¿Qué harías si de repente tienes que abandonar tu país? Y de hecho, ¿qué te llevas contigo y qué dejas atrás? Estas son las preguntas a las que se enfrentan millones de refugiados en todo el mundo, obligados a huir de sus países a causa de la persecución, la guerra o la violencia. Y mientras algunos pueden hacerse con documentos de identidad al salir por la puerta, otros se quedan sin pruebas de que son quienes dicen ser. ¿Qué hacer si una de las cosas que dejas atrás es tu identidad legal?
Esa es la situación a la que se enfrentan, aproximadamente, los seis millones de personas que han huido de las fronteras de Ucrania en los más de cuatro meses transcurridos desde que Rusia intensificó la guerra el 20 de febrero. A ellos se suman otros casi siete millones de personas desplazadas dentro del país; un total de más de 12 millones de personas, por tanto, se han visto obligadas a abandonar sus hogares hasta ahora. Según afirman desde el Pew Research Center, esta cifra sitúa la crisis de los refugiados ucranianos entre las peores de la historia moderna.
Por el momento, la falta de documentos no es un gran obstáculo para los refugiados ucranianos, que son acogidos mayoritariamente por los países vecinos. Dzeneta Karabegovic, experta en migración y derechos humanos y refugiada durante su infancia, explica que los ucranianos no necesitan un pasaporte para pasar por la mayoría de las fronteras de la Unión Europea en la actualidad. «Cualquier documento de identidad sirve. En el peor de los casos, si no hay ningún tipo de documentación, a los niños se les deja entrar con su tutor o con una persona que los acompañe sobre la base de una declaración escrita de los tutores legales, conforme están de acuerdo en que su hijo o hija cruce la frontera», explica Karabegovic. Y añade: «Nunca cruzo una frontera sin sentir ansiedad. Una vez eres refugiado, siempre serás refugiado».
Breve historia de la documentación de identidad para los refugiados
El mundo moderno lleva más de un siglo lidiando con la cuestión de cómo probar la identidad de las personas desplazadas. El primer acuerdo internacional sobre el modo en que los refugiados podían resolver la cuestión de los documentos de identidad incompletos fue el resultado del acuerdo realizado el 5 de julio de 1922 en una reunión de la Sociedad de Naciones, precursora de las actuales Naciones Unidas.
Entre otras cosas, la conferencia estableció un «certificado de identidad» uniforme para los refugiados rusos, de los cuales habían sido desplazados entre uno y dos millones por diversos conflictos durante la década anterior. El certificado incluía el nombre del refugiado, la fecha y el lugar de nacimiento, los apellidos de sus padres, su ocupación, su anterior residencia en Rusia, su residencia actual, su edad, su color de pelo y ojos, su cara, su nariz, sus «peculiaridades especiales» y una fotografía.
No obstante, la cuestión de la identidad de los refugiados, e incluso del estatuto de refugiado, se ha ido complicando con el tiempo: para que se les concedan todos los derechos y se les otorguen los documentos descritos anteriormente, las personas que huyen de sus países de origen tienen que demostrar a los gobiernos de los países receptores que realmente son refugiados.
¿Quién puede asegurar que los refugiados son quienes dicen ser?
Aunque la cuestión de la identidad digital, en general, es muy complicada, la cuestión de la identidad digital de los refugiados es aún más compleja. Según señala Drummond Reed, director de Servicios de Confianza de Avast, este es «quizás el reto más difícil para un sistema de identidad digital mundial. La identificación legalmente válida requiere una autoridad gubernamental reconocida para emitir los documentos de identidad». En otras palabras: los documentos de identidad no son más que un mero trozo de papel –o píxeles– siempre que se carezca de una autoridad que les otorgue validez.
No obstante, los refugiados están, casi por definición, separados del gobierno que valida sus identidades. De hecho, a veces son perseguidos directamente por ese gobierno, lo que significa que tendrán incluso incentivos para cortar cualquier rastro de papel –o, de nuevo, de píxel– que los identifique legalmente. Solo hay que mirar la historia y el genocidio de los judíos bajo el régimen nazi para ilustrar cómo los sistemas gubernamentales de identificación pueden volverse contra un pueblo perseguido. «Un refugiado necesita un medio de identificación que esté separado de los sistemas de identidad controlados por los gobiernos u otras autoridades», señala Reed al respecto.
