Siendo corresponsal de EL PAÍS en 1994, Alfonso Armada convenció al director del periódico para que le enviara a Ruanda, asolada por el genocidio tutsi. “Ya había estado en Bosnia y pensaba que estaba preparado para el miedo”, confiesa. Una vez en Kigali, la capital, consiguió empotrarse con un batallón italiano en dirección a la localidad de Gikoro. “Al llegar vimos una matanza gigantesca delante de la iglesia. Estaba lleno de cadáveres, todos con las manos extendidas hacia el altar”, rememora. “Entre la masa vi que había un brazo que se movía: era una chica que, lentamente, lo levantaba y lo volvía a bajar”.
Aquel viaje, aquella mujer y aquel brazo no han dejado de perseguirle desde entonces. Hace unos meses, el reportero, fundador de la revista FronteraD, se subió a un escenario con la misión de soltar el lastre de aquella historia: ya la había escrito, pero la emoción de sus palabras pronunciadas hizo de aquel ejercicio una actuación para el recuerdo. Y no solo el propio. Sucedió en una función de Diario Vivo, espectáculo en el que distintos periodistas (próximamente se sumarán escritores y otros narradores) cuentan un relato personal al calor del directo. Dependiendo del tema, el tono también puede ser humorístico, y al hilarse varias aportaciones se genera un diario con todas sus secciones: internacional, política, deportes… “Se trata de un medio nuevo que puede existir y desarrollarse en el teatro”, defiende François Musseau, corresponsal de Libération y promotor del proyecto, que subraya una de sus mejores cualidades: que no se graba. “La atención está desapareciendo”, abunda Armada. “El periodismo de hoy habla demasiado, opina demasiado y escucha poco. Aquí vuelve a su verdadero sentido: contar una historia que, si te conmueve, te va a transformar”.
Fuente: El Pais
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