domingo, 31 de mayo de 2020

Donald Trump y los nuevos guardianes de la verdad

Estamos ante una de las grandes batallas de nuestro tiempo. Las grandes plataformas de internet, Facebook, Twitter, YouTube y demás, pueden enfrentarse a elegir entre actuar de forma neutra frente a la sociedad a la que sirven, o asumir unas responsabilidades que acabarían con su negocio. La cuestión lleva años larvándose, pero ha estallado en unos pocos días.

Twitter explicó el 11 de mayo, en un largo artículo, cómo trataría los tuits que considerase erróneos en alguna medida sobre la COVID-19. Pueden contener una afirmación no verificada, en cuyo caso Twitter no realizará por el momento ninguna acción, o pueden contener una afirmación disputada, o engañosa. En cualquiera de las dos cosas, el tuit tendrá una etiqueta, pero si el engaño es grave se puede hacer una advertencia al autor, o incluso eliminar el tuit.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, advirtió el martes de que el voto por correo se presta a graves manipulaciones del proceso democrático, como el envío de sobres a personas que no tienen derecho al voto. Esta es una de las grandes cuestiones del momento, pues en noviembre hay elecciones presidenciales y la enfermedad aconseja recurrir al correo y evitar así las aglomeraciones en los colegios electorales.

Hay una lucha entre demócratas y republicanos al respecto, pues los republicanos entienden que cuanto más estricto se sea con el proceso de voto, más se dejará fuera a sectores que votan mayoritariamente al Partido Demócrata. Éstos sacrifican la probidad del proceso a la conveniencia política de que el resultado les sea más favorable.

Twitter reaccionó añadiendo un banner llamando a los lectores a “obtener los datos sobre el voto por correo”, que desmentía las afirmaciones del presidente. Un artículo publicado en The Hill por dos expertos en procesos electorales del MIT realmente parecen desmentir a Trump: se ha registrado un caso de fraude en voto por correo por cada seis o siete años. Es un error asumible, pero hay otros problemas graves con el voto por correo, que no tienen que ver estrictamente con el fraude. Según recogía recientemente The Wall Street Journal, en 2016 se rechazó un 1 por ciento de los votos, habitualmente porque faltaba la firma, pero también porque llegaron demasiado tarde para ser contabilizados. Se echaron a perder más de 319.000 votos.

En cualquier caso, el tuit de Trump se puede entender como una opinión o como una advertencia, pues pese a los datos recabados por los expertos del MIT, las posibilidades de fraude son relevantes, especialmente en una elección como la que aguarda. Twitter se colocó a sí misma como un juez imparcial de la afirmación de Trump, cuando el asunto es debatible, y hay argumentos por ambos lados. Se valió de su papel, que es el de una plataforma, para tomar partido en una cuestión disputada.

Donald Trump ha disparado el arma que tenía cargada desde hace al menos un par de años. El presidente ha firmado una orden que puede tener consecuencias sísmicas para las plataformas como Twitter, Facebook y demás.

La orden aclara que esas plataformas están sometidas a la llamada sección 230 de la Communication Decency Act de 1996. Esa ley aclaraba una cuestión fundamental en los primeros años de internet, y hace referencia a si una plataforma es responsable editorial de los contenidos que se vierten en ella, o no.

Lo explica Matthew Feeney en este artículo publicado por el Cato Institute. La resolución judicial federal Cubby vs. CompuServe resolvía que esta empresa no podía ser declarada responsable de un contenido difamatorio colgado por terceros, pues su función era la de ofrecer una plataforma de contenidos. No los edita ni se hace responsable de ellos, como sería el caso de un periódico, o una televisión. En el caso de Stratton Oakmont vs. Prodigy Services, que también cita Feeney, resolvió que puesto de Prodigy sí moderaba los contenidos, era responsable del que se publicase en dicha plataforma.

De este modo quedaba sentado el “dilema del moderador”, por el cual las plataformas podían ofrecer sus servicios sin entrar a modificar el contenido. En tal caso, no se les puede hacer responsables del mismo. Pero si meten sus manos en él, entonces están sometidas a las mismas normas que los medios de comunicación, y pueden ser responsables ante la justicia de lo que se publique en ellas.

La Sección 230 (c) (1) protege a las plataformas de decisiones como la de Prodigy, ya que prevé explícitamente que “ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o portavoz de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información”. Es decir, que si yo escribo un contenido en Facebook, la empresa de Mark Zuckerberg no es responsable de las palabras que yo he escrito en su plataforma.

Por otro lado, la Sección 230 (c) (2), establece que las plataformas no pueden ser considerados responsables civilmente de “cualquier acción adoptada voluntariamente de buena fe para restringir el acceso o la disponibilidad de material que el proveedor o el usuario considera obsceno, lascivo, sucio, excesivamente violento, acosador, u objetable por cualquier otro motivo, esté o no este contenido protegido por la Constitución”.

Amparándose en esta y otras disposiciones, las grandes plataformas (YouTube, Facebook, Twitter…), han asumido un papel moderador creciente. Y, puesto que han asumido como propios los posicionamientos políticamente más correctos, esto ha derivado en una creciente interferencia con los mensajes más conservadores. Y, por esa vía, la opinión pública conservadora ve impotente cómo algunos de sus más destacados miembros son censurados por las plataformas, por publicar opiniones que, por lo demás, están protegidas por la libertad de expresión, incrustada en la Constitución de los Estados Unidos en su Primera Enmienda.

Esa libertad de expresión sigue estando amparada. Pero su ejercicio es menos efectivo para los conservadores, pues esas plataformas se han convertido en el principal vehículo de la expresión de opiniones, más allá de los medios de comunicación. A eso se refiere la orden ejecutiva firmada por Trump, cuando dice: “Twitter, Facebook, Instagram y YouTube ejercen un poder inmenso, si no sin precedentes, para condicionar la interpretación de los eventos públicos; censurar, eliminar o hacer desaparecer información; y para controlar lo que la gente ve o no ve. Las plataformas en línea están participando en una censura selectiva que está perjudicando nuestro discurso nacional”.

