América Latina enfrenta dos crisis: una de fondo y una urgente. Partamos por la de fondo: nuestra educación en matemáticas está fallando, precisamente, cuando necesitamos profesionales capaces de analizar datos y programar para la tecnología de mañana. Los estudiantes de 15 años de edad en la región están rezagados en cerca de dos años en su aprendizaje en comparación con sus pares en países desarrollados, de acuerdo a datos de la prueba internacional PISA.
A la crisis de fondo se suma una urgente.
En marzo, muchas escuelas cerraron sus puertas por la pandemia de covid-19 y más de 165 millones de estudiantes en América Latina tuvieron que aprender desde sus casas. Los países lanzaron iniciativas de enseñanza remota de emergencia, haciendo uso de plataformas en línea, televisión y radio. Ahora, la región se prepara para la reapertura de las escuelas pero, dada la situación sanitaria, muchos estudiantes seguirán aprendiendo de forma virtual o bajo un modelo hibrido que combine aprendizaje tanto en la casa como el hogar. ¿Cómo podemos usar la tecnología mejor para asegurar los aprendizajes de los estudiantes?
Nuestro nuevo libro Aprender matemática en el siglo XXI: a sumar con tecnología, sugiere algunas pistas. La primera tiene que ver con la materia que se enseña. Tradicionalmente, el aprendizaje de matemáticas ha priorizado la mecánica memorización de fórmulas y su aplicación. En cambio, en los tiempos actuales los expertos recomiendan enfatizar la resolución de problemas reales, donde los estudiantes analizan y comprenden una situación y generan una respuesta con base en operaciones matemáticas diversas. Por ejemplo, se le pide a un estudiante que calcule el presupuesto necesario para poner un nuevo piso en la cocina de su casa, lo que requiere tomar medidas, hacer un cálculo de área y luego usar el concepto de proporcionalidad para estimar el coste. Muchos estudiantes tienen problemas en realizar esta transición. En algunos casos, estas limitaciones tienen que ver con la formación que han recibido los docentes, los cuales han aprendido matemáticas usando métodos tradicionales que ya van quedando en desuso en los países desarrollados.
La segunda pista está vinculada con cómo se usa la tecnología para fortalecer el aprendizaje. Varios países de la región realizaron inversiones muy significativas en tecnología en el pasado, pero los resultados no han sido los esperados. La simple entrega de computadoras o Internet sin guías claras respecto a cómo se deben usar estos recursos generan resultados en aprendizaje limitados. La recomendación es guiar el uso de los recursos tecnológicos de forma clara y específica. Por ejemplo, se puede instalar un laboratorio de computación en una escuela y definir claramente cómo los estudiantes lo usarán, qué software utilizarán y para qué materia.
La tercera pista es que no solo hay que guiar, sino que hay que hacerlo bien. Esto quiere decir: usar la tecnología para aprovechar sus ventajas comparativas. Como ejemplo, pensemos que la retroalimentación es un elemento clave en el aprendizaje para que los estudiantes reconozcan sus errores y puedan aprender de los mismos. Ofrecer retroalimentación rápida y pertinente a cada estudiante es difícil para docentes sobrecargados de trabajo. Las plataformas de aprendizaje que monitorean y dan seguimiento al progreso de los estudiantes permiten automatizar esta tarea.
La cuarta pista es apoyar a los docentes con programas de tecnología. Esto incluye la provisión de tecnología e Internet. También incluye el uso de plataformas para el aprendizaje y de recursos para que los docentes pueden facilitar el proceso de adaptación de estas herramientas por parte de sus estudiantes. Hay varias maneras de lograrlo, pero la idea es priorizar el aprendizaje entre pares más que capacitaciones teóricas y generales para cambiar el comportamiento de los docentes en el aula.
En el libro presentamos algunos ejemplos en Colombia, Chile y Estados Unidos que han funcionado. Aprovechan de distintas formas las ventajas de la tecnología como la retroalimentación explicada anteriormente, pero también la gamificación, es decir, el trabajo pedagógico que usa elementos del juego, y el trabajo en equipo entre estudiantes o la instrucción diferenciada. En Chile tienen un programa exitoso llamado ConectaIdeas que incluye torneos de matemáticas entre colegios, como si fueran partidos de fútbol.
Fuente: Revista de Prensa
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