Qué implica la Cuarta Revolución Industrial en el mercado de trabajo global. Cómo se garantiza la igualdad de oportunidades en un mundo absolutamente desigual. Esas fueron algunas de las cuestiones analizadas en esta entrevista por Carl Benedikt Frey, especialista en el cambio estructural del mundo del trabajo en la era de la robotización. El mundo ha atravesado ya tres revoluciones tecnológicas: la agraria, la industrial y la informática. La cuarta es la neurotecnológica, liderada por la implementación de la inteligencia artificial y las redes neuronales.
Frey es el coautor del estudio que en 2013 dio una alarma mundial al pronosticar que un 47% de los empleos podría desaparecer en los siguientes 15 o 20 años debido a la automatización del trabajo. Es, además, investigador del Programa de Empleo, Equidad y Crecimiento del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico de la Universidad de Oxford, y llegó a Buenos Aires invitado por la Secretaría de Cultura de la Nación para el ciclo Ideas, pensando juntos el mundo.
–¿Cómo se transforma el mundo del trabajo con esta cuarta revolución tecnológica?
–Una de las tendencias que vemos, no sólo en países desarrollados sino también en los que están en vías de desarrollarse, en términos de los mercados laborales específicamente, es que están desapareciendo los puestos de trabajo que tienen un ingreso intermedio. Las personas que gozan de un título universitario son las que tienen acceso a puestos de trabajo bien pagos, relacionados con las industrias tecnológicas y los servicios profesionales. Quienes no están equipados con esos conocimientos terminan tomando –porque no les queda otra– puestos de trabajo bajos en su salario.
–¿Qué va a pasar con esa masa de población, que es la mayoría de la población mundial?
–Esta población está compitiendo por trabajos mal pagos, de bajo nivel salarial. El problema no es que no haya suficientes trabajos, el verdadero problema es que no hay suficientes personas con las habilidades adecuadas para llenar ciertos puestos de trabajo: la cuestión no es la tecnología sino la política educativa. Política educativa que ha fracasado porque ha fallado a la hora de equipar a la fuerza laboral con las habilidades necesarias para hacer frente a la economía basada en el conocimiento.
–Entonces los estados son responsables de que esto no pase. ¿Qué políticas estatales están tomando las principales potencias?
–Es muy difícil responder eso de manera general porque depende del Estado o del país: algunas políticas educativas se hacen a nivel local y otras políticas a nivel nacional. Es muy difícil generalizar, pero existe una tendencia, que se ve en todos los países, relacionada con los títulos universitarios. El 50% de la fuerza laboral en Suecia tiene un título universitario. Pero la verdad es que no se puede generalizar teniendo en cuenta sólo la variable del título universitario porque la situación depende de toda una diversidad de factores, por ejemplo, del tipo de educación en el cual se invierte, si está basada en las artes o en la física. Eso va a establecer toda una serie de diferencias. Existe también una tendencia a sobrenfatizar las aptitudes cuantitativas y lo que se está observando es que es muy difícil automatizar la interacción humana compleja, por ejemplo, yo enseño en el Reino Unido y la realidad es que la docencia es uno de esos ejemplos y un abordaje importante educativo tiene que ver con esta interdisciplinariedad: desde el punto de vista de las políticas educativas buscar enseñar no solamente las habilidades tecnológicas sino también las habilidades sociales.
–¿Cuál es el papel de las centrales sindicales de todo el mundo y sobre todo del tercer mundo, de los países dependientes?
–Si nosotros consideramos la densidad de los sindicatos a lo largo de los países del mundo vemos que es muy variable. Por ejemplo, en Estados Unidos es del 11% y en Suecia del 85%, es una diferencia muy marcada. Las políticas juegan un rol muy importante en el poder político que van teniendo los sindicatos. Al final de cuentas un sindicato, cualquiera sea, siempre será tan valioso como las aptitudes de las que gozan sus miembros. Creo que la tecnología tiene un papel muy importante a la hora de dar forma al valor relativo de los sindicatos. Tengamos en cuenta lo que pasó en el pasado: sindicatos como el de los faroleros o telefonistas que fueron desapareciendo a medida que estos trabajos se fueron automatizando y sus miembros perdiendo poder adquisitivo. Pero también puede manifestarse la tendencia opuesta: sindicatos que aumentan su valor porque aumenta el valor de las aptitudes de sus miembros.
