El programa internacional de desarrollo se refiere por primera vez a la cultura en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en septiembre de 2015 por las Naciones Unidas. La UNESCO ha encomiado este avance, calificándolo de “un reconocimiento sin precedentes”.
La salvaguardia y la promoción de la cultura son dos fines de por sí y, al mismo tiempo, otros tantos medios para contribuir directamente a la consecución de muchos ODS: lograr ciudades seguras y sostenibles, fomentar el crecimiento económico y el trabajo decente, reducir la desigualdad, detener la degradación del medio ambiente, lograr la igualdad de género y promover sociedades pacíficas e inclusivas. Los beneficios indirectos generados por la cultura tienen un efecto acumulativo, gracias a las actividades eficaces con base cultural encaminadas al logro de los ODS.
Los ODS consagran el cambio experimentado por el concepto de desarrollo, que ya ha trascendido la mera noción de crecimiento económico para idear un futuro prometedor basado en la equidad, la inclusión, la paz y la sostenibilidad del medio ambiente. Esta visión audaz exige respuestas creativas que superen los enfoques lineales y sectoriales habitualmente adoptados por la mayoría de los países desde decenios atrás.
Si agrupamos los ODS en torno a los tres pilares fundamentales del desarrollo sostenible –el económico, el social y el medioambiental– nos percatamos de que la cultura y la creatividad desempeñan un papel transversal en todos ellos. A su vez, los aspectos económicos, sociales y medioambientales del desarrollo sostenible contribuyen a salvaguardar el patrimonio cultural y nutrir la creatividad.
El patrimonio cultural –tanto el material como el inmaterial– y la creatividad son recursos que se deben gestionar y proteger cuidadosamente. Los dos pueden ser elementos impulsores y facilitadores de la consecución de los ODS, cuando las soluciones con un enfoque cultural garantizan el éxito de las actividades realizadas para alcanzarlos.
Ciudades inclusivas
La cultura desempeña un papel esencial en el logro del ODS 11, cuya finalidad es “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”. La cuarta meta de este ODS exige “redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo”.
Antes de que ese ODS se incorporara oficialmente en 2015 a la Agenda para el Desarrollo Sostenible, la UNESCO ya se esforzaba por alcanzarlo. En mayo de 2013, la Organización convocó un congreso internacional en Hangzou (China) titulado “Situar la cultura en el centro de las políticas de desarrollo sostenible”. Desde la Declaración de ese congreso hasta las Conclusiones de Hangzhou adoptadas en 2015, siempre se hizo firmemente hincapié en el imperativo de lograr ciudades centradas en las necesidades de la población, y esto se tuvo luego en cuenta a la hora de elaborar la Nueva Agenda Urbana de las Naciones Unidas.
Adoptada oficialmente por todos los países participantes en la Conferencia Hábitat III celebrada en Quito (Ecuador) en octubre de 2016, la Nueva Agenda traza la hoja de ruta para orientar el desarrollo urbano sostenible y transformar las ciudades del mundo en los 20 próximos años. La UNESCO presentó en este evento el informe “Cultura: Futuro Urbano”, que ofrece una panorámica global de la salvaguardia, conservación y gestión del patrimonio urbano, así como de la promoción de las industrias culturales y creativas.
Un ejemplo de esto fue la reconversión de edificios dañados y abandonados en Nablús (Palestina) en beneficio de las comunidades locales. El antiguo caravasar Jan Al-Wakala se transformó en un centro público polivalente para actividades culturales diversas. Este tipo de iniciativas aumenta el bienestar de los habitantes y fortalece la economía local. Además, al involucrar a personas y grupos diferentes en la elaboración de los proyectos urbanos se fomenta la cohesión social, contribuyendo así a la consecución del ODS 17, que aboga por la creación de alianzas entre múltiples partes interesadas para lograr las metas del desarrollo sostenible.
El turismo es un sector económico en rápido crecimiento a nivel nacional, regional e internacional. El turismo cultural representa un 40% de los ingresos turísticos mundiales. Esto repercute positiva y directamente en el conjunto de los ODS y especialmente en el ODS 8, cuya finalidad es promover el crecimiento económico y el trabajo decente. Una buena administración del patrimonio cultural atrae inversiones turísticas duraderas y sostenibles, hace participar a las comunidades locales y preserva los sitios culturales de la degradación.
La cultura, factor de diversidad
Las industrias creativas y las infraestructuras culturales constituyen un recurso inestimable para generar medios de subsistencia. Esto es especialmente cierto en el caso de países en desarrollo que poseen abundantes industrias creativas. Además, cabe señalar que las mujeres representan un porcentaje considerable de los empleados en el sector cultural, lo cual contribuye a la realización del ODS 5 relativo a la igualdad de género.
