viernes, 14 de junio de 2024

Papelistas y rescatadores: Ismael Sotomayor


“Nada más difícil para los escritores bolivianos que ubicar a los hombres en medio de su ciclo histórico (…) Cada uno, en esta caza de seres, va por su cuenta, atisbando en librerías, en recuerdos, cartas y papeles. Tenemos hombres cumbres que es necesario encontrar en cumbres también de desordenada folletería”.

Comienzo este artículo con este epígrafe de Porfirio Díaz Machicao (1909-1981) porque me sirve como (pre)texto para abordar el entrecruce entre literatura y bibliofilia. En esa línea, daré testimonio del gusto que me provoca comentar sobre la praxis que cumplen los papelistas y rescatadores de las letras nacionales. Un papelista y rescatador es más que un coleccionista, es un ser que está con el impulso de la búsqueda de un objeto literario. Objeto entendido como libros, folletos, papeles, panfletos, dibujos, manuscritos o inéditos valiosos de algún determinado autor. Por eso, siento que este quehacer lo efectúa un explorador apasionado. Un rastreador que mira “tesoros” en los estantes de librerías, bibliotecas particulares, lugares de libros usados o en espacios inimaginables.

En este primer apartado (de cuatro partes), daré relevancia a mirar la extrema labor del papelista y rescatador boliviano como una figura fetichista, erótica e incomprendida. Emprenderé con Ismael Sotomayor (1904-1961), escritor, historiador, coleccionista, librero y papelista paceño. En La trágica vida de Ismael Sotomayor y Mogrovejo de 1967, su autor Antonio Paredes Candía (1924-2004) indica que Sotomayor “es el estudioso paciente que dedica su vida a manejar infolios y papeles raros para desentrañar nuestro pasado desde el rico filón de la tradición; produciendo obra solitaria, abnegada y de elevado civismo”. O, en palabras de Carlos Medinaceli (1898-1949), Sotomayor es un creador de nacionalidad.

Algunos de los documentos raros que halló el papelista paceño son la “Carta del Libertador al coronel José María Silva”; la “Partida de bautismo del insigne pensador Dn. Vicente Pazos Kanqui y Silva”; la “Fotografía de VPKS” y el “Acta de fundación de la Universidad Menor de San Andrés”, entre otros. Estas piezas se encuentran publicadas como imágenes fotostáticas de la Antología Génesis Volumen 2 de 1948, libro homenaje del Centro Génesis al IV centenario de fundación de La Paz. Grupo cultural del cual Sotomayor es socio activo.

En este contexto, Sotomayor es un rescatador de documentos únicos, originales y extraños. De estos, tiene la conciencia de que no se puede determinar un precio definido. Lo que si tiene razón es que poseen una fuente de conocimiento cultural del pasado inestimable. Cada texto hallado es un soporte importante e inédito de consulta. Pero esta afición se convierte en fetichismo, ya que su deseo de encontrar escritos únicos (fetiches) los consuma y con placer. Más, esta parafilia le produce aniquilación de su cuerpo social. Me explico: cada libro o panfleto que consigue, sustituye su vestimenta, su alimentación y su vivienda. Por eso, su cuarto “Parecía el lecho de un estudiante pobre: era un catre de fierro, pintado de negro, con tosca y dura parrilla que sostenía un colchón de paja”.

En estas tristes condiciones, su anhelo de adquirir papeles extraños se ve como una forma de perversión (Freud) y que lo experimenta en soledad. En esta perversión “se transfiguraba como un avaro contando las monedas de su tesoro”. Poseer este tipo de material histórico del pasado, se vuelve una aspiración erótica. Este símbolo se ve reflejado en la medida en que el deseo de alcanzar rarezas lo forja desde un apetito amoroso. Sotomayor ama su oficio “por eso tenía tanta propiedad de acción en ese cuarto repleto de libros raros y papeles impresos” (Paredes Candía).

Esta su labor es excepcional, pero incomprendida. Sotomayor salva en folletería una cantidad de ediciones príncipes, guarda los primeros periodiquitos de Alasitas y revistas literarias muy antiguas. Estas colecciones con documentaciones estimables son para utilizarlos en la re-organización de nuestra historiografía cultural, pero a poca gente le interesa de esta ocupación. Esto se sintetiza en la pérdida parcial de esta compilación. El papelista sabe perfectamente que una simple hoja rescatada excede la percepción del valor de mercancía, por eso escudriñaba papeles-joyas con obstinación en lugares insólitos.

Fuente: Ramona Cultural

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