martes, 20 de febrero de 2018

Las bibliotecas universitarias están retirando parte de sus libros para proporcionar nuevos espacios para el aprendizaje

¿Una biblioteca sin libros? No del todo, pero a medida que los estudiantes dejan de utilizar las colecciones en favor del material de referencia en línea, las bibliotecas universitarias están expourgando millones de volúmenes no leídos, cuestión que tiene perturbados a aquellos usuarios y estudiosos amantes del formato impreso.

Las bibliotecas están almacenando libros, contratando con revendedores (Amazon) o simplemente reciclándolos. Hay un número cada vez mayor de libros en la nube, y las bibliotecas están cooperando para asegurar que alguna copia impresas quede almacenada por alguna de las bibliotecas con las que cooperan en algún lugar determinado. Sin embargo, eso no gusta a muchos académicos que prácticamente viven en la biblioteca y argumentan que las grandes colecciones de libros impresos disponibles son vitales para la investigación.

“No es del todo cómodo para nadie“, dijo Rick Lugg, director ejecutivo de Servicios de colecciones sostenibles de OCLC, que ayuda a las bibliotecas a analizar sus existencias. “Pero los recursos, ni el espacio son infinitos, y esta es una situación que antes o después hay que afrontar.”

En la Universidad de Indiana de Pennsylvania (IUP), la biblioteca está llena de libros que tienen poco uso. Una monografía polvorienta sobre “Desarrollo Económico en Escocia Victoriana“. Almanaques de Televisión Internacional desde 1978, 1985 y 1986. Por ejemplo, un libro cuyo título es “Finanzas personales“, suena poco relevante, al menos cuando se comprueba su fecha de su publicación: 1961.

Con casi la mitad de la colección de la IUP sin circular durante 20 años o más, los administradores de la universidad decidieron que era el momento de llevar a cabo una limpieza importante. Usando el software del grupo del Sr. Lugg, se les ocurrió una lista inicial de 170.000 libros para ser considerados potencial materia de expurgo.

Charles Cashdollar, profesor emérito de historia, escribió al decano. “Para los humanistas, tirar estos libros es tan devastador como cerrar las puertas del laboratorio, del estudio o una clínica.”

Aunque el expurgo siempre ha estado presente en las bibliotecas, los expertos dicen que el ritmo se está acelerando. Las finanzas son un factor decisivo. Entre el personal, los costos de los servicios públicos y otros gastos, se estima que mantener un libro en la estantería durante un año cuesta 4 dólares de media, según un estudio de 2009. El espacio es otro; las bibliotecas simplemente se están quedando sin espacio. Y, por supuesto, la digitalización de libros y otros materiales impresos ha afectado de manera drástica a la forma que los utilizan las bibliotecas y sus recursos. La circulación ha disminuido a lo largo de los años.

Las bibliotecas dicen que necesitaban evolucionar y hacer un mejor uso de los preciosos bienes raíces del campus. Los estudiantes todavía acuden en masa a la biblioteca; pero la están usando con otros propósitos. A medida que las bibliotecas intentan reinventarse en la era digital, los estantes de libros están dando paso a salas de estudio de grupo y centros de tutoría, a espacios de fabricación “makerspaces” y cafeterías.

“Somos como la sala de estar del campus“, dijo la bibliotecaria de la Universidad Estatal de Oregon Cheryl Middleton, y presidenta de la Asociación de Bibliotecas Universitarias y de Investigación (ACRL). “No somos sólo un almacén.”

Es un cambio radical. Hasta hace poco, el valor de una biblioteca se medía por el tamaño y el alcance de sus colecciones. Algunos académicos todavía lo ven así.

En la Universidad de Syracuse, cientos de profesores y estudiantes se opusieron a un plan para enviar libros a un almacén a cuatro horas de distancia. La universidad terminó construyendo su propio almacén para 1,2 millones de libros cerca del campus.

En IUP, una universidad estatal a 60 millas de Pittsburgh, los profesores reaccionaron con alarma después de que los bibliotecarios anunciaron un plan para descartar hasta un tercio de los libros de la colección.

El Sr. Cashdollar argumentó que la circulación es un indicador pobre del valor de un libro, ya que los libros son consultados frecuentemente, pero no revisados. “El adelgazamiento sustancial de la colección impresa de una biblioteca también hace caso omiso al papel que juega la serendipia en la investigación – buscar un libro en las estanterías y tropezrse con otro -, lo que lleva a una nueva perspectiva o enfoque“, dice Cashdollar y otros críticos.

“Tirar a la basura tantos libros no es una estrategia“, dijo Alan Baumler, profesor de historia de la IUP. “Dicen que quieren más áreas de estudio, pero me cuesta creer que no haya otro lugar para que los estudiantes estudien“.

La biblioteca argumenta que se trata más de una gestión sostenible y responsable de los recursos del estado que de un esfuerzo para liberar espacio. Las bibliotecas dicen que el objetivo es hacer que sus propias colecciones sean más relevantes para los usuarios, al mismo tiempo que se asegura de que los materiales descartados no se pierdan en la historia. Por otra parte, existe un gran repositorio digital llamado HathiTrust que tiene el compromiso de 50 bibliotecas miembro para dar acceso digital a más de 16 millones de volúmenes impresos. Otros 6 millones han sido conservados por el Eastern Academic Scholars’ Trust, un consorcio de 60 bibliotecas de Maine a Florida.

Un comité de profesores de la IUP está revisando lo que Moerland llama secamente la “lista negra” para asegurarse de que las obras importantes permanezcan en los estantes. En el fondo se trata de una lucha entre un concepto tradicional de biblioteca y un concepto nuevo más centrado en los servicios y los usuarios que en las colecciones.

Fuente: Universo Abierto

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