Un equipo de técnicos bolivianos del Servicio Nacional de Información Minero Metalúrgica, dependiente de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), crea Scrinia, un software de gestión documental integrada. Este sistema tiene el objetivo de modernizar "todo el ciclo vital de los documentos de dicho archivo”.
"Scrinia es un software propietario y trae nueve módulos que ayudarán en la normalización del tratamiento archivístico desde la fase de producción documental hasta el destino final de los expedientes. Además, permitirá digitalizar los documentos históricos que existen en el archivo”, dijo Carola Campos, archivista y Jefa Nacional de Procesos Técnicos del Sistema de Archivo de la Comibol.
"El módulo principal es el kernel, que contiene los cuadros de clasificación de los fondos documentales que custodia el Archivo. Permite el control de las tipologías documentales, la descripción archivística, la generación normalizada de expedientes electrónicos, el uso de la firma digital, el control de los trámites y un largo etcétera”, dice la presentación de este proyecto.
"Es el primer software de gestión documental creado con todas esas características a nivel nacional”, dijo Campos e indicó que Scrinia será aplicado en todas las empresas y oficinas que tiene Comibol en Bolivia.
El software será presentado hoy, a las 8:30, en el auditorio del Archivo Histórico de la Minería Nacional, dependiente del Servicio Nacional de Información Minero Metalúrgica de la Comibol, ubicado en la calleja de los Archiveros, 100, en El Alto.
Para la implementación de este sistema, los expertos realizaron estudios detallados de la base legal nacional y comparada, de la estructura orgánica de la Comibol, del análisis de la minería boliviana, la teoría y praxis archivística, y otros aspectos inherentes a la administración de las empresas públicas.
Según Campos, antes de comenzar el proyecto, se realizó una evaluación de costos de los enlatados que se venden desde el exterior. "Luego de ese estudio, decidimos hacer este software con profesionales bolivianos. Para ello, hemos conformado un equipo multidisciplinario”, comentó. Además, la experta aseguró que se conformó el equipo de más de 10 personas como desarrolladores, analistas, historiadores, archivistas, administradores de empresas y abogados.
El proceso de creación de Scrinia comenzó en el año 2012. "Realizamos el análisis de todos los requerimientos que exige este tipo de software”, explicó José Luis Sanabria, uno de los técnicos del Servicio Nacional de Información Minero Metalúrgica.
Sanabria explicó además que una característica de Scrinia en su primera fase es la colaboración en la gestión de trámites. "Nos ayudará a reducir el excesivo uso de papel y fotocopias. Además, permitirá a los usuarios buscar los documentos en línea a través de un número de trámite”, dijo.
La segunda fase del software, según Sanabria, consiste en la digitalización de toda la documentación archivística de Comibol, como los papeles de Hoschild y Aramayo. "Desde 2015, ya se comenzó la digitalización”, añadió.
Según los técnicos, este nuevo software trae además importantes aportes para incorporar la gestión electrónica en un archivo, la generación de expedientes electrónicos de la producción documental normalizada y la digitalización de documentos, entre otros.
Luis Oporto, historiador: Es un avance en archivística.
El Archivo Histórico de la Minería Nacional, uno de los proyectos archivísticos más sólidos que inició sus actividades en mayo del 2004, da un paso significativo en la gestión archivística al proponer un software propietario que facilita el control de la gestión documental desde la fase del trámite hasta su destino final, atravesando transversalmente las fases del ciclo vital de los documentos, aplicando en este modelo las nuevas tendencias y paradigmas archivísticos del primer mundo, apropiándose de la teoría archivística internacional adaptándola a la realidad nacional, mediante el análisis de la legislación nacional vigente adecuándola a la realidad archivística de la Corporación Minera de Bolivia.
Es un software hecho por informáticos bolivianos con el asesoramiento de expertos en archivística, legislación y administración de empresas. Felicitamos al personal del Sistema de Archivo de la Comibol por este aporte al desarrollo de la Archivística boliviana.
Se inscribe en un contexto de modernización más amplio, que está acorde con los cambios que se operan en la Comibol.
Fuente: Telecombol
Imagen: La Patria
Sitio para difundir investigaciones, analisis y opiniones sobre las TIC en Bolivia, sus connotaciones sociales culturales y economicas. Invitamos a comentar.
miércoles, 29 de marzo de 2017
lunes, 27 de marzo de 2017
‘Big Data’: ¿antídoto contra la corrupción?
En los últimos años hemos presenciado una transición sin precedentes en nuestra historia: datos de diversa naturaleza sobre el comportamiento humano (qué hacemos, dónde vamos, cuánto gastamos, qué consumimos, con quién nos comunicamos…) han pasado de ser un recurso no existente o muy escaso a estar disponibles de manera masiva y en tiempo real. Esta disponibilidad de grandes cantidades de datos (big data) sobre cada uno de nosotros está cambiando profundamente el mundo y ha dado lugar a la aparición de una nueva disciplina llamada Ciencias Sociales Computacionales. Las finanzas, la economía, la salud, la medicina, la física, la biología, la política, el marketing, el periodismo y el urbanismo, entre otras, han experimentado el impacto de este fenómeno. El análisis de datos agregados sobre el comportamiento humano a gran escala nos abre oportunidades extraordinarias para entender y modelar patrones de conducta, así como para ayudar en la toma de decisiones, de manera que ya no seamos los humanos quienes decidamos, sino que las decisiones vengan determinadas por algoritmos construidos a partir de esos datos. ¿Por qué querríamos que un algoritmo decida?
Esta idea de algoritmos que deciden en lugar de personas puede resultar inquietante. Pero no debemos olvidar que la historia está plagada de innumerables ejemplos de sesgos extremos en el proceso de toma de decisiones por humanos —en particular desde las estructuras de poder en la distribución de recursos, la justicia, la igualdad o los bienes públicos—. Esto ha dado lugar a resultados ineficientes, corruptos, injustos, con graves conflictos de intereses y con consecuencias en muchos casos devastadoras para millones de personas (algunos ejemplos recientes: la crisis económica, las hipotecas con cláusulas suelo, los casos de corrupción…). Frente a esto, el desarrollo de algoritmos para la toma de decisiones basados en datos refleja la búsqueda de objetividad y la aspiración de llegar a decidir basándose en evidencias de manera que se eliminen —o al menos se minimicen— la discriminación, la corrupción, la injusticia o la ineficiencia de las que, desgraciadamente, no escapan las decisiones humanas. En el contexto del bien social, William Easterly propone el concepto de la “tiranía de los expertos”, según el cual economistas, centro de estudios, agencias de ayuda humanitaria, analistas y expertos han dominado proyectos globales de desarrollo económico y de reducción de la pobreza. Como consecuencia de esta “tiranía”, se ha observado que los expertos han favorecido a menudo soluciones tecnocráticas que muchas veces no han respetado los derechos individuales de los ciudadanos y no han logrado tener el impacto positivo esperado.
