lunes, 19 de agosto de 2024

El desprestigio de los expertos y el auge de los charlatanes


Moisés Naím (Trípoli, 1952) es uno de los columnistas y comentaristas globales más reconocidos. Director durante catorce años la revista Foreign Policy, además de autor de más de una docena de libros de política internacional. Acaba de publicar en España “Lo que nos está pasando: 121 ideas para escudriñar el siglo XXI”. Para el título ha tomado prestada la frase de Ortega y Gasset “No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa”.

Pregunta. Una de las cosas llamativas que usted denuncia en su libro es que, tras dejar atrás la pandemia del COVID, tenemos que enfrentarnos a otra pandemia global, la de la salud mental. Una cuarta parte del planeta sufre algún tipo de trastorno. ¿Estamos ante una Humanidad cada vez más enferma mentalmente?

Respuesta. No, no diría que está enferma. Es una Humanidad ansiosa porque tiene intuiciones fuertes frente a cambios de época, muy profundos. Tenemos la sensación de que se aproximan cambios grandes, como el cambio climático o los avances en Inteligencia Artificial, que nos van a afectar a todos, pero no sabemos ni cuándo ni cómo. Y eso es lo que produce la ansiedad que reflejan todos los estudios de salud mental.

P. Para que una sociedad sea sana tiene que haber unas reglas claras para todos y un principio fundamental de moralidad pública. Pero uno diría que se han empezado a romper esas barreras de la moralidad si, por ejemplo, una mayoría importante de ciudadanos norteamericanos está dispuesta a perdonar y reelegir a un criminal convicto como Trump. Lo mismo se puede decir en el caso de Marine Le Pen, procesada por incitación al odio o por malversación de fondos europeos

R. Es cierto, vivimos una época con problemas grandes y líderes pequeños. En el mundo de hoy es difícil gobernar. El poder es fácil de obtener, difícil de usar y fácil de perder y por eso estos líderes no encuentran otra manera de sobrevivir y satisfacer a sus seguidores que utilizando todo tipo de tácticas y trucos para mantenerse. Yo los defino como “las tres P”: polarización, populismo y posverdad. Por eso cualquier explicación a este fenómeno se puede resumir en una idea: es muy difícil tener éxito como gobernante.

P. Eso siempre ha sido así, pero que un gobernante tenga un pasado delictivo…

R. Yo tengo un libro sobre eso que se titula “Ilícito: Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo” (2005). Plantea el crimen organizado como una nueva modalidad de criminalidad. Están proliferando los Estados donde el gobierno es el crimen organizado. Aquí ya no estamos hablando de la moralidad, sino de la supervivencia de los países democráticos.

P. Los analistas políticos lo tienen cada vez más complicado y no siempre son tenidos en cuenta por los gobernantes. Usted afirma en su libro: “Se hace difícil pensar a futuro (..) los cambios son demasiado grandes y rápidos (…) el futuro se nos escapa”. ¿Los políticos ignoran a personas como usted o, simplemente, domina el pensamiento cortoplacista?

R. Por supuesto. Pero esto forma parte de otro fenómeno: el desprestigio de los expertos. Hay una lucha abierta contra ellos, y es una lucha muy merecida. Se han equivocado mucho, no han visto cosas que tenían que prever. Y otra cosa interesante: las barreras para acceder a un puesto de comentarista son nulas: cualquiera tiene ahora derecho (y a veces lo utiliza con enorme éxito y valor agregado) a ser un polizonte en este sector, para decir cosas mucho más interesantes, profundas, concretas y eficaces que los expertos oficiales.

P. ¿Podría citar algún ejemplo?

R. No, porque son, literalmente, miles. Alguien, cualquiera que usted conoce, puede perfectamente sentarse un día lleno de indignación y escribir una columna que van a leer diez millones de personas. Y esto cambia la relación de los expertos con los usuarios de la información. Ya no hay un monopolio de las opiniones escritas y los debates internacionales, sino que cualquier persona que tenga cosas interesantes que decir puede hacerlo. Con el problema de que hay también tramposos, mentirosos y manipuladores que inventan datos, que construyen esa posverdad en la uno ya no sabe a quién creer, ni sabe si los datos que se aportan son ciertos o no.

P. Ya en el 2018 usted escribía que ése era el año de los charlatanes, y que sus seguidores eran tanto o más culpables de ese fenómeno porque están “irresponsablemente desinformados, son indolentes y se muestran dispuestos a creer cualquier propuesta, por más descabellada que sea”. ¿Vamos a peor y esto no tiene remedio?

