierto y otras crónicas africanas’, (Ed. Azulia), que acaba de ponerse a la venta.
– En una de las crónicas de su último libro habla sobre Lagos y el desarrollo de aplicaciones para resolver problemas cotidianos. ¿Cuáles son las más destacadas?
Lagos es una ciudad-país, un ente gigantesco lleno de desafíos comprensibles, como la movilidad urbana, la pobreza o la gestión de residuos. Y con un potencial creativo explosivo: es la capital de la industria cinematográfica Nollywood, una de las más productivas del mundo. En Lagos todo está ligado con las nuevas tecnologías.
Un ejemplo: el sistema público de salud está colapsado, es caro y a veces puedes estar meses para una simple revisión; por otro lado, hay miles de médicos que se buscan la vida en el sector privado, pero no tienen capacidad económica para abrir una consulta. Pues bien, unos jóvenes han creado una aplicación que pone en contacto a esos doctores con los pacientes y les facilita las citas en unas salas de consulta de la empresa que alquilan por horas. Fácil, rápido y eficaz. Todos ganan.
– Otra aplicación que también parece triunfar es la del pago a través de medios digitales. ¿En qué consiste?
El pago móvil o Mobile Money es otra de las revoluciones en curso en África. Dos de las características de algunas de las sociedades africanas, sobre todo en el ámbito rural, es que están poco bancarizadas y que los miembros de las familias se mueven mucho, ya sea dentro de las fronteras o cruzando países.
¿Cómo resolver, con bajo coste, los envíos de dinero? ¿Cómo mantener el vínculo económico? Los sistemas de envío de dinero y pago móvil están muy desarrollados en África. Hace 20 o 30 años, los locutorios de mauritanos de Las Palmas de Gran Canaria ya permitían enviar o recibir dinero sin pago de comisión ni ‘mandangas’. La creatividad africana ligada a la tecnología es la bomba.
– También se está avanzando en el control de los poderes públicos por parte de la sociedad civil gracias al trabajo de distintas plataformas online. ¿Cuáles son sus mayores logros?
En los últimos 20 años han surgido iniciativas en este sentido por todo el continente, desde Ushaidi en Kenia hasta #CIV2010 en Costa de Marfil. La experiencia que conozco mejor fue Sunu2012 en Senegal, una plataforma de monitoreo y control de las elecciones presidenciales que impidió, y créeme si te digo esto, que el presidente saliente llevara a cabo un fraude electoral para adjudicarse la victoria. Bastó medio centenar de jóvenes con ordenadores y teléfonos móviles, una plataforma en Google y la difusión de radios y webs privadas para conseguirlo. Los chicos se distribuyeron por los principales colegios electorales e hicieron fotografías de las actas con sus móviles, que enviaban a una central en Dakar que compilaba los datos. A las tres horas del cierre de colegios ya estaban dando unos resultados provisionales muy próximos a lo que finalmente ocurrió.
– ¿Qué tipo de móviles triunfan?
Cuando me instalé en Dakar en 2011 conocí mucha gente que aún tenia los Nokia y Samsung antiguos, sin internet. Desde entonces ha habido una auténtica revolución. Los smartphones se venden, reparan, intercambian, piratean y modifican en las calles de las principales ciudades. No sabría decir marcas concretas, pero veo mucho Huawei y cosas chinas y mucho smartphone más barato que en Europa. Luego hay de todo, claro, pero en la calle hay una gran actividad.
– No deja de ser curioso que frente al gran avance de la telefonía móvil, solo el 35 % de los africanos usa internet, el continente con la cifra más baja ¿A qué se debe esta desproporción?
No soy muy de cifras, más de impresiones. Podría deberse a que estamos asistiendo a un gran cambio. Las africanas son sociedades en plena transformación en las que aún hay un gran componente rural.
Muchas veces se destaca que la mitad de la población del continente será urbana en equis años, una evolución brutal, pero al mismo tiempo eso significa que más de la mitad sigue viviendo en el campo. Y allí las cosas son muy diferentes. Si hay problemas en el acceso al agua, ni te cuento a la electricidad o a internet. Otra explicación podría ser que esa cifra haga referencia a conexiones fijas. Es cierto que muchas casas no tienen internet, pero todos los jóvenes lo llevan encima, al menos en las ciudades.
– También se están usando las nuevas tecnologías para combatir las grandes epidemias. Como la modificación genética de mosquitos, esterilizándolos, para vencer la malaria. Se puso en práctica el pasado mes de julio en un pueblo de Burkina Faso. ¿Ha dado buenos resultados?