Dado el potencial de los datos, en los últimos años ha aparecido un fértil campo de investigación enfocado al desarrollo de fórmulas para la toma de decisiones en el área de las mejoras sociales, es decir, algoritmos que influyen en las decisiones y en la optimización de recursos. Estos algoritmos están diseñados para analizar cantidades ingentes de información de distintas fuentes y, de manera automática, seleccionar los datos relevantes para usarlos de forma concreta. Es lo que se conoce como big data para el bien social. Y en ese campo se han llevado a cabo proyectos que han analizado el valor de los datos para entender el desarrollo económico de una región, predecir el crimen, modelar la propagación de enfermedades infecciosas como la gripe o el ébola, estimar las emisiones de CO2 o cuantificar el impacto de desastres naturales. Tanto investigadores como Gobiernos, ONG, empresas y grupos de ciudadanos están experimentando activamente, innovando y adaptando herramientas de toma de decisiones para alcanzar soluciones que estén basadas en el análisis de información. El potencial es inmenso, y esa es justamente una de las motivaciones de mi trabajo de investigación en este área.
Corremos el riesgo de sustituir la ‘tiranía de los expertos’ por la ‘tiranía de los datos’.
Dentro de la comunidad científica también se han identificado una serie de retos sociales, éticos y legales relacionados con la toma de decisiones de manera algorítmica, que afectan a cuestiones como la privacidad, la seguridad, la transparencia, la ambigüedad con relación a la responsabilidad, los sesgos o la discriminación. De hecho, en 2014, la Casa Blanca publicó el informe Big Data: capturando oportunidades, preservando valores, que subraya la discriminación potencial que pueden contener los datos e identifica ciertos riesgos con relación al uso de datos personales para tomar decisiones sobre el crédito, la salud o el empleo de las personas. Corremos el riesgo de sustituir la “tiranía de los expertos” por una “tiranía de los datos” si no somos conscientes y tomamos medidas para minimizar o eliminar las limitaciones inherentes en las decisiones basadas en datos.
Para poder aprovechar adecuadamente el potencial de las decisiones basadas en datos y avanzar hacia un mundo más justo, honesto e igualitario hay cuatro retos importantes que debemos resolver en el empleo de algoritmos en la toma de decisiones.
El primer escollo es la garantía de la privacidad de las personas. A medida que los algoritmos tienen acceso a datos procedentes de un número creciente de fuentes, incluso cuando dichos datos son anónimos, de su cruce y combinación podrían inferirse ciertas características sobre una persona en particular, aunque esta información nunca haya sido desvelada por la misma, como ilustra el trabajo de Yves Alexandre de Montjoye. Afortunadamente, pueden tomarse medidas para minimizar o eliminar este impacto en la privacidad, como la agregación de datos anónimos.
Las conclusiones a las que podemos llegar son clave para afrontar los grandes retos de nuestra especie.
Otro reto es la asimetría en el acceso a la información. Podríamos llegar a una situación en la que una minoría tiene acceso a datos y dispone del conocimiento y las herramientas necesarias para analizarlos, mientras que una mayoría no. Esta situación exacerbaría la asimetría ya existente en la distribución del poder entre los Gobiernos o las empresas, de una parte, y las personas, de otra. Iniciativas para promover datos abiertos (open data) y programas de educación que fomenten la alfabetización digital y el análisis de datos son dos ejemplos de medidas que se podrían desarrollar para mitigar esto.
El tercer punto controvertido es la opacidad de los algoritmos. Jenna Burrell habla de un marco que caracteriza la opacidad de los algoritmos en tres tipos: 1) opacidad intencionada, donde el objetivo es la protección de la propiedad intelectual; 2) opacidad por ignorancia, porque la mayoría de los ciudadanos carecen del conocimiento técnico para entender los algoritmos de inteligencia artificial subyacentes; y 3) opacidad intrínseca, resultado de la naturaleza de las operaciones matemáticas utilizadas, que en muchas ocasiones son muy difíciles o imposibles de interpretar. Estos tipos de opacidad pueden minimizarse con la introducción de legislación que obligue al uso de sistemas abiertos, con programas educativos en pensamiento computacional, con iniciativas para explicar a ciudadanos sin conocimientos técnicos cómo funcionan los algoritmos de toma de decisiones y con el uso de modelos de inteligencia artificial que sean fácilmente interpretables, aunque satisfacer tal condición implique utilizar modelos más sencillos u obtener resultados menores si se comparan con los obtenidos con modelos tipo caja negra.
Cifras que generamos: Cada día se crean 2,5 trillones de bytes de datos, según un estudio de IBM del año 2012.
El último reto es la exclusión social y la discriminación en potencia que podrían resultar de las decisiones tomadas por algoritmos basados en datos. Los motivos pueden ser múltiples: en primer lugar, los datos que se utilicen pueden contener sesgos que queden plasmados en dichos algoritmos; además, si no se utilizan los modelos correctamente, los resultados podrían ser discriminatorios —esto ha quedado demostrado en el reciente trabajo de Toon Calders e Indr Žliobaitė—. Otro riesgo es que a ciertos individuos se les denieguen oportunidades debido no a sus propias acciones, sino a acciones de otras personas con las que comparten algunas características. Por ejemplo, algunas empresas de tarjetas de crédito han reducido los límites de crédito de clientes no basándose en su propio historial financiero, sino a partir del análisis de datos de otros clientes con un historial financiero muy deficiente, pero que habían comprado en las mismas tiendas donde habían consumido los clientes castigados, como refleja un informe de la Federal Trade Commission en EE UU. Por esto es de vital importancia conocer bien tanto las virtudes como los problemas de los datos y de los modelos utilizados, y llevar a cabo los análisis necesarios para identificar y cuantificar las posibles limitaciones.
Afortunadamente, estos retos no son insalvables. El potencial de los datos para ayudar a mejorar el mundo es inmenso en numerosas áreas, incluyendo la salud pública, la respuesta ante desastres naturales y situaciones de crisis, la seguridad ciudadana, el calentamiento global, la educación, la planificación urbana, el desarrollo económico o la elaboración de estadísticas. De hecho, el uso del big data es un elemento central en los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (SDG) de Naciones Unidas: los datos —y las conclusiones a las que podemos llegar gracias a su análisis— son y serán un elemento clave para ayudarnos a abordar los grandes retos a los que nos enfrentamos como especie.
Bien usados, los datos ofrecen la oportunidad de democratizar ciertas decisiones, superando la “tiranía de expertos” mencionada anteriormente y consiguiendo que las decisiones respondan a variables menos sujetas a la arbitrariedad de unos pocos. Pero también debemos encontrar un equilibrio y asumir la responsabilidad de no caer en una “tiranía de datos”. Solo desde un compromiso colectivo que implique tanto a investigadores, políticos y otros agentes sociales como a los ciudadanos —a cualquiera que pueda estar leyendo este artículo— podremos explorar y aprovechar las posibilidades potenciales que los datos ofrecen para la consecución del bien común, el nuestro y el de generaciones futuras. Tenemos una oportunidad que no debemos —ni podemos— dejar pasar.