Estos argumentos recuerdan al modo de razonar que podemos llamar progresista, y que, ¡qué tiempos aquéllos!, desconfiaba de las grandes corporaciones, y buscaba limitar su poder para que no influyesen en el proceso de toma de decisiones de los políticos elegidos democráticamente. Hoy, esas empresas no sólo son más grandes que nunca, sino que actúan de forma apreciable en el proceso de formación de la opinión pública, por lo que su poder político es mayor que nunca. La posición conservadora se ceñía al estricto cumplimiento de una ley que no mete sus manos en el funcionamiento del mercado, ni condena su diario veredicto, ya que confía en los mecanismos de la sociedad, y desconfía en los del poder.

¿Se han dado la vuelta las tornas? No exactamente, porque lo que ordena el presidente Trump no es que se troceen estas empresas, sino que les obliga a asumir un papel u otro, el de plataforma o el de empresa editorial, con sus facultades y sus responsabilidades correspondientes. Lo que ordena Trump es que la FCC (Federal Communications Commission) dictamine si una plataforma cuenta o no con la protección de la Sección 230.

De modo que Trump no censura las redes sociales, pero sí condiciona su actividad: si quieren tener las facultades de una plataforma, tendrán que someterse a la disciplina de no interferir en el contenido. Y si lo condicionan, se harán responsable del mismo ante los tribunales. Otra cuestión distinta es que el presidente tenga el poder para imprimir un cambio como ese. Es el jefe de la Administración, y por tanto de la agencia FCC. Pero la FCC tiene que actuar bajo la ley, y él no puede cambiar las leyes.

Imagen: Ars Technica

Fuente: Disidentia

sábado, 30 de mayo de 2020

El diccionario Latín-Español de Raimundo de Miguel, digitalizado

En la página web latinonline.es puede encontrarse la edición en red del diccionario de Raimundo de Miguel, uno de los mejores diccionarios de Latín bilingües que se haya hecho nunca.

El diccionario Latín-Español de Raimundo de Miguel y el marqués de Morante, publicado en 1867, no ha encontrado rival en lengua española hasta el momento, en paralelo con lo que representa para la lengua inglesa el Lewis & Short (1879) o el Gaffiot para la francesa (1934).

El De Miguel ha sido un diccionario difícil de encontrar en formato físico. Aunque fue reeditado por Visor en 2001, solo se encuentra ya en el mercado de segunda mano, por lo que nos congratulamos de su puesta a disposición de todos los interesados, gracias a la labor de Samuel González Ruiz, editor de latinonline.es

"Que la noble España, que tan gloriosas tradiciones cuenta en la antigüedad latina, vea lucir y prosperar de nuevo los estudios clásicos con el mismo brillo y esplendor que en otros tiempos de feliz memoria" (Raimundo De Miguel y el marqués de Morante).

Fuente: Cultura Clasica

viernes, 29 de mayo de 2020

Así que necesitas hacer una videollamada

2020 será recordado como el año que vivimos confinados. La crisis desatada por la agresiva expansión del COVID-19 ha transformado por completo nuestras vidas cotidianas y, para una buena parte de la población mundial, cuestiones tan normales como dejar la casa por la mañana para ir al trabajo o a estudiar, visitar a nuestras familias o compartir con nuestras amistades se han transformado en un recuerdo cada vez más lejano de la vida “pre-crisis”.

Las estrictas medidas de confinamiento —forzadas o autoimpuestas— requeridas para evitar el contagio y la propagación del virus, nos han obligado a buscar otras maneras de mantener el contacto. Es así como hemos visto un explosivo aumento de las videollamadas. Antes principalmente una herramienta de trabajo, hoy su uso intenta llenar el vacío que nos ha dejado la imposibilidad de compartir con los otros, y se extiende al abanico completo de “lo social”, desde las reuniones familiares a las clases de yoga.

Zoom ha sido la empresa que probablemente mejor haya capitalizado la ansiedad provocada por la pandemia, pasando de 10 millones de usuarios diarios a 200 millones. Pero este explosivo crecimiento vino acompañado de un mayor escrutinio y las distintas falencias de la plataforma comenzaron a adquirir visibilidad también. Entre las más importantes, el hecho de que Zoom comparte datos sobre sus usuarios con terceras partes, como Facebook, y que la compañía mintió respecto a la implementación de cifrado de extremo a extremo. Al mismo tiempo, prácticas como el “zoombombing” —la intromisión no deseada de extraños en una videollamada con el fin de desbaratarla— se han vuelto tristemente populares.

Desde luego, el “zoombombing” no es un problema exclusivo de Zoom, como tampoco lo son las consideraciones por la seguridad y la privacidad. Existen alternativas, cada una con sus pros y contras. ¿Cuál deberías utilizar? Elegir puede ser difícil, por lo que hemos desarrollado esta guía para ayudarte a tomar una decisión informada.

La idoneidad de un software sobre otro dependerá en gran medida de las necesidades específicas de tu videollamada. Además, es necesario recordar que ninguna solución es perfecta y que muchas veces es necesario hacer concesiones. Qué ceder dependerá de tus prioridades. Tampoco está demás decir que las videollamadas son una de las posibilidades en un abanico bastante nutrido de opciones, que quizás sea buena idea explorar. Alternativas como los correos electrónicos y los llamados telefónicos puedan parecerte anacrónicos, pero, dependiendo de las circunstancias, pueden ser mucho más cómodos y efectivos. Considera además que la tecnología que posibilita las videollamadas está lejos de ser perfecta, los cortes y las interrupciones son comunes, y la experiencia puede volverse bastante ingrata.

¿Necesitas hacer una videollamada? Perfecto. Veamos cuáles son tus opciones.

Necesito comunicarme con otra (1) persona

Lo primero que es importante saber es si es que la otra persona es menor de edad y/o si el contenido de la llamada es sensible. Si la respuesta es sí a cualquiera de esas preguntas, entonces te recomendamos el uso de software que proteja las videollamadas por medio de cifrado punto a punto. Esto quiere decir que los mensajes se transmiten codificados y son descifrados solamente cuando llegan a los usuarias o usuarios finales. Así, en caso de que alguien intentara interceptar la comunicación, no sería capaz de acceder a su contenido, incluyendo a quien administre la plataforma. Si bien hay situaciones donde el cifrado de extremo a extremo puede no ser esencial, recomendamos encarecidamente preferir las aplicaciones que lo han implementado.

