En un año en que la pandemia provocó también una gran disrupción en el ámbito de la tecnología, y las herramientas digitales han sido clave (para bien y para mal) en cómo afrontamos esta crisis global, también ha habido grandes acontecimientos tecnológicos al margen de la covid-19. En el futuro, 2020 podría ser recordado como un año histórico para la inteligencia artificial. Gracias a una espectacular innovación en este campo, estamos mucho más cerca de que que las máquinas puedan escribir un artículo como este.
Una inteligencia artificial mucho más humana
El lanzamiento comercial del nuevo sistema de inteligencia artificial GP-3 el pasado 11 de junio desencadenó una ola de asombro, admiración y temores que ha protagonizado la actualidad tecnológica en la segunda mitad de 2020, dejando en la opinión pública una resaca de bastante confusión sobre lo que es y lo que puede hacer. Por resumirlo en una frase: GPT-3 puede escribir textos que parecen redactados por humanos. Y lo hace con una naturalidad y una variedad expresiva mucho mayor que cualquier inteligencia artificial anterior; el salto de calidad es tan grande que ha llegado a interpretarse como un primer paso hacia la inteligencia artificial fuerte, aquella que se espera que algún día permita a las máquinas aprender y ejecutar cualquier tarea intelectual de las que realiza cada día la mente humana.
El gran logro de GPT-3, desarrollado por el laboratorio de inteligencia artificial OpenAI, está muy lejos de pensar como un humano, pero es una revolución en el campo del procesamiento del lenguaje natural —en inglés, natural language processing (NLP)—, una habilidad fundamental para que las máquinas puedan entenderse con los humanos. El software GPT-3 usa un modelo de lenguaje autorregresivo que, para poder expresarse como un humano, emplea aprendizaje profundo. Sus habilidades lingüísticas se apoyan en una capacidad de usar 175.000 millones de parámetros de aprendizaje automático; lo que multiplica por diez el anterior récord que ostentaba el Turing NLG, presentado por Microsoft en febrero de 2020. Opera sobre la que está considerada la mayor red neuronal artificial creada hasta la fecha. Conviene destacar que también Microsoft se ha hecho con los derechos en exclusiva del código fuente de GPT-3,
Las posibilidades de GPT-3 no se limitan al texto, sino que es capaz de crear todo tipo de contenidos basados en un lenguaje estructurado (también puede escribir código informático, crear poemas y componer canciones) y los ejemplos de aplicaciones prácticas que ya se han desarrollado con GPT-3 son fascinantes. En uno de esos ejercicios, el diario The Guardian pidió a GPT-3 que escribiera este artículo de opinión en el que explica cómo funciona su propio sistema y reflexiona sobre las implicaciones de ese avance y los temores que despierta. Esta nueva inteligencia artificial sorprende también por su sencillez de uso: basta con encargarle una tarea y darle el comienzo del texto… el sistema lo completa, tras aprender por si mismo cómo hacerlo leyendo en Internet. Es como la función de autocompletar del buscador Google, pero llevado a otro nivel.
¿El fin del reinado de Intel?
La otra sensación del año en el mundillo tecnológico ha venido de la mano de Apple, que ha lanzado sus propios procesadores para ordenadores, iniciando un camino para abandonar las CPU diseñadas por Intel. Estas han sido el corazón de los ordenadores más potentes desde el inicio de la era de la informática personal, cuando los inventores de los microchips fundaron la compañía Intel. En la última década ha dado síntomas de estancamiento la ley de Moore —que rige la miniaturización y aumento de potencia constante de los microchips— y la empresa Intel no había podido satisfacer del todo las demandas de los fabricantes informáticos, que reclamaban un salto en los microchips para poder lanzar nuevas generaciones de ordenadores portátiles más potentes y con mayor eficiencia energética.
Por eso cuando Apple anunció en junio de 2020 anunció que iniciaba la transición a procesadores propios, basados en la arquitectura ARM, nadie en la industria se sorprendió. Era un movimiento cantado. Era cuestión de tiempo que el gigante tecnológico californiano hiciera con los cerebros de sus ordenadores lo mismo que lleva una década haciendo con los de teléfonos y tabletas. Y esos procesadores propios están considerados líderes en el sector de los dispositivos móviles. Tampoco cabía esperar grandes problemas de compatibilidad de software en esa transición, pues Apple acumulaba la experiencia de dos procesos similares en los años 1990 y en los años 2000. Lo que sí sorprendieron, y mucho, fueron las pruebas de rendimiento de los primeros Macs con procesador de Apple (el M1), lanzados en noviembre: modelos de su gama baja que en determinadas tareas son más veloces que los de gama alta (todavía con procesador Intel) y, sobre todo, un salto enorme en la duración de la batería de los portátiles.
Todavía son pruebas iniciales y habrá que esperar meses para poder valorar bien y poner en contexto la mejora; y también se espera que en la primera mitad de 2021 Apple continúe esta transición con modelos de gama más alta. Pero los prometedores resultados iniciales han animado a otros gigantes tecnológicos que están en ese proceso de diseñar sus propios chips, como Microsoft o Amazon, y han encendido las alarmas en Intel, donde ahora ven amenazado un dominio que, con derrotas puntuales en algunos tipos de microchips, habían mantenido con bastante constancia durante décadas.
Los procesadores M1 de Apple han sido la gran sorpresa final en un año que ha sido globalmente malo por la pandemia, pero excelente si valoramos los nuevos smartphones, consolas y tabletas: desde la gama de los iPhone 12 (más diversa en tamaños y por fin con 5G) hasta los Galaxy Fold (finalmente Samsung ha logrado varios móviles plegables interesantes y sin problemas graves de fabricación, tras el fiasco del año pasado), pasando por la PlayStation 5 (con la que Sony explora nuevas maneras de controlar los videojuegos) todos estos estrenos de 2020 muestran a grandes líderes del sector tecnológico que van perfeccionando su gadgets estrella y aprendiendo de sus errores.
El gran salto en la transformación digital
Finalmente, el gran cambio tecnológico en nuestras vidas durante 2020 no lo han traído ni los fascinantes logros de una nueva inteligencia artificial —que, por cierto, aún no supera el test de Turing— ni el sorprendente rendimiento de un nuevo chip —que, de momento, no consigue que los ordenadores hagan nada diferente de lo que ya hacían—. El verdadero cambio llegó en marzo de 2020, con la irrupción del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y los confinamientos y cuarentenas que afectaron a miles de millones de personas en todo el mundo. El espectacular crecimiento de la plataforma de teletrabajo Zoom en esas semanas iniciales de la pandemia simboliza la rápida transición hacia herramientas online para reuniones de trabajo, encuentros sociales, clases académicas, conciertos y muchas más actividades —que hasta entonces eran presenciales en una abrumadora mayoría de los casos.
“Hemos vivido dos años de transformación digital en dos meses”, declaró Satya Nadella (CEO de Microsoft) a finales de abril. Sin embargo, no todo son luces en esa aceleración de la transición digital que asumieron personas y empresas como única alternativa para mantener sus negocios en marcha. Tanto Microsoft como Zoom están anunciando nuevas funciones para sus plataformas de videoconferencia, que necesitan una rápida evolución para convertirse en espacios de trabajo verdaderamente efectivos, cómodos, colaborativos y productivos, con los que afrontar todo el tiempo que nos queda de actividad a distancia hasta el fin de la pandemia… y quizás más allá, si el teletrabajo ha llegado para quedarse.
Imagen: ByteAnt
Fuente: OpenMind
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