Fuente: El Pais
Imagen: Digital House
Esta idea de algoritmos que deciden en lugar de personas puede resultar inquietante. Pero no debemos olvidar que la historia está plagada de innumerables ejemplos de sesgos extremos en el proceso de toma de decisiones por humanos —en particular desde las estructuras de poder en la distribución de recursos, la justicia, la igualdad o los bienes públicos—. Esto ha dado lugar a resultados ineficientes, corruptos, injustos, con graves conflictos de intereses y con consecuencias en muchos casos devastadoras para millones de personas (algunos ejemplos recientes: la crisis económica, las hipotecas con cláusulas suelo, los casos de corrupción…). Frente a esto, el desarrollo de algoritmos para la toma de decisiones basados en datos refleja la búsqueda de objetividad y la aspiración de llegar a decidir basándose en evidencias de manera que se eliminen —o al menos se minimicen— la discriminación, la corrupción, la injusticia o la ineficiencia de las que, desgraciadamente, no escapan las decisiones humanas. En el contexto del bien social, William Easterly propone el concepto de la “tiranía de los expertos”, según el cual economistas, centro de estudios, agencias de ayuda humanitaria, analistas y expertos han dominado proyectos globales de desarrollo económico y de reducción de la pobreza. Como consecuencia de esta “tiranía”, se ha observado que los expertos han favorecido a menudo soluciones tecnocráticas que muchas veces no han respetado los derechos individuales de los ciudadanos y no han logrado tener el impacto positivo esperado.
Dado el potencial de los datos, en los últimos años ha aparecido un fértil campo de investigación enfocado al desarrollo de fórmulas para la toma de decisiones en el área de las mejoras sociales, es decir, algoritmos que influyen en las decisiones y en la optimización de recursos. Estos algoritmos están diseñados para analizar cantidades ingentes de información de distintas fuentes y, de manera automática, seleccionar los datos relevantes para usarlos de forma concreta. Es lo que se conoce como big data para el bien social. Y en ese campo se han llevado a cabo proyectos que han analizado el valor de los datos para entender el desarrollo económico de una región, predecir el crimen, modelar la propagación de enfermedades infecciosas como la gripe o el ébola, estimar las emisiones de CO2 o cuantificar el impacto de desastres naturales. Tanto investigadores como Gobiernos, ONG, empresas y grupos de ciudadanos están experimentando activamente, innovando y adaptando herramientas de toma de decisiones para alcanzar soluciones que estén basadas en el análisis de información. El potencial es inmenso, y esa es justamente una de las motivaciones de mi trabajo de investigación en este área.
Corremos el riesgo de sustituir la ‘tiranía de los expertos’ por la ‘tiranía de los datos’.
Dentro de la comunidad científica también se han identificado una serie de retos sociales, éticos y legales relacionados con la toma de decisiones de manera algorítmica, que afectan a cuestiones como la privacidad, la seguridad, la transparencia, la ambigüedad con relación a la responsabilidad, los sesgos o la discriminación. De hecho, en 2014, la Casa Blanca publicó el informe Big Data: capturando oportunidades, preservando valores, que subraya la discriminación potencial que pueden contener los datos e identifica ciertos riesgos con relación al uso de datos personales para tomar decisiones sobre el crédito, la salud o el empleo de las personas. Corremos el riesgo de sustituir la “tiranía de los expertos” por una “tiranía de los datos” si no somos conscientes y tomamos medidas para minimizar o eliminar las limitaciones inherentes en las decisiones basadas en datos.
Para poder aprovechar adecuadamente el potencial de las decisiones basadas en datos y avanzar hacia un mundo más justo, honesto e igualitario hay cuatro retos importantes que debemos resolver en el empleo de algoritmos en la toma de decisiones.
El primer escollo es la garantía de la privacidad de las personas. A medida que los algoritmos tienen acceso a datos procedentes de un número creciente de fuentes, incluso cuando dichos datos son anónimos, de su cruce y combinación podrían inferirse ciertas características sobre una persona en particular, aunque esta información nunca haya sido desvelada por la misma, como ilustra el trabajo de Yves Alexandre de Montjoye. Afortunadamente, pueden tomarse medidas para minimizar o eliminar este impacto en la privacidad, como la agregación de datos anónimos.
Las conclusiones a las que podemos llegar son clave para afrontar los grandes retos de nuestra especie.
Otro reto es la asimetría en el acceso a la información. Podríamos llegar a una situación en la que una minoría tiene acceso a datos y dispone del conocimiento y las herramientas necesarias para analizarlos, mientras que una mayoría no. Esta situación exacerbaría la asimetría ya existente en la distribución del poder entre los Gobiernos o las empresas, de una parte, y las personas, de otra. Iniciativas para promover datos abiertos (open data) y programas de educación que fomenten la alfabetización digital y el análisis de datos son dos ejemplos de medidas que se podrían desarrollar para mitigar esto.
El tercer punto controvertido es la opacidad de los algoritmos. Jenna Burrell habla de un marco que caracteriza la opacidad de los algoritmos en tres tipos: 1) opacidad intencionada, donde el objetivo es la protección de la propiedad intelectual; 2) opacidad por ignorancia, porque la mayoría de los ciudadanos carecen del conocimiento técnico para entender los algoritmos de inteligencia artificial subyacentes; y 3) opacidad intrínseca, resultado de la naturaleza de las operaciones matemáticas utilizadas, que en muchas ocasiones son muy difíciles o imposibles de interpretar. Estos tipos de opacidad pueden minimizarse con la introducción de legislación que obligue al uso de sistemas abiertos, con programas educativos en pensamiento computacional, con iniciativas para explicar a ciudadanos sin conocimientos técnicos cómo funcionan los algoritmos de toma de decisiones y con el uso de modelos de inteligencia artificial que sean fácilmente interpretables, aunque satisfacer tal condición implique utilizar modelos más sencillos u obtener resultados menores si se comparan con los obtenidos con modelos tipo caja negra.
Cifras que generamos: Cada día se crean 2,5 trillones de bytes de datos, según un estudio de IBM del año 2012.
El último reto es la exclusión social y la discriminación en potencia que podrían resultar de las decisiones tomadas por algoritmos basados en datos. Los motivos pueden ser múltiples: en primer lugar, los datos que se utilicen pueden contener sesgos que queden plasmados en dichos algoritmos; además, si no se utilizan los modelos correctamente, los resultados podrían ser discriminatorios —esto ha quedado demostrado en el reciente trabajo de Toon Calders e Indr Žliobaitė—. Otro riesgo es que a ciertos individuos se les denieguen oportunidades debido no a sus propias acciones, sino a acciones de otras personas con las que comparten algunas características. Por ejemplo, algunas empresas de tarjetas de crédito han reducido los límites de crédito de clientes no basándose en su propio historial financiero, sino a partir del análisis de datos de otros clientes con un historial financiero muy deficiente, pero que habían comprado en las mismas tiendas donde habían consumido los clientes castigados, como refleja un informe de la Federal Trade Commission en EE UU. Por esto es de vital importancia conocer bien tanto las virtudes como los problemas de los datos y de los modelos utilizados, y llevar a cabo los análisis necesarios para identificar y cuantificar las posibles limitaciones.
