Más allá que el fenómeno tiene pocos años de existencia, sus proyecciones de crecimiento son extraordinarias. En su estudio sobre el actual y futuro estado de la economía colaborativa (disponible en inglés), Niam Yaraghi y Shamika Ravi del Instituto Brookings estiman que dentro de 10 años los cinco sectores más importantes de la EC (préstamos P2P, empleadores en línea, alojamiento P2P, transporte compartido, y vídeos/música en línea) generarán más del 50% de los ingresos mundiales.
A diferencia de los mercados tradicionales, las plataformas digitales de EC se benefician de los bajos costos de coordinación gracias al uso de la tecnología y las redes sociales, así como de nuevos modelos de generación de confianza entre los usuarios y los prestadores de servicios. De esta manera, la economía colaborativa promueve la utilización de bienes infrautilizados y pone el énfasis no ya en la propiedad sino en el uso.
Lo que pueden aprender las ciudades de la economía colaborativa
Una ciudad colaborativa es articulada y co-creada a través de las lógicas de la economía colaborativa que el ciudadano-productor lleva a cabo en un territorio específico. No se puede definir de manera unívoca, ya que hacerlo iría en contra del concepto de colaboración y participación ciudadana.
Además de tomar en cuenta los conceptos clave de la EC – el intercambio y la colaboración – una ciudad colaborativa también conecta a los ciudadanos con el proceso de toma de decisiones en todas las cuestiones de asuntos públicos, reconoce el derecho de la sociedad a contribuir y compartir, y facilita el intercambio de aprendizajes y competencias para la construcción de una visión colectiva de ciudad.
Para esto, una ciudad colaborativa debe ofrecerle a sus ciudadanos las herramientas para dicha construcción y transformación conjunta de la comunidad. Por ejemplo, a través de los fab-labs (laboratorios de fabricación) se promueve la creatividad, proporcionando a los individuos herramientas de fabricación digital, de uso libre y responsable, donde el aprendizaje en el uso de las mismas se da entre pares. Se reconoce el derecho de los ciudadanos a compartir, haciendo uso eficiente de los recursos disponibles e infrautilizados.
Como ejemplo, puedes leer aquí sobre los esfuerzos de la Red de Laboratorios de Fabricación Digital-Fab Lab Ecuador para promover la inclusión digital y democratizar el acceso a herramientas de innovación tecnológica para el desarrollo del país.
Sentando las bases para las ciudades colaborativas
El 8 y 9 de junio se realizó en Buenos Aires el Foro Hacia Ciudades Colaborativas, en el que participaron más de 300 personas del sector público, privado, organizaciones de la sociedad civil e instituciones académicas. A lo largo de dos días se realizaron charlas a cargo de representantes de gobiernos, sesiones de trabajo y presentaciones de emprendedores y conferencias internacionales de reconocidos investigadores.
Este Foro se desarrolló en el marco del proyecto “Desarrollo de la Economía Colaborativa en Ciudades” impulsado por el FOMIN/BID y CIPPEC, con el apoyo del IDRC y Ministerio de Producción de Argentina. Este proyecto se implementará de manera piloto en cinco ciudades a través de actividades de concientización y articulación de actores clave del ecosistema emprendedor, de fortalecimiento para la implementación de modelos de Economía Colaborativa y de capacitación para la promoción de un conjunto de proyectos seleccionados por ciudad. Esta iniciativa contribuye a la construcción de redes de conocimiento regionales e internacionales y promueve el fortalecimiento institucional para que el desarrollo urbano incorpore de manera integral estos desafíos.
Fomentando la co-creación para el desarrollo urbano
Ya que en una ciudad colaborativa son los ciudadanos quienes a través de la colaboración y contribución potencian sus capacidades y abordan desafíos que son imposibles de resolver de manera individual, como parte de las actividades del foro se desarrolló un Colaboratón: una factoría de ideas de política pública donde los participantes trabajaron de manera colectiva diversas propuestas para resolver desafíos urbanos.
Cada grupo desarrolló las ideas en tres pasos: 1) plantearon propuestas individualmente y eligieron una a ser desarrollada 2) analizaron la propuesta en función de sus fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas, y 3) desarrollaron los contenidos en cuanto a presupuesto necesario, actores involucrados y fases de implementación. Muchas de las ideas generadas versaron sobre la promoción de un mejor uso de los recursos urbanos. Algunas de las propuestas esbozadas incluyeron:
- Plataforma de gestión pública: para mejorar el vínculo gobierno-ciudadanos, por ejemplo, en torno a temas como el control del espacio público.
- Plataforma de reciclaje alimentario: permite utilizar alimentos que no se consumen, mejorando los circuitos de consumo y la soberanía alimentaria.
- Co-working emprendedor: promoción de espacios de co-creación y de apoyo a emprendedores.
- Red de uso de vacíos urbanos: para utilizar viviendas vacantes y mejorar las condiciones de acceso al suelo de la población más vulnerable.
En conclusión, las ciudades colaborativas promueven una visión holística de los asentamientos urbanos para afrontar problemas de carácter común tales como el cambio climático y la inequidad socio-espacial. Estos espacios otorgan más poder a las personas y aprovechan la inteligencia colectiva y la colaboración para encontrar soluciones a dichos problemas. El desafío es avanzar hacia una visión integral del desarrollo urbano que incorpore y potencie los beneficios de la Economía Colaborativa.
Fuente: BID
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