En ese sentido, una alternativa interesante por su masividad es WhatsApp, que cifra el contenido de las videollamadas en ambos extremos. Esto significa que Facebook —dueños de WhatsApp- no pueden saber sobre qué están hablando sus usuarios y usuarias. Sin embargo, sí pueden conocer todo aquello relativo al contexto de la llamada: quién está hablando con quién, desde dónde, cuánto duró la videollamada, etc. Esta información se conoce con el nombre de metadatos. WhatsApp comparte metadatos con Facebook, por lo que si la privacidad de tu videollamada es muy importante para ti, te recomendamos utilizar Signal, una aplicación de mensajería similar a WhatsApp, pero diseñada con un compromiso especial por la privacidad. Ha sido desarrollada y mantenido por una fundación sin fines de lucro, (la Signal Technology Foundation) y es un software gratuito y de código abierto. Muy recomendable.

Otra alternativa interesante es Jitsi. Al igual que Signal, es un software gratuito y de código abierto. Una de sus características más atractivas es que su versión de escritorio no requiere la instalación de ningún sofware extra: basta un enlace (que puedes generar acá) para comunicarte con quién quieras. Si bien las videollamadas entre dos personas están cifradas de punto a punto, esta funcionalidad no está habllitada cuando hay más participantes. Una forma de paliar este inconveniente es utilizar un servidor seguro. El Grupo de Pesquisa em Tecnologia, Educação & Cultura recomienda los siguientes:
  • https://meet.greenhost.net/
  • https://meet.mayfirst.org/
  • https://calls.disroot.org/
Otra opción es Skype, que admite el cifrado de extremo a extremo, pero es necesario habilitarlo. Para ello debes acceder al menú desplegable “Nuevo chat” y seleccionar la opción “Nueva conversación privada”. Y si da la casualidad de que las dos personas que participaran en la videollamada usan productos Apple, pueden utilizar Facetime, una opción bastante conveniente, pero solamente disponible para los usuarios y usuarias de dispositivos fabricados por esta empresa.

¿El contenido de tu videollamada no es particularmente sensible? Quizás vale la pena considerar la posibilidad de llamar por teléfono, una opción rápida y sencilla.

Necesito tener una conversación privada con un grupo pequeño de personas

Si el contenido de tu videollamada no es sensible y no involucra menores de edad —por ejemplo, si lo que quieres es juntarte con un grupo de amigos para ver cómo están y compartir a través de la cámara web— entonces probablemente las opciones listadas más arriba sean suficientes: WhatsApp admite videollamadas con hasta 8 personas, 32 en Facetime, 50 en Skype y 75 en Jitsi.

Otras opciones pueden ser Webex y GotoMeeting. Estas dos plataformas fueron diseñadas para el ámbito laboral y tienen múltiples funcionalidades, pero son más complejas de manejar. GotoMeeting es un software de pago y es probablemente una buena opción para empresas que necesiten seguir reuniéndose con sus empleados. Webex liberó recientemente una versión gratuita que soporta hasta 100 participantes. Y aunque soporta cifrado de extremo a extremo, este solo está activado para clientes de pago; quienes hayan creado una cuenta gratuita después del 18 de marzo deben solicitar la habilitación del cifrado de extremo a extremo a soporte al cliente (más información acá).

Tanto Webex, GotoMeting y Jitsi permiten asegurar las videollamadas con una contraseña, una medida que te ayudará en contra del “zoombombing”, mientras que WhatsApp, Skype y Facetime requieren identificar a cada uno de los participantes, protegiéndote contra la intrusión de desconocidos con ánimos de arruinar tu videollamada.

Una cosa que es necesario considerar es que la calidad de la videollamada se verá afectada tanto por la calidad de la conexión de cada todos los y las participantes, así como también por el número de personas conectadas a la videollamada; entre más personas participen, más difícil será asegurar la calidad de la conexión y la estabilidad de la comunicación.

Necesito tener una comunicación pública con muchas personas

El contexto de pandemia y cuarentena ha obligado a repensar los eventos públicos. Algunos han tenido que ser cancelados, mientras que otros se han transformado para satisfacer el imperativo del distanciamiento social. Si estás pensando organizar el lanzamiento de un libro, un conversatorio o un webinar, lo que necesitas no es una videollamada, sino una plataforma de streaming.

El streaming te permite transmitir audio y video en tiempo real a través de internet. Algunas de las alternativas gratuitas más populares son Youtube Live (de Google), Facebook Live (de Facebook) y Periscope (de Twitter). Otra alternativa popular, aunque de pago, es Twitch (propiedad de Amazon).

Hay dos beneficios principales que destacar de las plataformas de streaming: en primer lugar, te aseguran mejor calidad de audio y video, y mayor estabilidad de la conexión. En segundo lugar, puesto que los espectadores solamente pueden participar a por medio de texto en una ventana de chat, es más difícil ser víctima del “zoombombing”.

Una alternativa interesante puede ser utilizar una plataforma de videollamadas junto a una plataforma de Streaming, por ejemplo Jitsi y Youtube.

Necesito tener una conversación privada con un grupo grande de personas

Hay muchas razones por las cuales esto no puede funcionar a nivel técnico. Por un lado, la dificultad de mantener videollamadas con un gran número de participantes; por otro, la dificultad de mantener algo privado cuando un número importante de personas están involucradas, por mencionar solo dos.

Dicho eso, si es algo que quieres intentar, dependiendo de cuántas personas participen, puedes utilizar las alternativas listadas más arriba (Jitsi, Skype, GotoMeeting, Webex).

¿Y qué hay de Zoom?

Probablemente la plataforma de videollamadas que más visibilidad ha adquirido en el marco de la cuarentena, Zoom no ofrece cifrado de extremo a extremo, entre otras muchas consideraciones de seguridad y privacidad. Pero si se te hace cómodo utilizarla, la videollamada no involucra menores de edad y consideras que el contenido de tu comunicación no es sensible, obviamente puedes usarla (de todos modos, sigue estos consejos para evitar el “zoombombing”). Otra opción similar es Google Meet, que recientemente abrió una versión gratuita que permite comunicarse con hasta 100 personas a través de audio y video. Como Zoom, Meet no protege las videollamadas con cifrado de extremo a extremo, pero si el contenido de la llamada no es sensible y te resulta fácil de usar (está incrustada en la versión de escritorio de Gmail), es una opción a considerar.

¿Necesitas más ayuda?

Esta guía fue elaborada utilizando información ya recopilada por Mozilla y su proyecto “Privacy Not Included”, Freedom of the Press y su cuadro “Which Video Conferencing Tool is Right for the Job” y la Oficina de Seguridad del Internauta y su cuadro “Medidas de seguridad y privacidad en plataformas de videoconferencias”.