Afortunadamente, estos retos no son insalvables. El potencial de los datos para ayudar a mejorar el mundo es inmenso en numerosas áreas, incluyendo la salud pública, la respuesta ante desastres naturales y situaciones de crisis, la seguridad ciudadana, el calentamiento global, la educación, la planificación urbana, el desarrollo económico o la elaboración de estadísticas. De hecho, el uso del big data es un elemento central en los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (SDG) de Naciones Unidas: los datos —y las conclusiones a las que podemos llegar gracias a su análisis— son y serán un elemento clave para ayudarnos a abordar los grandes retos a los que nos enfrentamos como especie.
Bien usados, los datos ofrecen la oportunidad de democratizar ciertas decisiones, superando la “tiranía de expertos” mencionada anteriormente y consiguiendo que las decisiones respondan a variables menos sujetas a la arbitrariedad de unos pocos. Pero también debemos encontrar un equilibrio y asumir la responsabilidad de no caer en una “tiranía de datos”. Solo desde un compromiso colectivo que implique tanto a investigadores, políticos y otros agentes sociales como a los ciudadanos —a cualquiera que pueda estar leyendo este artículo— podremos explorar y aprovechar las posibilidades potenciales que los datos ofrecen para la consecución del bien común, el nuestro y el de generaciones futuras. Tenemos una oportunidad que no debemos —ni podemos— dejar pasar.
Fuente: El Pais
Imagen: Digital House
jueves, 23 de marzo de 2017
Internet está salvando la cultura, no matándola
El secreto para lograr la longevidad como un experto es hacer predicciones que no se puedan comprobar con facilidad. Así que aquí va una para la cápsula del tiempo: dentro de 200 años, más o menos, la gente-robot de la Tierra verá los primeros años del siglo XXI como el comienzo de un renacimiento extraordinario del arte y la cultura.
Todo lo anterior puede sonar poco probable para quienes vivimos el presente. En las última décadas hemos visto cómo la tecnología ha amenazado el antiguo orden de los negocios culturales, entre ellos la aniquilación de la industria musical, la muerte de la suscripción por cable, la debacle de los periódicos y la penuria de las librerías independientes.
Sin embargo, la situación está cambiando; para la gente del futuro, nuestra época podría ser recordada como un periodo de rejuvenecimiento y renovación.
Parte de esta historia se encuentra en el arte. En casi todos los formatos culturales, ya sean películas, música, libros o artes visuales, la tecnología digital está permitiendo el surgimiento de nuevas voces, está creando nuevos formatos para la exploración y está dejando que los fanáticos y otros creadores participen en una remezcla gloriosa de las obras. Esto no es nuevo: desde los blogs hasta los podcasts pasando por YouTube, en los últimos 20 años ha habido una sucesión de formatos que ha eliminado las barreras para el surgimiento de lo nuevo.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo, la dimensión comercial de la cultura estuvo bajo ataque. Internet enseñó a toda una generación que el contenido no era algo por lo que se debía pagar. Por lo tanto, durante años, las empresas de contenido digital —en especial los negocios de noticias en línea— estuvieron condenadas a buscar un modelo comercial que solo fuera posible a escala y con base en la publicidad. Intentaron llegar a millones de lectores, espectadores o escuchas con la esperanza de obtener centavos por cada usuario que viera los anuncios. No solo fue insostenible, sino que también estaba arruinando la cultura: no dejó espacio para los actos más pequeños y los nichos más sutiles, e hizo que todo se volviera una lucha para obtener clics. El panorama se veía sombrío.
Pero ahora algo sorprendente ha sucedido.
En años recientes, y en los últimos 12 meses con mayor intensidad, la gente comenzó a pagar por el contenido en línea. Lo están haciendo a un ritmo acelerado, de manera recurrente y confiable, a menudo por medio de suscripciones. Y están pagando por todo.
Ya se sabía del aumento de las plataformas de medios basadas en suscripciones: cosas como Amazon Prime, Netflix, Hulu, HBO, Spotify y Apple Music. No obstante, la gente también está pagando por contenido menos convencional y específico para públicos más pequeños. Se están suscribiendo para escuchar a creadores de podcasts, ver a comediantes y estrellas chifladas de YouTube, así como para obtener el contenido de novelistas y artistas de cómic.
Incluso están pagando para leer noticias.
Es difícil exagerar la importancia de todo esto. Más de 20 años después de que por primera vez llamara la atención y comenzara a destruir todo lo relacionado con el financiamiento de la cultura, la economía digital finalmente está empezando a fusionarse con una manera sustentable de respaldar los contenidos. Si siguen aumentando las suscripciones, no solo significará que algunos de sus creadores favoritos sobrevivirán al internet, sino que también podría provocar un cambio profundo en la forma en que encontramos y mantenemos al nuevo talento cultural. Podría haber una variedad más amplia de artistas y arte y se podrían forjar conexiones más cercanas entre la gente que produce arte y la que lo disfruta.
“Las tendencias macro son muy estimulantes y fascinantes”, dijo Jack Conte, fundador de Patreon, una de las empresas al frente de la revolución de las suscripciones. Patreon permite que la gente se suscriba al trabajo de los artistas, pero en vez de financiar proyectos específicos, como en Kickstarter, se hace de manera recurrente.
“Queremos cambiar completamente el mecanismo de financiamiento que impulsa la producción del contenido en línea”, señaló Conte. “Queremos cambiar la manera en que se paga por las cosas y cómo funciona la red. Para nosotros es un problema muy pero muy importante”.
Conte fundó Patreon en 2013 y desde entonces ha financiado 100 millones de dólares en arte, mientras que los creadores de la plataforma están duplicando sus ingresos cada año. Los mejores creadores pueden ganar miles de dólares al mes. En 2016, más de 35 artistas recaudaron cada uno más de 150.000 dólares en la plataforma.
“Sí creo que algo cambió culturalmente”, dijo Conte. “Esta nueva generación está más preocupada por el impacto social. Existe un deseo de votar con sus dólares, su tiempo y su atención”.
También está sucediendo algo similar en el negocio de las noticias. The New York Times y muchos otros periódicos informaron que hubo una explosión de suscripciones después de que Donald Trump ganara las elecciones el año pasado en Estados Unidos.
La tendencia no ha ido a la baja: la semana pasada, este periódico informó que, en los últimos meses, un programa que recauda “patrocinios” para estudiantes acumuló suficiente dinero para que 1,3 millones de estudiantes tuvieran acceso a NYTimes.com. El dinero provino de más de 15.500 personas, entre ellas un donante anónimo que aportó 1 millón de dólares. En su informe de ganancias del mes pasado, The New York Times también reveló que en este momento tiene más de tres millones de suscriptores para sus versiones impresas y digitales.
