lunes, 18 de diciembre de 2023

Universidades en las Américas bajo ataque


Me encontraba participando en la Segunda Conferencia sobre Libertad Académica en las Américas, en Curitiba (Brasil), cuando llegaron a mi buzón de correo electrónico varios mensajes de colegas. Expresaban su «preocupación» (cito sus palabras) porque se me había ocurrido organizar una conversación por Zoom con un profesor emérito de biología de la Universidad de Ottawa. El tema era sexo y género, y las implicaciones políticas y sociales de lo que se conoce como la ideología de género.

La sincronicidad entre estos eventos, diría un psicólogo seguidor de Jung, no deja de ser un síntoma de lo que se vive en el mundo universitario. En plena discusión sobre los retos y amenazas contra la libertad académica en toda la región americana, de norte a sur, me llegaban correos de profesores desde Ottawa, algunos a quienes consideraba mis amigos. Me acusaban de darle plataforma a una persona que según ellos promueve la transfobia y pondría en peligro a las personas trans en la universidad.

Bajo sospecha

Ciertos colegas dijeron que no querían promover la censura ni la autocensura. Sin embargo, el tono de sus palabras y los calificativos que usaron para descalificar al citado profesor y ponerme una etiqueta contribuyeron a reforzar el clima de intimidación. Este ya existe en varias universidades de Norteamérica, incluyendo la universidad donde trabajo. Después de que estalló la falsa crisis (o el pánico moral) del caso de la profesora Verushka Lieutenant-Duval hace tres años, hemos vivido bajo sospecha en la Universidad de Ottawa. Ella fue suspendida de su curso sobre arte y movimientos sociales cuando, en un acto puramente pedagógico, usó la palabra que comienza por N. Cada expresión en clase o recomendación de lectura debe ser cuidadosamente medida y calculada. Ser acusado de racista, supremacista blanco o transfóbico puede arruinar la carrera académica de una persona. Por eso, muchos colegas prefieren el silencio.

La democracia retrocede

En la conferencia de Curitiba, organizada por la Coalición por la Libertad Académica en las Américas, con el apoyo de la Clínica de Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica de Paraná, la red Scholars at Risk, el Centro de Enseñanza e Investigación de Derechos Humanos de la Universidad de Ottawa y la Universidad de Monterrey en México, pudimos constatar que los peligros que acechan a la libertad de pensamiento, educación e investigación universitarios vienen de todos los flancos de la política: desde izquierda autoritaria en Cuba, Nicaragua y Venezuela, hasta la derecha conservadora como la que representa Ron DeSantis, el gobernador de Florida en los Estados Unidos.

Las manifestaciones liberticidas buscan eliminar las voces disidentes. Lo hacen con el cierre de universidades y el ostracismo de profesores y estudiantes como sucede en la dictadura de Daniel Ortega (escuchamos el testimonio del estudiante nicaragüense en el exilio Lesther Alemán Alfaro). En otros casos es a través del desfinanciamiento del sistema público de educación superior, los sueldos de hambre de los académicos y la arremetida policial que tiene a estudiantes y profesores presos en las cárceles de Nicolás Maduro. Y finalmente la violencia doctrinaria del comunismo cubano que no deja rendijas para la crítica. Desde la derecha también se quiere coartar la crítica y acabar con las ideas que no corresponden con su visión del mundo. Amenaza con cortar los recursos financieros a las universidades que adopten programas e investigaciones que no correspondan a los valores más conservadores.

Libertad de pensamiento

En la conferencia se presentaron los resultados del más reciente informe Free to Think de Scholars at Risk. Este muestra un declive en los indicadores de libertad académica en el mundo. El informe constata una relación muy directa entre los ataques contra las universidades, estudiantes y profesores, y el debilitamiento de los fundamentos de la democracia o el avance del autoritarismo.

Así se observa en todos los continentes. Desde Asia y el Medio Oriente (Afganistán, Irán, Yemen, Myanmar), África (Sudán y Etiopía), la Rusia de Putin y los países americanos de norte a sur. Lo mismo confirman otros informes como el Academic Freedom Index que señala que en 22 países y territorios las universidades y profesores tienen menos autonomía y libertad que hace diez años. El índice es producido por la Foundation for Individual Rights in Education. En su más reciente informe, colocaba a la Universidad de Harvard en el último lugar por incidentes ocurridos que limitaron la libertad de expresión de profesores.

Caras del liberticidio

En la conferencia se discutieron distintas aristas de la libertad académica. Estas comprenden las intervenciones del Estado y los recortes presupuestarios (los casos de Venezuela y México, en el uso de la disminución de presupuestos para arruinar a las universidades públicas); la arremetida contra la autonomía y las formas de autogobierno universitario (como ha ocurrido en las represiones violentas dentro de las universidades en Perú y Colombia); el papel creciente de las grandes corporaciones digitales y las redes sociales en el acceso a la información, el conocimiento, su papel en la desinformación y su uso por activistas para atacar la libertad universitaria; la violencia de género en los campus y las políticas para garantizar la igualdad y una vida universitaria segura; las iniciativas para acoger a académicos que vienen de países donde se persigue o se discrimina a profesores e investigadores, como ha ocurrido en Centroamérica o en República Dominicana.

Pero, ¿qué es la libertad académica? Es el derecho humano que la comunidad académica y otras personas tienen de desarrollar, difundir, aplicar y abordar una diversidad de conocimientos e ideas a través de la investigación, la enseñanza y el discurso. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos adoptó hace dos años los Principios Interamericanos de Libertad Académica y Autonomía Universitaria. Estos sirven como marco de referencia para establecer los deberes de los Estados y los derechos de los ciudadanos en relación con la educación superior, la investigación, generación y difusión del conocimiento. Sin embargo, como quedó claro durante la conferencia en Brasil, las concepciones de la libertad académica varían dependiendo de varios factores. Estos abarcan el contexto sociopolítico y cultural, las prioridades de académicos y estudiantes, y las perspectivas ideológicas.

Libertad académica en América

Desde un punto de vista más global, la conferencia sirvió para comparar los problemas de libertad académica de las Américas con otras regiones. Un profesor de Ghana habló de las tensiones entre estudiantes y profesores en varios países africanos que sufrieron golpes militares. Allí también se cuestiona a la democracia liberal por su «inefectividad». Nos dijo el colega que los estudiantes critican a sus profesores por sus ideas «occidentales» favorables a una democracia. Según ellos, éstas no ha traído bienestar a sus países.

Una colega asiática, por su lado, nos dijo que la libertad académica no es un concepto unívoco. Exiten diferentes maneras de pensar y aplicar las libertades académicas dependiendo del nivel de desarrollo democrático de los países en Asia. Incluso un colega canadiense introdujo la noción de lo que debe y no debe considerarse como libertad académica. Argumentó que existen usos y abusos de este derecho para promover ideas discriminatorias bajo la careta de la experticia científica.

Lo cierto es que sin libertad académica es difícil concebir una sociedad realmente democrática, con división de poderes, garantía de derechos humanos, respeto a las minorías y alternancia en el poder por la vía electoral.  No se trata solamente de un problema de las élites profesorales, científicas e intelectuales. Sin libertad para pensar, investigar, enseñar y participar en los debates públicos, es imposible concebir una sociedad abierta que no caiga en manos de autocracias. El silencio ante los atropellos contra académicos y estudiantes es lo peor que pueden hacer quienes creen en la libertad y la dignidad humanas.

Fuente: Dialogo Politico

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