Además puedes revisar la guía Worried about Zoom’s privacy problems? A guide to your video-conferencing options, de The Guardian.

Imagen: El Pais

Fuente: Derechos Digitales

jueves, 28 de mayo de 2020

Ninguna plataforma digital, puede cambiar la vida de un estudiante. Solo los buenos profesores pueden hacerlo

El profesor italiano Nuccio Ordine (1958) es “profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Calabria (Italia), humanista, filósofo y escritor, que reivindica la construcción de una sociedad mejor a través de valores humanistas. Cuando era niño, en su pueblo no había escuela y en su casa no había libros. Sus padres no llegaron al instituto, pero él ha logrado convertirse en un referente mundial sobre literatura clásica. Su obra más conocida, “La utilidad de lo inútil”, ha sido traducida a más de veinte idiomas y obtuvo la consideración de Mejor Libro Humanista del año 2017”.

En esta oportunidad, gracias a El País, BBVA y la Editorial Santillana, desde su aporte educativo APRENDEMOS JUNTOS, en este tiempo de cuarentena sanitaria, compartimos por razones únicamente educativas y de formación permanente, la exposición del profesor Ordine. Él opina sobre la educación, la literatura, el arte, la salud, el amor al bien común.

Les hacemos presente que solo publicamos partes de la exposición:

“Quisiera dar una voz de alarma. Me inspiran terror los elogios que están propagando en estas semanas los cantores de lo virtual y de la enseñanza telemática. Ese es un peligroso caballo de Troya para mí, que, aprovechando la pandemia, trata astutamente de derribar los últimos baluartes de nuestra intimidad y de la enseñanza. No hablo, claro, de la situación de emergencia. Ahora es inevitable adaptarse a lo virtual para salvar el curso del desastre.

[…] En medio de tantas incertidumbres, yo he madurado una certeza: el contacto con los alumnos en el aula es lo único que puede dar verdadero sentido a la enseñanza e incluso a la propia vida del docente. En 30 años de servicio nunca había imaginado clases, exámenes ni graduaciones a través de una fría pantalla. [y …] reanudar los cursos utilizando la didáctica digital. […] Las escuelas y las universidades, sin la presencia de alumnos y enseñantes, se volverían espacios vacíos, privados del soplo vital. Ninguna plataforma digital, tengo que subrayarlo, ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un estudiante. Solo los buenos profesores pueden hacerlo.

[…] Se ha perdido, se ha perdido la idea de la escuela y la universidad como una comunidad en la que se forman los futuros ciudadanos que podrán ejercer su profesión con una fuerte convicción ética y un profundo sentido de la solidaridad humana y del bien común. Estamos olvidando que, sin la vida comunitaria, sin los rituales que regulan los encuentros entre profesores y alumnos en las aulas, no puede haber ni transmisión de saber ni formación auténtica. […] En estos meses de confinamiento estamos dándonos cuenta como nunca de que las relaciones humanas, no las virtuales, las reales, están transformándose cada vez más en un artículo de lujo. […] Una relación, para ser genuina, necesita lazos vivos, necesita lazos reales, necesita lazos físicos. […] hijos de las clases menos pudientes tendrán una educación estandarizada a través de canales telemáticos y virtuales.

[…] Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. […] El futuro no se puede construir sin el pasado. No podemos construir el futuro sin los abuelos. Son muy importantes para nosotros. […] Muchas veces en el pasado no hemos sabido aprender de la experiencia. En tiempos de epidemias, nos recuerda Albert Camus, es más fácil entender que un mundo construido sobre la indiferencia, la injusticia social y las profundas desigualdades es un mundo sin futuro. […]

Hace semanas leemos y escuchamos esta frase: “Ya nada será igual que antes”. Si esta crisis la pagan una vez más los pobres, los más débiles, los que sufren, los que no tienen voz, todo será igual, o incluso peor que antes”.

La transcripción completa de este diálogo, que le sugerimos leer, la pueden ustedes encontrar en este enlace: LA LITERATURA PUEDE ENSEÑARNOS VALORES INMORTALES.

Imagen: InfoRSE

Fuente: Web del maestro

martes, 26 de mayo de 2020

Reabre el “Duomo” de Florencia con visitantes limitados y dispositivos electrónicos para mantener el distanciamiento social

Un mensaje de esperanza para Italia: miles de personas reservaron entradas para visitar el Duomo y los monumentos de sus alrededores en la capital toscana de Florencia, los cuales ya abrieron sus puertas después de pasar los últimos tres meses sin visitantes.

En todo el continente, los museos y las instituciones culturales se están volviendo creativos para hacer cumplir las regulaciones de distanciamiento social.

En la Catedral de Florencia, sólo se permitirán 200 visitantes por día, los cuales usarán cordones con dispositivos electrónicos que vibrarán cuando estén demasiado cerca de los demás.

Los dispositivos pueden detectar cuando están a menos de dos metros de otro collar, vibrarán, se iluminarán y emitirán un sonido, por lo que realmente no habrá excusa para no mantener la distancia.

Otros museos requerirán que los visitantes reserven boletos con anticipación, utilicen máscaras o se sometan a controles de temperatura al ingresar.

En el Instituto Giacometti de París, solo se permiten 10 personas cada 10 minutos, y en los museos de las Colecciones de Pintura Estatal de Baviera en Munich, los visitantes están limitados a uno por cada 215 pies cuadrados.

En el Museo de Arte Contemporáneo Castello di Rivoli de Turín, los clientes pueden esperar senderos para caminar designados, controles de temperatura y boletos de tiempo fijo. Y en la Scuderie del Quirinale de Roma, los visitantes que paseen por una importante exposición de Rafael serán ordenados en pequeños grupos y guiados a través de las galerías por un guardia, no como guía sino como acompañante para mantenerlos a salvo.

Fuente: Intriper

lunes, 25 de mayo de 2020

Las condiciones de la educación virtual en Bolivia

En estos días se ha abierto un importante debate en el ámbito educativo en Bolivia. Las preguntas principales han girado en torno a: ¿Qué entendemos por educación virtual? ¿Nuestra sociedad está preparada para este tipo de educación? ¿Qué implicancias trae a nuestro quehacer educativo? ¿Qué contenidos o temáticas vamos a enseñar por medio de la educación virtual? ¿Nos ayuda o no este tipo de educación? ¿Es posible recuperar y promover auténticos procesos formativos virtuales y experiencias de vida? ¿Incluye o excluye la educación virtual y/o a distancia? y, no la menos importante ¿Se podrá educar verdaderamente de manera virtual?