En todo el mundo hay otras suscripciones que también están creciendo. En 2016, los usuarios de Apple gastaron 2,7 mil millones en suscripciones en la App Store, un aumento del 74 por ciento en relación a 2015. La semana pasada, Spotify anunció que en 2016 su base de suscriptores aumentó dos tercios, de 30 a 50 millones. Apple Music ha registrado a 20 millones de suscriptores en casi año y medio. En el último trimestre de 2016, Netflix sumó 7 millones más de nuevos suscriptores, una cantidad que rebasó sus expectativas y rompió el récord de la empresa.
Ahora tiene casi 94 millones de suscriptores.
Ha habido críticas a las enormes plataformas de contenido por el modo en que tratan a los artistas. Aunque muchas personas estén pagando servicios como Spotify, los críticos aseguran que puede ser difícil para los músicos ganarse la vida con la plataforma, en especial para los más pequeños.
Sin embargo, muchos artistas están encontrando la manera de revertir estas dificultades. Gracias a Facebook, Instagram y Twitter, hoy los artistas pueden establecer relaciones cercanas con sus seguidores. Pueden vender sus productos y ofrecer promociones y contenidos exclusivos para sus fanáticos. Además, después de que encuentran un público, pueden utilizar sitios como Patreon para obtener un pago confiable de parte de sus seguidores más leales.
No es fácil encontrar este tipo de acuerdos alternativos; se necesita tiempo, esfuerzo y habilidades en artes poco comunes (como la manera en que funciona el mercadeo de las redes sociales). De todos modos, hay señales de que las cosas están yendo viento en popa: en la entrega de los Grammy del año pasado, el ganador del premio al mejor artista nuevo fue Chance the Rapper, famoso —y lo dice con orgullo— por haber rechazado todas las ofertas que tuvo para firmar con un sello discográfico e incluso para vender su música.
Aunque hay dificultades para moverse en el moderno mercado cultural, también hay un lado positivo.
“Ahora puedo tener una vida normal”, aseguró Peter Hollens, quien crea videos en YouTube donde canta a capela versiones de otros artistas. Hollens vive en Eugene, Oregon, y ahora gana alrededor de 20.000 dólares al mes gracias a su página de Patreon. El dinero le permite contratar servicios de producción y aumentar su rendimiento, pero también le brinda algo más: una sensación de seguridad.
“No tengo que salir de gira y tocar en bares”, explicó. “Puedo ser padre y esposo. Esto normaliza mi carrera. Normaliza la carrera de los artistas, que nunca ha sido normalizada”.
Fuente: New York Times
Todo lo anterior puede sonar poco probable para quienes vivimos el presente. En las última décadas hemos visto cómo la tecnología ha amenazado el antiguo orden de los negocios culturales, entre ellos la aniquilación de la industria musical, la muerte de la suscripción por cable, la debacle de los periódicos y la penuria de las librerías independientes.
Sin embargo, la situación está cambiando; para la gente del futuro, nuestra época podría ser recordada como un periodo de rejuvenecimiento y renovación.
Parte de esta historia se encuentra en el arte. En casi todos los formatos culturales, ya sean películas, música, libros o artes visuales, la tecnología digital está permitiendo el surgimiento de nuevas voces, está creando nuevos formatos para la exploración y está dejando que los fanáticos y otros creadores participen en una remezcla gloriosa de las obras. Esto no es nuevo: desde los blogs hasta los podcasts pasando por YouTube, en los últimos 20 años ha habido una sucesión de formatos que ha eliminado las barreras para el surgimiento de lo nuevo.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo, la dimensión comercial de la cultura estuvo bajo ataque. Internet enseñó a toda una generación que el contenido no era algo por lo que se debía pagar. Por lo tanto, durante años, las empresas de contenido digital —en especial los negocios de noticias en línea— estuvieron condenadas a buscar un modelo comercial que solo fuera posible a escala y con base en la publicidad. Intentaron llegar a millones de lectores, espectadores o escuchas con la esperanza de obtener centavos por cada usuario que viera los anuncios. No solo fue insostenible, sino que también estaba arruinando la cultura: no dejó espacio para los actos más pequeños y los nichos más sutiles, e hizo que todo se volviera una lucha para obtener clics. El panorama se veía sombrío.
Pero ahora algo sorprendente ha sucedido.
En años recientes, y en los últimos 12 meses con mayor intensidad, la gente comenzó a pagar por el contenido en línea. Lo están haciendo a un ritmo acelerado, de manera recurrente y confiable, a menudo por medio de suscripciones. Y están pagando por todo.
Ya se sabía del aumento de las plataformas de medios basadas en suscripciones: cosas como Amazon Prime, Netflix, Hulu, HBO, Spotify y Apple Music. No obstante, la gente también está pagando por contenido menos convencional y específico para públicos más pequeños. Se están suscribiendo para escuchar a creadores de podcasts, ver a comediantes y estrellas chifladas de YouTube, así como para obtener el contenido de novelistas y artistas de cómic.
Incluso están pagando para leer noticias.
Es difícil exagerar la importancia de todo esto. Más de 20 años después de que por primera vez llamara la atención y comenzara a destruir todo lo relacionado con el financiamiento de la cultura, la economía digital finalmente está empezando a fusionarse con una manera sustentable de respaldar los contenidos. Si siguen aumentando las suscripciones, no solo significará que algunos de sus creadores favoritos sobrevivirán al internet, sino que también podría provocar un cambio profundo en la forma en que encontramos y mantenemos al nuevo talento cultural. Podría haber una variedad más amplia de artistas y arte y se podrían forjar conexiones más cercanas entre la gente que produce arte y la que lo disfruta.
“Las tendencias macro son muy estimulantes y fascinantes”, dijo Jack Conte, fundador de Patreon, una de las empresas al frente de la revolución de las suscripciones. Patreon permite que la gente se suscriba al trabajo de los artistas, pero en vez de financiar proyectos específicos, como en Kickstarter, se hace de manera recurrente.
“Queremos cambiar completamente el mecanismo de financiamiento que impulsa la producción del contenido en línea”, señaló Conte. “Queremos cambiar la manera en que se paga por las cosas y cómo funciona la red. Para nosotros es un problema muy pero muy importante”.
Conte fundó Patreon en 2013 y desde entonces ha financiado 100 millones de dólares en arte, mientras que los creadores de la plataforma están duplicando sus ingresos cada año. Los mejores creadores pueden ganar miles de dólares al mes. En 2016, más de 35 artistas recaudaron cada uno más de 150.000 dólares en la plataforma.
“Sí creo que algo cambió culturalmente”, dijo Conte. “Esta nueva generación está más preocupada por el impacto social. Existe un deseo de votar con sus dólares, su tiempo y su atención”.