Incentivar el comercio de bienes y servicios culturales impulsa el desarrollo de los mercados locales y nacionales, propiciando la producción local y la creación de empleos decentes que son, respectivamente, las metas tercera y quinta del ODS 8. Las políticas culturales que otorgan preferencia a los bienes producidos localmente contribuyen a reducir las desigualdades en y entre los países, que es la finalidad del ODS 10.
Un ejemplo de esto es el proyecto realizado en el Teatro Argentino de La Plata, en la provincia de Buenos Aires. Gracias a una financiación del Fondo Internacional para la Diversidad Cultural (FIDC), se ofrecieron a 610 jóvenes y adultos desempleados formaciones para dirección de escena y otras profesiones de las artes del espectáculo. Gracias a las competencias adquiridas, muchas de esas personas encontraron empleo y crearon sus propias empresas.
Las zonas urbanas con bienes culturales abundantes y un sector creativo pujante resultan más atractivas para las empresas. Fomentar un crecimiento económico inclusivo y sostenible, creando empleos en el sector cultural y creativo, impulsa el trabajo decente. Las economías de algunas ciudades están muy basadas en elementos de su patrimonio inmaterial –artesanía, música, danza, teatro, artes visuales y gastronomía tradicional– que a menudo son parte integrante del paisaje de sus barrios históricos.
Una ciudad musical
Miembro de la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO, la segunda metrópoli colombiana, Medellín, es un ejemplo de cómo la música puede imprimir un nuevo dinamismo a una ciudad recurriendo a la cultura, la educación y la innovación. Además de fortalecer la cultura cívica, la equidad social y la paz, especialmente entre los jóvenes, Medellín atrae a miles de turistas y genera ingresos y empleos gracias a toda una serie de eventos musicales y a un mercado de la música muy popular.
Las acciones en pro del desarrollo humano realizadas en los ámbitos de la salud y el bienestar (ODS 3) y de la educación de calidad (ODS 4) son más eficaces cuando tienen en cuenta el contexto cultural y las particularidades de las comunidades o lugares de que se trate. La cultura se menciona específicamente en la meta séptima del ODS 4, en la se aboga por una educación que valore la diversidad cultural y promueva una cultura de paz y no violencia, así como por una contribución de la cultura al desarrollo sostenible.
Promover el respeto de la diversidad cultural en el marco de un enfoque basado en los derechos humanos propicia el entendimiento cultural y la paz, metas del ODS 16, que reclama sociedades pacíficas y justas e instituciones eficaces. La promoción de ese respeto también previene los conflictos y protege los derechos de los grupos marginados. Algunos eventos recientes han puesto de relieve la importancia que tiene proteger la cultura, la diversidad cultural y la cohesión social en los conflictos armados.
La cultura guarda una relación evidente con la acción por el clima (ODS 13). Diferentes oficios y artesanías tradicionales se basan en conocimientos locales en materia de gestión de ecosistemas, extracción de recursos naturales y utilización de materiales locales. Como muchos de ellos no requieren altos niveles de tecnología, consumo de energía e inversiones, coadyuvan a la creación de medios de subsistencia sostenibles y al fomento de economías verdes.
Sistemas de conocimiento
Un proyecto de salvaguardia realizado en Uganda impartió a artesanos –jóvenes en su mayoría– una formación en la técnica ancestral de fabricación de tejidos con cortezas de árboles. También fomentó la explotación sostenible de la mutuba –una abundante especie autóctona de higuera– que se había descuidado debido a las guerras civiles en la región. Estas actividades permitieron avanzar en la consecución de objetivos medioambientales, generar ingresos y salvaguardar un elemento del patrimonio inmaterial: el arte de tejer con cortezas.
Los sistemas de conocimiento y las prácticas de gestión del medio ambiente de los pueblos indígenas y las comunidades locales proporcionan ideas que permiten gestionar mejor los problemas ecológicos, poner fin a la pérdida de diversidad biológica, detener e invertir la degradación de las tierras y atenuar el cambio climático y sus efectos. La cultura y los conocimientos tradicionales contribuyen también a alcanzar la primera meta del ODS 13: fortalecer la resiliencia de las poblaciones y su capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con los desastres naturales.
Con todo, a pesar de todas sus referencias a la cultura, la Agenda 2030 no ha reconocido cabalmente su importante contribución al alcance de los ODS. De ahí que el papel y el impacto concretos de la cultura en el desarrollo sostenible se deban estudiar, medir y hacer operativos sistemáticamente. A medida que se vaya avanzando hacia la consecución de los ODS, será necesario trabajar más para constituir una base de datos empíricos y mensurables que evidencien cada una de las aportaciones de la cultura al desarrollo sostenible.
Fuente: almendron.com
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