En la obra de García Aretio (2014), encontramos una interesante aproximación sobre la educación virtual: “un sistema tecnológico de comunicación bidireccional (multidireccional), que puede ser masivo, basado en la acción sistemática y conjunta de recursos didácticos y el apoyo a una organización y tutoría, que separados físicamente de los estudiantes, propician en estos un aprendizaje independiente y cooperativo”. Algo que nos permite contrastar con el hecho es que los involucrados en el asunto deben ser plenamente conscientes del proceso. De igual manera, la Comisión Especial de Estudio para el Desarrollo de la Sociedad de la Información (2003), señala que hablar de la educación virtual es referirse a “un estadio de desarrollo social caracterizado por la capacidad de sus miembros… para obtener, compartir y procesar cualquier información por medios telemáticos instantáneos, desde cualquier lugar y en la forma que se prefiera”. Esta última concepción pone en evidencia que este tipo de educación está asociado a unos procesos de desarrollo en el cual se ubican un nivel necesario para sus actores. Por lo cual, la educación virtual requiere muchas condiciones previas que quizá en Bolivia todavía no están dadas.

Del mismo modo, cabe resaltar que, como se sabe, la educación virtual no se ha diseñado para la educación primaria o secundaria, de hecho, es un tipo de educación concebida para complementar u ofertar la educación superior. Ciertamente planeada para aquellos que ya cuentan con estudios mínimos y que persiguen metas formativas más extensas. Sin embargo, son las circunstancias actuales las que obligan a utilizar la educación virtual: el transporte público está prohibido y existe la limitación de reunirse en grupos. La cuarentena de este año 2020, condiciona el actuar de todos los ciudadanos y eso significa que se debe buscar estrategias para atender a las o los estudiantes. Surge, entonces, la demanda de nuestra sociedad populista, incluso la alteña, que va pidiendo a gritos que se continúe con el desarrollo pedagógico, aunque sea de manera virtual. De ahí el brote de responder desde la educación virtual.

Por otro lado, partimos de la premisa de que como derecho fundamental de todo ser humano, la educación debe estar al alcance y no debe ser negada a ninguna persona. Ello se convierte en una circunstancia que nos obliga a cuestionar si con este tipo de educación ¿no se habrá encontrado otra manera de seguir ahogando a los más desfavorecidos? Asimismo, en las circunstancias actuales, es verdad que nos enfrentamos a diversas complejidades en el ámbito social y familiar que rodea a cada estudiante por ejemplo: miembros de la familia que están enfermos, situaciones en donde estén experimentando la muerte de un ser querido, la sobrecarga y agotamiento provocado a estudiantes mediante estas actividades. Por ello se oyen voces discordantes que están proponiendo alternativas, como: la radio-educación, la tele-educación, la educación a distancia y/o modular con textos (digitales o impresos). En fin es el otro lado de la moneda que busca que no se cercene el carácter general de la educación.

Si, a lo anteriormente descrito, le agregamos el surgimiento y la eclosión de las redes sociales no sólo en Bolivia sino también en el mundo, nos encontramos realmente ante un panorama muy complicado. Esto debido a que, en buena medida, estas otras conformaciones, ya habituales o generalizadas en nuestra población, son la representación de una nueva estructura social, conocida como “la sociedad virtual”. Una sociedad que se caracteriza por existir en paralelo, cual historia de ciencia ficción, en medio de la realidad que vivimos. Esta “sociedad virtual” hace posible que cada día millones de personas estén interconectadas, discutiendo, escribiendo y compartiendo información de la más diversa índole. Y Bolivia no está extensa de la misma.

Cabe señalar que una de las ventajas de la educación virtual es que rápidamente se podrá avizorar que las posibilidades del aprendizaje generalizado se amplían adquiriendo nuevas dimensiones, más aún si están vinculadas a las redes sociales. Otra ventaja es la que hace referencia a las posibilidades de potenciar el aprendizaje grupal y colaborativo. No se puede negar que las redes sociales son potencialmente ricas para generar grupos de interés o comunidades de aprendizaje en las cuales “todos aprenden de todos” de manera colaborativa.

Pero no se pueden negar que existen errores a la hora de evocar la educación virtual. Pensar por ejemplo, que sólo se reduce a los aspectos técnicos: la conexión a internet, tener un dispositivo electrónico, contar con una aplicación para hacer funcionar todo, etcétera. En efecto, la educación virtual no se reduce a una videollamada grupal o a dar clases por video.

Para hablar de una educación virtual satisfactoria existen elementos básicos que se tienen que considerar, incluso en nuestro país. Estos elementos son: un programa o una plataforma que nos permita trabajar medianamente (por ejemplo, una que permita manejar, aparte de una videollamada grupal, contenidos interactivos). Igualmente, se necesita tener bastante flexibilidad en el horario del desarrollo de actividades, reducir al máximo la necesidad de tener clases en vivo. También se debe contar con la accesibilidad atemporal, lo que significa ubicar un “lugar digital” en donde todo esté organizado y al alcance de los estudiantes para que ellos puedan ver o utilizar este material posteriormente: imágenes, videos, documentos, aplicaciones…

Además, algo vital en este tipo de educación, es que se requiere de la independencia del estudiante; que éste, de manera autónoma y conciencial, busque e investigue sobre el material suministrado y sobre las posibilidades del mismo para su aprendizaje. Este aspecto es un punto de quiebre, debido a que para que el estudiante estudie o aproveche mejor el material que se le ha dado, tendrá que tener una gran determinación, por lo que se dice que es más difícil mientras son más pequeños los estudiantes. Por eso, se necesita que se involucren los padres de familia en la educación de los hijos; porque, si realizan la educación virtual, deben motivarlos y orientarlos en el desarrollo de estas asignaciones. Sin esta ayuda la educación de niños o adolescentes, con la modalidad virtual, conlleva un fracaso seguro.