También está sucediendo algo similar en el negocio de las noticias. The New York Times y muchos otros periódicos informaron que hubo una explosión de suscripciones después de que Donald Trump ganara las elecciones el año pasado en Estados Unidos.
La tendencia no ha ido a la baja: la semana pasada, este periódico informó que, en los últimos meses, un programa que recauda “patrocinios” para estudiantes acumuló suficiente dinero para que 1,3 millones de estudiantes tuvieran acceso a NYTimes.com. El dinero provino de más de 15.500 personas, entre ellas un donante anónimo que aportó 1 millón de dólares. En su informe de ganancias del mes pasado, The New York Times también reveló que en este momento tiene más de tres millones de suscriptores para sus versiones impresas y digitales.
En todo el mundo hay otras suscripciones que también están creciendo. En 2016, los usuarios de Apple gastaron 2,7 mil millones en suscripciones en la App Store, un aumento del 74 por ciento en relación a 2015. La semana pasada, Spotify anunció que en 2016 su base de suscriptores aumentó dos tercios, de 30 a 50 millones. Apple Music ha registrado a 20 millones de suscriptores en casi año y medio. En el último trimestre de 2016, Netflix sumó 7 millones más de nuevos suscriptores, una cantidad que rebasó sus expectativas y rompió el récord de la empresa.
Ahora tiene casi 94 millones de suscriptores.
Ha habido críticas a las enormes plataformas de contenido por el modo en que tratan a los artistas. Aunque muchas personas estén pagando servicios como Spotify, los críticos aseguran que puede ser difícil para los músicos ganarse la vida con la plataforma, en especial para los más pequeños.
Sin embargo, muchos artistas están encontrando la manera de revertir estas dificultades. Gracias a Facebook, Instagram y Twitter, hoy los artistas pueden establecer relaciones cercanas con sus seguidores. Pueden vender sus productos y ofrecer promociones y contenidos exclusivos para sus fanáticos. Además, después de que encuentran un público, pueden utilizar sitios como Patreon para obtener un pago confiable de parte de sus seguidores más leales.
No es fácil encontrar este tipo de acuerdos alternativos; se necesita tiempo, esfuerzo y habilidades en artes poco comunes (como la manera en que funciona el mercadeo de las redes sociales). De todos modos, hay señales de que las cosas están yendo viento en popa: en la entrega de los Grammy del año pasado, el ganador del premio al mejor artista nuevo fue Chance the Rapper, famoso —y lo dice con orgullo— por haber rechazado todas las ofertas que tuvo para firmar con un sello discográfico e incluso para vender su música.
Aunque hay dificultades para moverse en el moderno mercado cultural, también hay un lado positivo.
“Ahora puedo tener una vida normal”, aseguró Peter Hollens, quien crea videos en YouTube donde canta a capela versiones de otros artistas. Hollens vive en Eugene, Oregon, y ahora gana alrededor de 20.000 dólares al mes gracias a su página de Patreon. El dinero le permite contratar servicios de producción y aumentar su rendimiento, pero también le brinda algo más: una sensación de seguridad.
“No tengo que salir de gira y tocar en bares”, explicó. “Puedo ser padre y esposo. Esto normaliza mi carrera. Normaliza la carrera de los artistas, que nunca ha sido normalizada”.
Fuente: New York Times
miércoles, 22 de marzo de 2017
Dos siglos de inmigración a los Estados Unidos en un mapa interactivo
Con frecuencia os recomendamos algunos de los mejores mapas que encontramos en Internet. Desde mapas que muestran los conflictos del mundo en tiempo real hasta otros que muestran los territorios disputados entre diferentes países, Internet cuenta con montones de recursos de interés para todos aquellos a los que nos gustan los mapas. Hoy os recomendamos uno en el que se muestran dos siglos de inmigración a los Estados Unidos mostrados de forma interactiva.
Tal y como podréis comprobar al acceder a la web, el mapa nos va mostrando la evolución de la inmigración a los Estados Unidos en forma de puntos. Es importante tener en cuenta que cada uno de estos puntos equivale a 10.000 personas, lo que nos permite hacernos una idea de la magnitud de cada movimiento. Una de las ventajas de este mapa es la veracidad de la información, que ha sido obtenida del “DHS Yearbook of Immigration Statistics“. Evidentemente, solo se refleja la inmigración de personas que han obtenido la residencia permanente, no estando representadas la mayoría de personas en situación irregular.
En la parte inferior de la web tenéis a vuestra disposición una línea temporal que podéis controlar para avanzar o retroceder en el tiempo. Además, es posible hacer clic para detener o reanudar la animación en todo momento. Sin duda, se trata de una herramienta de lo más interesante.
Enlace: http://metrocosm.com/us-immigration-history-map.html
Fuente: wwwhats
Tal y como podréis comprobar al acceder a la web, el mapa nos va mostrando la evolución de la inmigración a los Estados Unidos en forma de puntos. Es importante tener en cuenta que cada uno de estos puntos equivale a 10.000 personas, lo que nos permite hacernos una idea de la magnitud de cada movimiento. Una de las ventajas de este mapa es la veracidad de la información, que ha sido obtenida del “DHS Yearbook of Immigration Statistics“. Evidentemente, solo se refleja la inmigración de personas que han obtenido la residencia permanente, no estando representadas la mayoría de personas en situación irregular.
En la parte inferior de la web tenéis a vuestra disposición una línea temporal que podéis controlar para avanzar o retroceder en el tiempo. Además, es posible hacer clic para detener o reanudar la animación en todo momento. Sin duda, se trata de una herramienta de lo más interesante.
Enlace: http://metrocosm.com/us-immigration-history-map.html
Fuente: wwwhats
martes, 14 de marzo de 2017
Bolivianos usan internet más para redes sociales y menos para negocios
Los bolivianos usan internet más en las redes sociales y el entretenimiento y menos para hacer negocios y la educación, según el libro "Bolivia Digital", en el que también se considera al país como "cibermediterráneo", ya que su falta de acceso al mar dificulta el desarrollo de la tecnología digital.
Uno de los investigadores que contribuyó al libro, Armando Ortuño, dijo a Efe que los bolivianos usan internet "de manera intensiva en las redes sociales y los instrumentos para chatear y enviar mensajes y en menor grado para hacer negocios o para el uso de educación", porque se interesan más en las relaciones sociales.
El libro "Bolivia Digital", que fue presentado el jueves pasado, explora la relación de Internet y la sociedad boliviana con 15 ensayos e investigaciones con diferentes perspectivas que hacen una reflexión sobre los usos, la historia, las experiencias de conexión de los usuarios, el comercio electrónico y las brechas digitales.
Se trata de un libro editado por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS), de la Vicepresidencia del país, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Según Ortuño, cuyo trabajo se basa en una encuesta realizada para el libro por Captura Consulting con una muestra de 1.100 personas, los bolivianos se conectan en su mayoría a través de los teléfonos celulares y un 90 % lo hace para leer y revisar las redes sociales.
