miércoles, 30 de diciembre de 2020

Civismo tecnológico, o de cómo ser activista en tiempos modernos


A medida que las ciudades crecen imparablemente –sobre todo hacia arriba–, se vuelve más patente que el futuro será de las ciudades inteligentes: innovadoras, interactivas y repletas de inteligencia artificial. Ámsterdam, Barcelona y Nueva York son ya ejemplos incipientes de lo que serán estas smart cities. 

Pero, ¿las ciudades inteligentes tienen por descontado ciudadanos inteligentes?

Para muchos ese es el punctum dolens de los debates y definiciones sobre lo que es el desarrollo urbano en épocas del Big Data y la tecnología. En este sentido, la reflexión sobre si el civismo tecnológico debería ocupar un lugar fundamental en la agenda colectiva de las ciudades es obligada. Esto implicaría hablar sobre los bienes comunes, los espacios públicos y la participación ciudadana; así como en el destino de las urbes.  

Civismo tecnológico para el activismo del futuro

No existe una definición universal sobre lo que es el civismo tecnológico. Es una cuestión que en realidad está en construcción, y que toca a las nuevas y futuras generaciones dotar de contenido.

Pero a grandes rasgos, el civismo tecnológico refiere a una serie de tecnologías –digitales y de inteligencia artificial– usadas para mejorar o influenciar la gobernanza y las cuestiones políticas. En este sentido, incluso los usuarios digitales (influencers, twitstars, instagramers entre otros) podrían fungir como una especie de cívicos tecnológicos, donde su poder en medios es utilizado en favor de las sociedades, y opinando sobre temas colectivos que le conciernen a los ciudadanos. 

Otro ejemplo está en la tecnología usada en países como Brasil para las elecciones, donde los votos se hacen mediante dispositivos digitales y se cuentan con medios electrónicos. No obstante, la tecnología electoral electrónica es muy vulnerable, como ya se ha comprobado en países como Holanda, donde ha sido hackeada. 

Activismo del futuro

Es muy importante por ello retomar el civismo tecnológico para el activismo del futuro, pues el hecho de que la tecnología se utilice en las democracias necesita de nuestra participación: de nuestras propuestas y soluciones a las causas contemporáneas. Y también requiere de que se nos pregunte antes qué tanto queremos que la tecnología se inmiscuya en nuestras vidas, y que se nos enseñe a usarla para ello –lo que hasta ahora se ha dejado sólo en manos de una centena de compañías “tecno cívicas”.

De otra manera, la tecnología podría ocasionar una brecha aún más grande –y quizá más peligrosa– entre nosotros y nuestros gobernantes. Pero al contrario: debemos retomar el civismo tecnológico no para ser “tan inteligentes” como nuestras ciudades, sino para permanecer sensibles, empáticos y solidarios. Esos son tres valores que la tecnología no puede proveernos por sí sola, y que sólo podemos fomentar a través del compromiso colectivo.

Civismo tecnológico para evitar distopías urbanas

Algunas compañías high tech están interesadas en el civismo tecnológico. Es el caso de Google, a cuyos miembros les interesa poner la tecnología al servicio de crear economías circulares, para volver así a las ciudades mucho más sustentables. Esto podría ser fantástico, pues la economía circular es un sistema resiliente, basado en las necesidades sociales. Pero hasta que el debate no gire sobre el papel de nosotros en la construcción de las ciudades inteligentes y las economías circulares. Entonces, estaremos corriendo el riesgo de relegar nuestro papel a la tecnología y, con ello, de erosionar la democracia.

Porque las smart cities apuntan a automatizar los procesos sociales. Pero la democracia no debe automatizarse. Por eso, para el urbanista Dan Hill lo más urgente es pensar la tecnología en términos de cómo la podemos usar para fortalecer el civismo tecnológico. A lo que se debe apuntar es a terminar la desigualdad urbana. Promover una mayor participación de los ciudadanos en los problemas colectivos.

Las ciudades inteligentes serán aceptables en la medida en que sigan un enfoque de abajo hacia arriba, dirigido por los ciudadanos. 

Es cierto que vivir mejor a partir de las comodidades que ofrecerán las innovaciones tecnológicas es algo a lo cual aspirar. Pero nuestra mirada no debe estar enfocada sólo en la eficiencia y la optimización, sino en no perder nuestra humanidad. 

Fuente: Ecoosfera

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