Algo que vale la pena rescatar es que ya hace algunos años atrás la UNESCO y otras entidades han ido descubriendo que la educación virtual tiene mucho de semejante a la educación a distancia. En realidad en los últimos años la educación a distancia se ha transformado en la educación virtual. Lo que da a entender que los lineamientos de esta educación valen para lo virtual y, sin embargo, no olvidemos que el enfoque de esta última era principalmente una educación para los adultos. Por lo que, de ser implementada, será necesaria una profunda revisión y replanteamiento en función a buenas estrategias para su implementación, especialmente con niños y adolescentes.

Queda claro que, no importando si las maestras y los maestros asumieran el desafío de impartir o dar la educación virtual, se busca cuidar lo humano y que no se dé un quiebre relacional. A pesar de la compleja situación que se vive, con todo y cuarentena, el deseo del maestro es conservar lo humano por sobre lo virtual-digital. Esto se convertirá en una constante que se irá viviendo día a día en el quehacer educativo.

Paso a compartir dos interesantes testimonios de dos directores de unidades educativas de la ciudad de El Alto que nos permite situar esta problemática. En sus miradas podemos observar el sentir de mucha gente y ellas nos permiten también situarnos en lo complejo de este tema.

Para el director Doroteo Condo Villca “la educación virtual debe implicar interacción entre el docente y los estudiantes, debe implicar réplicas creativas y contestatarias a través de imágenes, videos y otros recursos”. El profesor también señala que “esta etapa de formación virtual para los maestros nos hace obviamente líderes, porque la cosa no se detiene ahí, sino que un día aprendes una cosa y otro día otra, con mejores bondades que te permite un mayor desenvolvimiento”. Es una visión positiva que no deja de lado una cierta resistencia que tienen muchos maestros, casi natural, a los entornos que están asociados a la educación virtual. Por ello, también desde sus vivencias, se ve expresada la necesaria interpelación constante a maestras y maestros, para que vean esta situación como una oportunidad del liderazgo que les toca asumir.

Por otro lado, el director Carlos Alberto Tórrez Mitta nos señala que “la educación virtual puede tener varias definiciones, lo cierto es que, la gran preocupación que tenemos todos los profesionales de la educación es que a través de esta modalidad no se garantiza que llegue al cien por ciento de los estudiantes, por problemas económicos principalmente. Me parece que ese es el tema que hay que debatir y sugerir posibles soluciones aunque creo que es un poco complicado, pero hay que trabajar en ello, principalmente a la cabeza del Ministerio de Educación”. En este último aporte, se puede entender la situación que señalamos respecto a lo humano por sobre lo virtual-digital, además de tomar muy en cuenta el contexto económico en el que se ven sumergidos los estudiantes y sus familias. No deja de ser llamativo que el director refleja el temor también de la cobertura al estudiantado. Con esta modalidad no se garantiza la continuidad y, posiblemente, se esté gestando una importante cantidad de abandono escolar que podría repercutir considerablemente en los aspectos que ya habíamos superado en los últimos años. La mesa está servida y sabemos que aunque todos están invitados, no todos podrán llegar a ella. Si fuese así, es importante repensar y diversificar las posibilidades, porque no podemos limitar la educación sólo para aquellos que puedan acceder a ella.

Entonces ¿Qué podemos decir sobre la educación virtual? Es un camino muy estrecho, tanto para la educación regular de niños y adolescentes como para aquellos que no tienen los medios suficientes para su utilización. Por todo ello, se requerirá ensanchar (en alguna medida) esta vía sino queremos hacerla privilegio para unos cuantos.

Fuente: Jicha

domingo, 24 de mayo de 2020

Cannes, San Sebastián y otros festivales de cine subirán sus películas a YouTube

La pandemia de la COVID-19 ha hecho que sea inseguro compartir espacios reducidos con mucha gente, por lo que muchas salas de cine han cerrado sus puertas al público. Los festivales de cine también se han visto afectados por esta pandemia, por lo que muchos han sido cancelados.

Sin embargo, eso no ha detenido a la industria, pues ha buscado alternativas para disfrutar del séptimo arte a través de transmisiones en Internet.

Este es el caso del Festival de Cine de Tribeca, el cual se ha agrupado con YouTube y ahora han anunciado un nuevo evento, We Are One: A Global Film Festival.

Este evento no es un simple sustituto del gran festival de cine, sino que tiene como objetivo principal llegar a diversas audiencias alrededor del mundo. El festival de cine digital durará diez días e incluirá una curaduría de las mejores películas de los principales festivales de cine del mundo.

We Are One iniciará este 29 de mayo. La programación de cada día aún no ha sido anunciada, pero sabemos que estos son los festivales participantes:
  • Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy
  • Festival Internacional de Cine de Berlín
  • Festival de Cine de Londres
  • Festival de Cine de Cannes
  • Festival Internacional de Cine de Guadalajara
  • Festival Internacional de Cine y Premios de Macao
  • Festival de Cine de Jerusalén
  • Festival de Cine de Bombay
  • Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary
  • Festival de Cine de Locarno
  • Festival Internacional de Cine de Marruecos
  • Festival de Cine de Nueva York
  • Festival Internacional de Cine de San Sebastián
  • Festival de Cine de Sarajevo
  • Festival de Cine de Sundance
  • Festival de Cine de Sídney
  • Festival Internacional de Cine de Tokio
  • Festival Internacional de Cine de Toronto
  • Festival de Cine de Tribeca
  • Festival de Cine de Venecia
Esta iniciativa beneficiará al Fondo de Respuesta Solidaria COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud, así como a proveedores de ayuda local.

Fuente: Pijama Surf

viernes, 22 de mayo de 2020

Derechos digitales y los retos que plantea el 2020

La crisis mundial que ha desatado la propagación del COVID-19 ha tenido fuertes impactos en las formas en las que nos informamos, nos comunicamos, creamos, trabajamos, aprendemos e incluso consumimos a través de las tecnologías e internet.

Algunos de esos impactos se han manifestado en torno a la toma de decisiones que afectan el ejercicio de los derechos humanos y también han despertado fuertes debates en torno a la protección de los datos que inundan las plataformas digitales, frente a la migración de distintas actividades al ámbito digital.

En esta edición especial de nuestro boletín semanal, compartimos las publicaciones que hemos difundido este año, a propósito de las transformaciones y retos que ha traído lo que va del 2020 en los derechos digitales. (clik para descargar)

Latin America in a Glimpse

En la última edición de nuestro reporte anual analizamos distintos usos de las tecnologías que han transformado la movilización social en la región, así como los despliegues tecnológicos que han instrumentalizado mecanismos de vigilancia, control y vulnerabilidad en países de América Latina.