Un 75 % también lo hace para escribir y participar en las redes sociales, un 74 % para chatear o enviar mensajes, mientras que un 68 % busca información y el 66 % lee y envía correos electrónicos.
Al contrario, solo un 12 % trabaja o hace negocios con la red, un 16 % opina en foros o escribe en blogs y un 27 %, lee noticias.
Los resultados son parecidos cuando hay una conexión a través de un computador: un 74 % revisa redes sociales, un 63 % busca información, un 59 % lee y envía correos, un 56 % chatea y un 15 % opina en foros o escribe blogs y otro tanto hace negocios.
También son muy bajos en general los usos para fines educativos.
En ese sentido, 50 % de todos los encuestados navega en enciclopedias, un 28 % baja artículos de la web, un 25 % intercambia documentos, un 11 % se conecta a programas educativos y un 5 % realiza cursos en línea, según el libro.
Esos porcentajes mejoran en los grupos de 14 a 19 años.
En la presentación del libro, el director del CIS, Amaru Villanueva, sostuvo que el internet en Bolivia está "altamente territorializado" y que este es un país "cibermediterráneo", en alusión a que la falta de acceso al mar dificulta al país tener una mejor conectividad.
"Al ser un país mediterráneo, en el sentido geopolítico, también nos afecta porque tiene un impacto en el costo para los usuarios, las velocidades y estabilidades de acceso", reflexionó.
Según la ciberactivista Eliana Quiroz, coordinadora del libro, al menos el 40 % de la población mayor a 18 años del país andino cuenta con una conexión a internet y al menos cinco de cada diez bolivianos está conectados con la red.
Fuente: La Razon
Uno de los investigadores que contribuyó al libro, Armando Ortuño, dijo a Efe que los bolivianos usan internet "de manera intensiva en las redes sociales y los instrumentos para chatear y enviar mensajes y en menor grado para hacer negocios o para el uso de educación", porque se interesan más en las relaciones sociales.
El libro "Bolivia Digital", que fue presentado el jueves pasado, explora la relación de Internet y la sociedad boliviana con 15 ensayos e investigaciones con diferentes perspectivas que hacen una reflexión sobre los usos, la historia, las experiencias de conexión de los usuarios, el comercio electrónico y las brechas digitales.
Se trata de un libro editado por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS), de la Vicepresidencia del país, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Según Ortuño, cuyo trabajo se basa en una encuesta realizada para el libro por Captura Consulting con una muestra de 1.100 personas, los bolivianos se conectan en su mayoría a través de los teléfonos celulares y un 90 % lo hace para leer y revisar las redes sociales.
Un 75 % también lo hace para escribir y participar en las redes sociales, un 74 % para chatear o enviar mensajes, mientras que un 68 % busca información y el 66 % lee y envía correos electrónicos.
Al contrario, solo un 12 % trabaja o hace negocios con la red, un 16 % opina en foros o escribe en blogs y un 27 %, lee noticias.
Los resultados son parecidos cuando hay una conexión a través de un computador: un 74 % revisa redes sociales, un 63 % busca información, un 59 % lee y envía correos, un 56 % chatea y un 15 % opina en foros o escribe blogs y otro tanto hace negocios.
También son muy bajos en general los usos para fines educativos.
En ese sentido, 50 % de todos los encuestados navega en enciclopedias, un 28 % baja artículos de la web, un 25 % intercambia documentos, un 11 % se conecta a programas educativos y un 5 % realiza cursos en línea, según el libro.
Esos porcentajes mejoran en los grupos de 14 a 19 años.
En la presentación del libro, el director del CIS, Amaru Villanueva, sostuvo que el internet en Bolivia está "altamente territorializado" y que este es un país "cibermediterráneo", en alusión a que la falta de acceso al mar dificulta al país tener una mejor conectividad.
"Al ser un país mediterráneo, en el sentido geopolítico, también nos afecta porque tiene un impacto en el costo para los usuarios, las velocidades y estabilidades de acceso", reflexionó.
Según la ciberactivista Eliana Quiroz, coordinadora del libro, al menos el 40 % de la población mayor a 18 años del país andino cuenta con una conexión a internet y al menos cinco de cada diez bolivianos está conectados con la red.
Fuente: La Razon
lunes, 6 de marzo de 2017
Herramientas para buscar contenido especializado
En la actualidad, Google se ha convertido en el buscador de información número uno en Internet. Sin embargo, a la hora de buscar contenido más específico y de calidad para la elaboración de una investigación o un trabajo académico, es necesario utilizar buscadores especializados en diferentes áreas de conocimiento. Para nuestra suerte, existen numerosas páginas en la web que se encargan de esto.
Internet es una fuente infinita de información, donde podrás encontrar la respuesta a cualquiera de las preguntas que se te ocurran, sean éstas de origen académico o formen parte de la vida cotidiana. La diversidad de contenidos en el mundo virtual tiene sus beneficios, como la posibilidad de que cada usuario pueda crear y compartir información de todo tipo. Esta misma heterogeneidad posee su lado negativo, ya que en muchas ocasiones las fuentes y la credibilidad resultan un tanto dudosas.
Por ello es recomendable tener más alternativas si lo que se necesita es encontrar información específica de una área del conocimiento determinada, de fuentes confiables o de artículos científicos y académicos. A continuación algunos buscadores que te ayudarán a hallar contenidos con un enfoque más especializado.
Google Académico o Google Scholar. Es un sitio que permite buscar información especializada proveniente de muchas disciplinas y fuentes en formatos diversos como tesis, libros, resúmenes o artículos. Además visualiza las referencias bibliográficas de los textos o ver quién cita el artículo para llevar el seguimiento y rastrear mas citas relacionadas.
Microsoft Academic Search. Es un proyecto experimental desarrollado por Microsoft Research que indexa millones de publicaciones académicas pero que además “muestra las relaciones clave entre dos o más sujetos, contenido y autores, destacando los vínculos críticos que ayudan a definir la investigación científica”. También ofrece la posibilidad de realizar búsquedas avanzadas para limitar el campo de estudio, el año, el autor, entre otras opciones.
YouTube Educación. Es un canal generado automáticamente por YouTube en el que se pueden encontrar recursos de apoyo para complementar investigaciones, hacer tareas o simplemente para aprender algo nuevo. En este canal se encuentran los videos más populares con contenido exclusivamente educativo de YouTube.
ERIC. El Centro de información de recursos educativos, Education Resources Information Center (ERIC) del Instituto de Ciencias de la Educación es una enorme base de datos creada en el año de 1964 por el Gobierno de los Estados Unidos para albergar recursos, documentos, artículos y bibliografía especializada de diversos sitios y revistas. También cuenta con la opción de búsqueda avanzada y la posibilidad de enviar nuestros artículos para que puedan ser indexados en la base de datos.
