El Banco Mundial insta a reforzar los sistemas nacionales de datos, con el objeto de aprovechar todo el potencial de la revolución de los datos y transformar las vidas de las personas pobres.
Los datos —desde la información recogida en encuestas de hogares hasta los píxeles de las imágenes satelitales— pueden contribuir a la formulación de políticas y promover la actividad económica, actuando como una herramienta poderosa en la lucha contra la pobreza. Hoy en día se dispone de más datos que nunca, pero se desaprovecha la mayor parte de su valor, según el nuevo Informe sobre el desarrollo mundial 2021: Datos para una vida mejor. Al mismo tiempo, los datos son una espada de doble filo; por eso se requiere un contrato social que fortalezca la confianza —protegiendo a las personas de los daños y el uso indebido— y ayude a lograr un acceso y una representación equitativos.
“Los datos ofrecen un enorme potencial para generar valor mediante el mejoramiento de programas y políticas, el impulso a las economías y el empoderamiento de los ciudadanos. La perspectiva de las personas pobres ha estado prácticamente ausente en el debate mundial sobre gestión de datos, pero debe ser oída con urgencia”, dijo David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial. “Muy a menudo, los países de ingreso bajo están en desventaja debido a la falta de instituciones, de autonomía para la toma de decisiones y de recursos financieros; esto es un obstáculo para la implementación eficaz y la operación eficiente de los sistemas de datos y los marcos de gestión. Se necesita de la cooperación internacional para armonizar las regulaciones y coordinar las políticas, de modo de utilizar el valor de los datos en beneficio de todos, y para contribuir a una recuperación ecológica, resiliente e inclusiva”.
Los datos obtenidos para fines públicos o comerciales —por métodos tradicionales o modernos— se utilizan, combinan y reutilizan de formas que generan beneficios para más personas y ofrecen información más precisa.
Los datos mejorados amplían la capacidad de los Gobiernos para establecer prioridades y destinar los recursos de forma más eficiente. En Kenya, por ejemplo, los medios sociales, los datos de teléfonos móviles y los informes oficiales digitalizados de accidentes de tráfico de Nairobi contribuyeron a identificar los caminos más peligrosos y mejorar la seguridad vial para salvar vidas. El sector privado está usando los datos para impulsar modelos de negocio basados en plataformas que contribuyen al crecimiento económico y fomentan el comercio internacional de servicios. En Haití, la tecnología ha ayudado a los agricultores dedicados al cultivo del mango a hacer un seguimiento de sus productos hasta la venta final, lo que les permite eliminar muchos intermediarios y retener una mayor parte de las ganancias.
Los métodos innovadores de uso de los datos también están empoderando a las personas para que puedan tomar decisiones fundamentadas, lo que lleva a mejoras en los servicios públicos que se brindan. Con el respaldo del Banco Mundial, en el estado de Tamil Nadu, en India, se prepararon herramientas para abordar los desafíos relativos a la falta de conocimientos sobre datos; esto permitió a los ciudadanos expresar sus preferencias de formas que se podían digitalizar inmediatamente para orientar las deliberaciones de la comunidad y establecer prioridades.
“Combinar datos de distintas fuentes puede promover una formulación de políticas basada en evidencias más precisa y estadísticas más oportunas”, dijo Carmen Reinhart, primera economista del Grupo Banco Mundial. “Los efectos adversos de la COVID-19 se han distribuido de manera desigual; los usos innovadores de los datos ofrecen nuevas oportunidades para entender la propagación del virus, evaluar políticas de mitigación y orientar los recursos gubernamentales a las personas que más lo necesitan”.
La COVID-19 puso de manifiesto las oportunidades y los desafíos relacionados con los nuevos usos de los datos. Los países comenzaron a utilizar los datos de los teléfonos móviles para hacer un seguimiento del virus, pero a la vez han debido abordar las inquietudes sobre la privacidad. El cambio abrupto al trabajo virtual también ha dejado a la vista la brecha digital entre quienes tienen acceso a la tecnología y quienes no lo tienen; esto nos recuerda que debemos trabajar para lograr que las personas pobres y los países de ingreso bajo tengan un acceso equitativo a los teléfonos móviles y a internet. En muchos países, las tareas de contención del virus han impedido la recolección de datos básicos, lo que pone de manifiesto la necesidad de invertir más en infraestructura, sistemas de datos y capacidad estadística.
No obstante, mientras más se utilizan los datos, mayores son las posibilidades de uso indebido. Diseñar cuidadosamente las regulaciones para reforzar la ciberseguridad y proteger los datos personales es esencial para generar confianza. En una encuesta mundial de 80 países, solo el 40 % contaba con disposiciones sobre mejores prácticas en cuanto a la regulación de datos; de este porcentaje, menos de un tercio eran países de ingreso bajo, aunque muchos están comenzando a adoptar medidas de este tipo.
Si bien los datos presentan un enorme potencial para impulsar el desarrollo, los beneficios del sistema mundial de datos se orientan, por el momento, a las personas en mejor posición. La prioridad es mejorar la representación de las personas marginadas en el sistema de uso de los datos y su acceso a estos recursos. La conectividad digital es baja en África al sur del Sahara y prácticamente no hay infraestructura moderna en los países de ingreso bajo para intercambiar, almacenar y procesar datos. Estos países también se encuentran en desventaja competitiva cuando se trata de aprovechar los beneficios económicos de las empresas basadas en plataformas de datos.
Fuente: Banco Mundial
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