Discurso de odio en América Latina

El discurso de odio es uno de los temas más complejos en el debate sobre la libertad de expresión en línea. Marianne Días aborda la complejidad de este fenómeno que se sitúa en el límite que separa los derechos a la libertad de expresión individual y colectiva, así como a la dignidad humana y a la igualdad.

Recomendaciones de seguridad en redes caseras

Carlos Guerra comparte un conjunto de consejos con el fin de mejorar la seguridad en las redes caseras de conexión a internet. Esta publicación está dirigida a personas que, debido a la crisis sanitaria producto del COVID-19, se encuentran trabajando a distancia y/o desde sus hogares.

Narrativas en torno al uso de la huella digital

Javiera Figueroa y Catalina Venegas analizaron el uso de tecnologías biométricas para identificar a beneficiarias del FONASA, con el fin de explorar las implicaciones de estas tecnologías de identificación en el acceso a salud, el manejo del tiempo y la seguridad.

¿Cómo denunciar la violencia doméstica?

Florencia Goldsman y Graciela Natansohn realizaron esta traducción y adaptación de “Cuidados durante a pandemia: como denunciar uma violência doméstica?”, una guía originalmente producida por MariaLab en colaboración con Mapa do Acolhimento y Frontline Defenders.

Fuente: Boletín Derechos Digitales

jueves, 21 de mayo de 2020

Una nueva IA identifica quién sufrirá casos más graves de COVID-19

Una de las organizaciones sanitarias más grandes de Israel está utilizando la inteligencia artificial (IA) para ayudar a identificar cuáles de las 2,4 millones de personas que cubre tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones graves por COVID-19. Maccabi Healthcare Services afirma que este sistema, desarrollado junto con la compañía de inteligencia artificial Medial EarlySign, ya ha identificado al 2% de de dicho grupo, lo que equivale a alrededor de 40.000 personas. Después de identificarlas, esas personas se someterán a pruebas de diagnóstico por la vía rápida.

La IA en cuestión es la versión adaptada de un sistema previo entrenado para identificar a las personas con mayor riesgo de complicaciones ante la gripe. Para dicho entrenamiento, los investigadores usaron millones de registros de Maccabi recopilados desde hace 27 años. Para realizar sus predicciones, el sistema se basa en una variedad de datos médicos, que incluyen la edad, el índice de masa corporal (IMC), trastornos de salud como las enfermedades cardíacas y la diabetes, y los antecedentes de ingresos hospitalarios. La IA puede rastrear una gran cantidad de registros y detectar a las personas en riesgo que de otro modo podrían no haber sido identificadas.

Maccabi también usa la IA como ayuda para determinar el nivel de tratamiento que las personas identificadas podrían requerir si se enfermaran, ya sea cuidados en su casa, cuarentena en un hotel o ingreso en un hospital. La organización afirma que ya está hablando con los principales proveedores de servicios sanitarios de EE. UU. que están interesados ​​en usar la IA para hacer lo mismo con sus propios pacientes de alto riesgo.

El uso de la inteligencia artificial para identificar a las personas vulnerables podría salvar vidas, destaca el MD y CEO de la empresa de inteligencia artificial Apixio, Darren Schulte, que desarrolla software para analizar los datos médicos no estructurados, como las anotaciones de los médicos. Schulte cree que la herramienta de Maccabi también podría usarse para aislar a la población de alto riesgo cuando se suavicen las medidas de confinamiento, quizás alojando a esas personas en viviendas especiales lejos de los miembros de su familia que podrían ser portadores no diagnosticados del virus.

Pero introducir esa herramienta en otros países podría no ser tan sencillo. En Estados Unidos y en España, por ejemplo, los registros médicos se almacenan en muchos sistemas diferentes de atención médica. Schulte afirma: "Nuestra capacidad para desarrollar los algoritmos para identificar a las personas de alto riesgo está limitada por la falta de conjuntos de datos. Incluso en la ciudad de Nueva York (EE. UU.), pienso que sería un gran desafío crear un único conjunto de datos que reúna la información de los pacientes de los grandes hospitales".

La pandemia de COVID-19 podría cambiar esto, cree Schulte y concluye: "Solo necesitamos que los distintos sistemas de salud den acceso a sus datos de los pacientes". Algo que, aunque él considera sencillo, podría ser políticamente muy complicado y muy retador a nivel privacidad.

Fuente: MIT Technology Review

miércoles, 20 de mayo de 2020

Cero Filas: un paso hacia la digitalización de los trámites en código abierto

En el contexto actual de distanciamiento social, es cada vez más relevante la digitalización de los servicios, siempre y cuando la ciudadanía pueda tener acceso en línea. Cuando no es todavía posible digitalizar los trámites de punto a punto, esta aplicación en código abierto ofrece un recurso para que los gobiernos puedan cuidar la eficiencia de los servicios para el público, con atención particular a la gestión de las filas y los tiempos de espera.

Cero Filas es una aplicación web diseñada por iniciativa del H. Ayuntamiento de Veracruz, México para facilitar los trámites ciudadanos que requieren atención presencial, permitiendo que los ciudadanos programen una cita. Además, brinda información relevante a los gobiernos para poder mejorar sus procesos, a través de la evaluación de los servicios por los ciudadanos a través de la misma herramienta.

Entrevistamos a Gerardo Pérez Gallardo, Director de Modernización, Innovación y Gobierno Abierto del Ayuntamiento de Veracruz, para conocer más sobre cómo se creó la herramienta y cómo se está utilizando Cero Filas, para evitar que las personas se congreguen y poder mantener la atención ciudadana. También, exploramos las oportunidades de adaptar la herramienta los servicios de otros gobiernos a través de su participación en la iniciativa “Código para el Desarrollo”.

¿Por qué crearon esta herramienta?

Los trámites catastrales que brinda el Ayuntamiento de Veracruz son uno de los más solicitados por los vecinos de manera diaria. La deficiencia en la gestión del tiempo provocaba que las personas hicieran largas filas y esperaran demasiado tiempo para ser atendidas.

¿Cómo abordaron el proceso de diseño?

Desde el equipo de la Dirección de Modernización, Innovación y Gobierno Abierto se decidió desarrollar la aplicación Cero Filas a través de una perspectiva de diseño centrado en las personas.