Aquí es donde entra en juego la identidad autosuficiente (SSI). Según la Fundación Sovrin, cuyo trabajo se centra en garantizar que el sistema de identidad Sovrin –un sistema que permite a la gente controlar y utilizar su identidad digital– sea público y accesible en todo el mundo, la identidad auto-soberana faculta a las entidades que tienen derechos naturales, humanos o legales en relación con su identidad para controlar el uso de sus datos. En otras palabras, el objetivo de la SSI es garantizar que tu identidad digital te pertenezca y esté controlada por ti, no por tu gobierno o cualquier otro sistema centralizado.
¿Cómo puede ayudar una solución de identidad digital?
Aunque sean los dueños de sus identidades, los refugiados no pueden presentarse en cualquier lugar y declarar que son quienes dicen ser: los documentos de identidad tienen poco valor si no son verificados por una autoridad de confianza; un sistema como ese, además, estaría plagado de explotación por parte de terroristas, criminales de guerra y otros delincuentes. Así que, si el gobierno no puede hacerlo y el individuo tampoco, ¿quién puede?
«La única respuesta que conozco son las organizaciones no gubernamentales», comenta Reed. Y desarrolla: «Una o varias de estas organizaciones, actuando por principios humanitarios, pueden dar fe de algún conjunto de datos relativos a la identidad de un refugiado, actuando como guardianes de esa información».
Las oenegé que deciden asumir esta responsabilidad deben realizar, previamente, una «prueba de identidad»: confirmar que una persona es quien dice ser. Después de que una oenegé termine de comprobar la identidad de un refugiado, Reed explica que los resultados pueden ser almacenados en una o más de tres formas: como documentos de identidad físicos que pueden ser llevados a mano por el refugiado; como documentos de identidad digitales (es decir, credenciales verificables) almacenados en una cartera de identidad digital en el dispositivo local del refugiado, como un smartphone; o como documentos de identidad digitales almacenados en una cartera digital basada en la nube en la que la oenegé pueda actuar como guardián o custodio.
En este punto del proceso, la identidad del refugiado ha sido probada a través de la oenegé de confianza y el refugiado tiene documentos físicos o digitales para confirmar su identidad, pero ahora tienen que demostrar que son sus documentos de identidad legítimos cada vez que los utilizan, un proceso llamado «vinculación de la identidad». Si los documentos son físicos, cualquiera que quiera verificar que son legítimos puede ponerse en contacto con la organización; si son digitales, en cambio, su autenticidad puede verificarse mediante una firma digital en los documentos suministrados por la ONG que los custodia.
La importancia de la biometría
Según señala Reed, lo ideal sería que la verificación de la identidad se realizara a través de la biometría que preserva la privacidad. Y aunque cuando oímos el término «biometría» tendemos a pensar en huellas dactilares o escaneos faciales, Reed se apresura a explicar que incluso aquellos primeros documentos de identidad de refugiados de 1922 –aquellos mencionados anteriormente y que incluían elementos descriptivos estándar, así como peculiaridades especiales– utilizaban la biometría. «Si incluye suficientes detalles sobre las características exactas del individuo, un dato biométrico puede ser tan simple como una descripción física muy precisa grabada como texto plano. Otro dato biométrico relativamente sencillo es una fotografía, como las que se exigen para el pasaporte o el carné de conducir», defiende al respecto el experto.
Lo ideal sería que la verificación de la identidad se realizara a través de la biometría, siempre preservando la privacidad
Sin embargo, los datos biométricos de baja o nula tecnología, como las fotos, suelen tener que verificarse manualmente, lo cual es lento y propenso a errores. Es por eso que Reed recomienda el uso de datos biométricos registrados y verificados digitalmente, como las huellas dactilares, los escaneos faciales, del iris, de la palma de la mano y las huellas de voz.
Ningún sistema, sin embargo, es perfecto: al igual que ocurre con los documentos de identidad físicos, la verificación de la identidad biométrica plantea problemas. En primer lugar, lo más seguro es que los datos biométricos se almacenen, únicamente, en un dispositivo que sea propiedad del refugiado, no en un servidor basado en la nube. «Si la biometría se almacena en un dispositivo local, como un smartphone o una tableta que el refugiado pueda llevar consigo, puede verificarse localmente», dice Reed. «Este es el escenario que más preserva la privacidad, ya que la biometría nunca sale del dispositivo local y, por tanto, también es el más difícil de convertir en un arma, ya que el refugiado puede descartar o destruir el dispositivo, e incluso utilizar un «código de coacción» para señalar silenciosamente el dispositivo para que falle una coincidencia biométrica», añade.
Fuente: Ethic