–¿Qué relación hay entre la distribución de los ingresos y la tendencia a la robotización de los empleos?
–Nos devuelve a lo que decíamos al principio: están sufriendo los puestos de trabajo que generan ingresos intermedios porque ha habido un crecimiento de los puestos de trabajo que involucran bajas habilidades, es decir, no calificados y los que involucran muchas habilidades, altamente calificados. Este crecimiento tan dispar en las dos puntas ha generado un crecimiento de las desigualdades. Antes de la automatización las tecnologías o bien aumentaban las habilidades de las personas que ya eran calificadas o aumentaban las habilidades de las que no estaban calificadas, por ejemplo, con la computadora y el acceso que podían tener a la computadora personas como diseñadores y abogados. Del otro lado del espectro, la máquina de hilar automática estaba diseñada para que pudieran operarla niños. En esa época, la situación de las personas que no tenían tantas aptitudes podía volverse desigual, pero al mismo tiempo había instrumentos que podían mejorar las aptitudes de algunas personas sin tanta calificación. La computadora podía mejorar las habilidades de una persona no calificada poniéndola en una situación mucho más ventajosa con respecto a otros pares no calificados. Los salarios siempre irán en aumento en una situación como la que acabo de ilustrar tanto para los calificados como para los que no. El problema con la automatización es que reemplaza a algunos puestos de trabajo de tal manera que algunos salarios realmente caen estrepitosamente en términos relativos. Esto significa que la era de la automatización va a generar más perdedores en el mercado laboral en comparación con antaño donde la principal inquietud era la desigualdad.
–¿Cómo se contribuye al bienestar general –teniendo en cuenta este concepto básico de los orígenes del liberalismo– si en lugar de aumentar, desaparecen puestos de trabajo?
–Nosotros hemos vivido cambios como rotaciones o renovaciones en el mercado laboral durante varios siglos, de hecho en el siglo XX muchas personas perdieron sus puestos de trabajo debido a estos fenómenos de los que estamos hablando, pero creo que la razón por la cual la gente acepta los cambios tecnológicos es porque piensan que al fin y al cabo van a poder sobreponerse a cualquier problema que eso genere. Uno de los hallazgos más robustos en torno a las investigaciones sobre el bienestar es que las personas que trabajan mucho se sienten más conformes con su vida y están más felices que las personas que no trabajan. Lo que mejor que pueden hacer los gobiernos es crear y mantener mercados laborales dinámicos donde una persona que pierda un trabajo por causa de un avance tecnológico tenga una cantidad suficiente de opciones para poder elegir un nuevo puesto de trabajo. Por ejemplo, en la bonanza que se vivió en EE.UU. en la década del 50 si una persona perdía su trabajo no era tan grave porque enseguida conseguía otro, en cambio en una época recesiva la situación es muchísimo menos auspiciosa.
–Los 50 eran la época dorada de los estados de bienestar, pero ahora estamos transitando una etapa de crisis del capitalismo financiero.
–Es cierto que el estado de bienestar –como tendencia que surge después de la gran depresión y de la Segunda Guerra Mundial– marcó una era donde las personas que estaban pasando vicisitudes aun así estaban en mejor situación en términos relativos comparadas con personas de otras épocas. Pero eso también descansaba en una clase media fuerte y amplia que tenía una lealtad y una afinidad a esa clase a la que pertenecía. El problema con la desaparición de puestos de trabajo de ingreso intermedio es que conduce a cierta desaparición de la clase media y por lo tanto de la lealtad y la afinidad intraclase.
–Una pregunta personal: ¿por qué se dedicó a esta actividad?
–La decisión tiene que ver con una serie de coincidencias. Cuando era chico me interesaba mucho la historia, la tecnología y la economía y esto en gran medida a raíz de algunos libros a los que tuve acceso a través de mi padre. Uno se llamaba The lever of riches (La palanca de los ricos) de Joel Mokyr y el otro, The innovator’s dilema (El dilema del innovador) de Clayton Christensen.
Imagen: El Pais
Fuente: Revista Ñ
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