R. Estamos aprendiendo. La gente sabe de las consecuencias de prestar atención a esos charlatanes, pero no sabe cómo manejarlas. Creo que poco a poco crece la conciencia de que hay que ser cuidadoso con el manejo de la información, que no se puede creer todo lo que llega, que no se debe difundir ese material que es peligroso. Lo hemos visto con Rusia y su apuesta estratégica de usar la información para crear inestabilidad y caos entre países democráticos.

P. Muchos analistas, y también usted, consideran que la democracia está en peligro. Su receta en 2021 era “más democracia y crear un consenso acerca de lo grave que es esa amenaza”. Al mismo tiempo, los resultados de las elecciones europeas muestran, por ejemplo, el incremento de votantes, sobre todo de jóvenes entre 18 y 25 años, que han sido seducidos por partidos de extrema derecha que desprecian la democracia…

R. Detrás de todo esto hay una nueva realidad: tenemos grandes problemas con líderes muy limitados. Y esto le da todo el derecho a un joven a decir “no me hables de democracia si la democracia es esto que me estás mostrando”. Los jóvenes tienen otras expectativas. Hay que repensar la política y la economía del siglo XXI. Estamos viendo a cantantes de rock jugando roles importantes para los jóvenes, empresarios como Elon Musk que logran millones de seguidores y esto son respuestas a esos problemas que no son nuevos pero que están ahora en ebullición

P. Los miedos, la angustia ante los grandes cambios, la sensación de ser olvidados por las élites ¿explican el auge en la extrema derecha en Europa y en el mundo? ¿O es la impotencia de la clase política para actuar de manera eficaz y no en términos electoralistas? ¿Nos hemos olvidado definitivamente de conceptos tan importantes como la justicia social o la distribución de la riqueza?

R. Detrás de esas preguntas está la presunción de que hay un modelo que sí ofrece soluciones. Y que las tiene o que, simplemente, por razones de economía política y hasta de corrupción, no las activa. Y, en el fondo, lo que hay es dos temas conectados e importantísimos: cómo manejar la desigualdad económica y el asunto de las migraciones. La economía debe prestarle más atención a la desigualdad y no pensar sólo en términos electorales.

P. Usted explica el origen de la guerra a raíz de un párrafo olvidado, 23, de las conclusiones de la cumbre de la OTAN de abril del 2008, que abría paso a las negociaciones para el ingreso de Ucrania en la Alianza Atlántica. Y añade: “tengo la convicción de que en alguna parte del mundo se produce un párrafo 23 de algún tipo todos los días”. ¿Podría indicar alguno?

R. Si, y está en mi próximo libro que saldrá en el primer trimestre del 2025. Pero, por razones contractuales, no puedo dar detalles.

P. España impulsa el reconocimiento de un Estado palestino como solución al problema. ¿Cree usted que ese reconocimiento es clave?

R. Tanto en Ucrania como en el conflicto palestino israelí el final de la historia es una negociación que, por definición, no va a gustar a nadie. Lo importante es terminar con la matanza. Pero estamos viendo que, para Hamas, continuar activos, seguir con la matanza es una cuestión de supervivencia. Y lo mismo para Netanyahu. Lo evidente es que va a haber una negociación con unos resultados que no van a ser bien vistos por ninguna de las dos partes.

P. La lucha contra la inmigración ilegal ha sido un asunto importante en las elecciones europeas. ¿Cerrar fronteras es la única solución para responder a los miedos ciudadanos y frenar la xenofobia?

R. Es un problema que va a estar con nosotros, con nuestros hijos y nuestros nietos, en todo el mundo. Hay problemas que no tienen solución. Alguien como yo que no es político puede decirlo. Los políticos pueden hablar de avances, de éxitos. Pero la solución sistémica, organizada, global, coordinada entre los países de partida y de llegada, no va a funcionar. Hay que hacerlo segmentadamente, con las partes involucradas en cada región del mundo.

P. La Inteligencia Artificial es, sin duda, un arma poderosa e inquietante. ¿Cuánto de grande es el riesgo de que sea utilizada sobre todo por los “malos”?

R. Cien por cien. Como el resto de las tecnologías, es un arma de doble filo. Todas las tecnologías nuevas son una bendición, porque permiten avances en muchas enfermedades y solucionar problemas históricos de la Humanidad, y una maldición, que facilitará a agentes malignos el conseguir poder y dinero.

Fuente: Politica Exterior

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