El uso de la modificación genética en mosquitos para combatir la malaria en África está apenas dando sus primeros pasos. Lo que ocurrió recientemente en Burkina Faso es que se liberó una población de mosquitos modificados a modo de prueba, para comprobar su área de expansión, mortalidad, etcétera. Estos eran estériles, así que la modificación genética no se transmitió. Hay que recordar que la malaria mata a millones de personas cada año, sobre todo niños y sobre todo en África.
Las soluciones tradicionales, como las mosquiteras impregnadas, funcionan hasta cierto punto y está el problema de la adaptación del insecto a la toxina, se hacen resistentes. Por eso hay tanto interés con estas nuevas vías. Ahora bien, también hay críticas. Colectivos ambientalistas se muestran disconformes y apuntan a los riesgos de una tecnología, la gene drive, que debe contar con todas las garantías para su utilización. Es un debate interesante.
– Por lo que se ha publicado, también parece que hubo ciertos problemas con la brecha idiomática, más allá de la genética.
Sí, eso fue muy curioso. Hablé con una científica social que me contaba que una de sus prioridades es explicar bien a la gente lo que están haciendo para disipar los temores. Pero claro, el lenguaje de la ciencia es el inglés o el francés en todo caso y allí no los hablan. En este pueblo en concreto hablan dioula. Me decía esta científica que chocaban con cuestiones, por ejemplo, cómo decir gen en dioula. Al final reunían a la comunidad y buscaban en su idioma. Lo resolvieron con una palabra que significa algo así como “el parecido entre un padre y un hijo”.
– ¿Cómo pueden ayudar las nuevas tecnologías a combatir el drama de la emigración?
La emigración es la búsqueda de soluciones a problemas concretos, a la falta de horizontes y expectativas de los jóvenes. Se convierte en drama en el momento en que Europa blinda sus fronteras y usa la violencia para reprimir un fenómeno natural, subcontratando a los países del sur como gendarmes. La emigración es dura porque supone la separación de familias, pero desde una perspectiva global es muy sana, equilibra los recursos.
Respecto a las nuevas tecnologías, hay una experiencia que se está intentando aplicar que es la identificación de las víctimas por ADN, un trabajo ingente de investigación y toma de muestras que va a permitir a las familias tener la certeza de que su hijo, hermano o padre ha muerto. Para ellos es un alivio. Las redes sociales también son aliadas en la búsqueda de desaparecidos, por ejemplo.
– ¿La brecha digital es también de género?
En la mayoría de países de África la escolaridad de niñas sigue siendo inferior a la de niños. Esto tiene que ver con prácticas como el matrimonio precoz o la existencia de embarazos adolescentes. Una chica que no ha podido ni terminar sus estudios primarios va a tener mucho más difícil el acceso a las nuevas tecnologías. Afortunadamente, esto está cambiando en muchos países y se está combatiendo la no escolarización de las niñas.
– ¿En qué países de África se está apostando más para introducir las TIC en la educación?
África es enorme, pero hasta donde yo sé países como Kenia, Sudáfrica, Marruecos o Ghana están implementando medidas para introducir las TIC de manera decisiva en sus sistemas educativos. El problema es la falta de medios. Sigue habiendo países desarrollados para el contexto africano donde los maestros apenas ganan para vivir, dan clases en abrigos provisionales y en sus aulas hay 70 u 80 niños. La educación de calidad es un auténtico reto.
– Hablemos, por último, de la otra brecha digital: las minas de coltán y otros minerales fundamentales para la telefonía móvil. ¿Cómo afecta a la economía de ciertos países?
Las minas de coltán se encuentran sobre todo en la República Democrática del Congo, desde donde se exporta vía Ruanda al mundo. Es un escándalo que decenas de grupos armados, detrás de los que se encuentran poderosos personajes con la complicidad de intermediarios y grandes empresas, mantengan al noreste de la RDC en la inestabilidad y la guerra permanente, en buena medida, para poder explotar de manera impune este recurso. La RDC como país obtiene mucho menos coltán de lo que debería, al ser un recurso tan importante para la fabricación de teléfonos móviles y otros aparatos. Por no hablar del trabajo infantil o esclavo. Es un escándalo del que Occidente es culpable por su complicidad.
Fuente: Nobbot
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lunes, 18 de noviembre de 2019
José Naranjo: La telefonía móvil soluciona problemas cotidianos, pero también ha derribado a dictadores
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