RefSeek. Todavía en beta, es un motor de búsqueda para estudiantes o investigadores que busca la información requerida en más de 1.000 millones de documentos, incluyendo páginas web, libros, enciclopedias, revistas y periódicos. RefSeek ofrece la ventaja de la simplicidad en sus resultados de búsqueda para aumentar la visibilidad de la información académica. La búsqueda avanzada se logra a través de los operadores de la lógica Booleana.
Science Research. Es un motor de búsqueda gratuito y público que utiliza avanzada “tecnología de búsqueda federada” dentro de la Deep Web para ofrecer resultados de calidad a través del envío en tiempo real de la consulta hacia otros motores de búsqueda reconocidos para después cotejar, clasificar y eliminar los duplicados de dicha búsqueda.
World Wide Science. Es un sitio compuesto de bases de datos y portales científicos nacionales e internacionales que buscan acelerar el descubrimiento y progreso científico a través de la búsqueda de contenido en todo el mundo. Posee una plataforma multilenguaje de búsqueda en tiempo real en la que el usuario puede introducir una consulta en determinado lenguaje y la consulta es traducida y enviada a cada uno de los portales y bases de datos de World Wide Science. Los resultados de búsqueda son mostrados de acuerdo al orden de relevancia y pueden ser traducidos a cualquier idioma.
Scielo. La Biblioteca Científica Electrónica en Línea, Scielo (Scientific Electronic Library Online) “es un modelo para la publicación electrónica cooperativa de revistas científicas en Internet“. Fue desarrollada para dar visibilidad y acceso a la literatura científica que se realiza especialmente en América Latina y el Caribe. Además cuenta con el apoyo de fundaciones e instituciones internacionales relacionadas con la comunicación científica.
CERN Document Server. El Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) es un organismo de investigación en física que actualmente se concentra en la comprensión de la parte interior del átomo y de quien seguro habrás oído en la serie The Big Bang Theory. De este organismo se desprende el Document Server que da acceso a artículos, reportes y contenido multimedia gratuito que además cuenta con un guía muy amplia de recomendaciones sobre los términos de búsqueda.
Ciencia. Es la versión en español del portal Science.gov para la búsqueda de información científica e investigación del Gobierno de los Estados Unidos de América. Puede indexar más de 60 bases de datos y 200 millones de páginas con información científica para mostrar los resultados por subtemas, autores o fechas. También ofrece la posibilidad de búsqueda avanzada y búsqueda de imágenes.
Fuente: Los Tiempos
Internet es una fuente infinita de información, donde podrás encontrar la respuesta a cualquiera de las preguntas que se te ocurran, sean éstas de origen académico o formen parte de la vida cotidiana. La diversidad de contenidos en el mundo virtual tiene sus beneficios, como la posibilidad de que cada usuario pueda crear y compartir información de todo tipo. Esta misma heterogeneidad posee su lado negativo, ya que en muchas ocasiones las fuentes y la credibilidad resultan un tanto dudosas.
Por ello es recomendable tener más alternativas si lo que se necesita es encontrar información específica de una área del conocimiento determinada, de fuentes confiables o de artículos científicos y académicos. A continuación algunos buscadores que te ayudarán a hallar contenidos con un enfoque más especializado.
Google Académico o Google Scholar. Es un sitio que permite buscar información especializada proveniente de muchas disciplinas y fuentes en formatos diversos como tesis, libros, resúmenes o artículos. Además visualiza las referencias bibliográficas de los textos o ver quién cita el artículo para llevar el seguimiento y rastrear mas citas relacionadas.
Microsoft Academic Search. Es un proyecto experimental desarrollado por Microsoft Research que indexa millones de publicaciones académicas pero que además “muestra las relaciones clave entre dos o más sujetos, contenido y autores, destacando los vínculos críticos que ayudan a definir la investigación científica”. También ofrece la posibilidad de realizar búsquedas avanzadas para limitar el campo de estudio, el año, el autor, entre otras opciones.
YouTube Educación. Es un canal generado automáticamente por YouTube en el que se pueden encontrar recursos de apoyo para complementar investigaciones, hacer tareas o simplemente para aprender algo nuevo. En este canal se encuentran los videos más populares con contenido exclusivamente educativo de YouTube.
ERIC. El Centro de información de recursos educativos, Education Resources Information Center (ERIC) del Instituto de Ciencias de la Educación es una enorme base de datos creada en el año de 1964 por el Gobierno de los Estados Unidos para albergar recursos, documentos, artículos y bibliografía especializada de diversos sitios y revistas. También cuenta con la opción de búsqueda avanzada y la posibilidad de enviar nuestros artículos para que puedan ser indexados en la base de datos.
RefSeek. Todavía en beta, es un motor de búsqueda para estudiantes o investigadores que busca la información requerida en más de 1.000 millones de documentos, incluyendo páginas web, libros, enciclopedias, revistas y periódicos. RefSeek ofrece la ventaja de la simplicidad en sus resultados de búsqueda para aumentar la visibilidad de la información académica. La búsqueda avanzada se logra a través de los operadores de la lógica Booleana.
Science Research. Es un motor de búsqueda gratuito y público que utiliza avanzada “tecnología de búsqueda federada” dentro de la Deep Web para ofrecer resultados de calidad a través del envío en tiempo real de la consulta hacia otros motores de búsqueda reconocidos para después cotejar, clasificar y eliminar los duplicados de dicha búsqueda.
World Wide Science. Es un sitio compuesto de bases de datos y portales científicos nacionales e internacionales que buscan acelerar el descubrimiento y progreso científico a través de la búsqueda de contenido en todo el mundo. Posee una plataforma multilenguaje de búsqueda en tiempo real en la que el usuario puede introducir una consulta en determinado lenguaje y la consulta es traducida y enviada a cada uno de los portales y bases de datos de World Wide Science. Los resultados de búsqueda son mostrados de acuerdo al orden de relevancia y pueden ser traducidos a cualquier idioma.
Scielo. La Biblioteca Científica Electrónica en Línea, Scielo (Scientific Electronic Library Online) “es un modelo para la publicación electrónica cooperativa de revistas científicas en Internet“. Fue desarrollada para dar visibilidad y acceso a la literatura científica que se realiza especialmente en América Latina y el Caribe. Además cuenta con el apoyo de fundaciones e instituciones internacionales relacionadas con la comunicación científica.
CERN Document Server. El Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) es un organismo de investigación en física que actualmente se concentra en la comprensión de la parte interior del átomo y de quien seguro habrás oído en la serie The Big Bang Theory. De este organismo se desprende el Document Server que da acceso a artículos, reportes y contenido multimedia gratuito que además cuenta con un guía muy amplia de recomendaciones sobre los términos de búsqueda.
Ciencia. Es la versión en español del portal Science.gov para la búsqueda de información científica e investigación del Gobierno de los Estados Unidos de América. Puede indexar más de 60 bases de datos y 200 millones de páginas con información científica para mostrar los resultados por subtemas, autores o fechas. También ofrece la posibilidad de búsqueda avanzada y búsqueda de imágenes.
Fuente: Los Tiempos
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