Desde el punto de vista de la ciudadanía, lo que tratamos de abordar fue la necesidad de disminuir el tiempo de espera al realizar un trámite o servicio ante el gobierno municipal y mejorar la gestión del servicio público en sí. Cero Filas permite que los vecinos puedan programar un día y hora, conocer previamente los requisitos de sus trámites o servicios, y al final tener la posibilidad de calificar y retroalimentar la atención que se le brindó.

Desde el punto de vista gubernamental, nos permite mejorar nuestra coordinación para la atención de los trámites, ya que el hecho de que la gente pueda programar previamente mediante su cita, nos da espacio para organizar nuestros recursos humanos frente a la demanda. También nos permite contar con evidencia de datos de atención, tiempos estimados contra tiempos reales, entre algunos otros datos valiosos. En suma, nos permite mejorar nuestros servicios y hacerlos cada vez más eficientes.

¿Cuáles han sido los primeros resultados que han obtenido con Cero Filas?

El 13 de noviembre de 2019 lanzamos el piloto junto con el equipo de la Dirección de Planeación Catastral integrado por su Director Fernando Correa Velasco, su subdirectora Samantha Tostado Silva y su personal de atención en ventanilla. Hemos tenido resultados positivos mejorando la atención pública, atendiendo más rápido y reduciendo los tiempos de espera. Por ejemplo, el promedio de atención de una persona para el trámite de Cédula Catastral sin cita es de 50 minutos mientras que, con una cita programada es de 10 minutos, desde que las personas llegan a la oficina hasta que terminan su trámite.

Lo anterior, permitió replicar rápidamente esta herramienta en dos nuevas direcciones municipales. El diciembre 2019, comenzamos a trabajar con la Dirección de Desarrollo Económico y Portuario y la Dirección de Desarrollo Integral de la Familia, sumando con ello 19 nuevos trámites para brindar mejor servicio público.

¿Cómo han tenido que adaptar los servicios frente a la aparición del COVID-19?

Sumándose a las medidas de distanciamiento social, en Veracruz el Alcalde Fernando Yunes Márquez dispuso profundizar y acelerar el proceso de implementación de Cero Filas en diferentes oficinas públicas.

Por un lado, las áreas que ya se encontraban funcionando con Cero Filas (Catastro, DIF y Desarrollo Económico) pasaron de manera inmediata de un sistema mixto de atención -entre citas digitales y turnos presenciales- a recibir sólo citas previamente agendadas a través de la plataforma. Por otro lado, se incorporaron las áreas que aún no se habían sumado a la plataforma y que sus trámites son prioritarios para la ciudadanía como ser Ventanilla Única que integra áreas de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Desarrollo Económico, para la apertura rápida de comercios y permisos de construcción.

Con todo lo anterior, el Ayuntamiento actualmente permite agendar citas para 113 trámites diferentes. Por su facilidad de implementación, prevemos que al final del 2021 todos los trámites municipales puedan ser agendados mediante Cero Filas mejorando la eficiencia en la administración del tiempo burocrático.

¿Cómo podrían otras ciudades beneficiarse de esta herramienta que están abriendo en el catálogo?

Cero Filas es una herramienta enfocada al sector público que hemos puesto a disposición a través de código abierto. Toda administración, organismo o proyecto que tenga la necesidad de gestionar de una mejor manera la programación de la atención al público puede hacer uso de la misma.

Es una plataforma sencilla de utilizar e implementar, probada y con resultados rápidos y concretos. Para facilitar su reutilización se detallan en la documentación los pasos y los conocimientos de PHP, JavaScript, MySQL, jQuery y CSS necesarios.

Al igual que con las demás herramientas que hemos puesto a disposición, sabemos que en cada caso de reutilización, se abren oportunidades no sólo para el equipo que encuentra una solución digital a sus problemas sino también para mejorar la herramienta, incorporando nuevos aprendizajes y experiencias.

La digitalización de los trámites es un proceso iterativo. Cero Filas ofrece un paso concreto a los gobiernos que se encuentran trabajando en la dirección de mover un proceso presencial hacia un ambiente digital, de manera incremental y asequible.

Imagen: Opinion

Fuente: Abierto al Público

martes, 19 de mayo de 2020

Cuánto te llevaría leer todos los “términos y condiciones” de las aplicaciones más populares en tu celular

Antes de descargar cualquier aplicación o comenzar a utilizar un servicio sería recomendable leer los términos y condiciones de uso para entender a qué nos estamos comprometiendo. Estos acuerdos detallan los datos a los que acceden las plataformas, el uso que le darán así como otras cuestiones vinculadas a los derechos y responsabilidades que tienen tanto los proveedores del servicio como los usuarios.

¿Pero quién se toma el tiempo para consumir toda esa información? Leer las 15260 palabras de los términos y condiciones de Microsoft llevaría poco más de una hora. Casi lo mismo que “Macbeth”, de Shakespeare. En cuanto a Tik Tok o Spotify, el tiempo necesario sería de 35:48 minutos y 31:24 minutos, respectivamente. Los datos surgen de un análisis realizado por Visual Capitalist que incluyen 21 de las plataformas más populares y fueron compilados en un gráfico que se reproduce a continuación:

Visual Capitalist consideró que una persona lee unas 240 palabras por minutos y en función de ese dato calculó cuánto se demoraría en leer los términos y condiciones de algunas de las plataformas online más populares. La extensión y, en ocasiones, la dificultad que implica digerir esta información ha sido fruto de análisis y controversias hace años.

El documental Términos y condiciones (Terms and conditions may apply) del año 2013 y dirigido por Cullen Hoback pone el foco no sólo en la longitud de los acuerdos sino en en la compleja jerga legal que se incluyen en muchos de estos acuerdos que publican las compañías.

En el último tiempo, algunas de las plataformas más populares fueron adaptando y re escribiendo sus términos y condiciones para facilitar la lectura de esta información por parte de los lectores. Aún así, un usuario necesitaría en promedio 250 horas para leer todos los acuerdos de todos los servicios que emplea en sus celulares o computadoras.

Al analizar cada uno de los servicios, según el ranking de Visual Capitalist, la empresa que se destaca en la lista es Microsoft, que tiene el documento más largo de todos, como ya se mencionó. Hay que destacar que esa cantidad de palabras cubre todos sus productos y servicios, que son muy variados.

En segundo y tercer lugar están Spotify y Niantic (Pokémon Go), con acuerdos de 8.600 y 8.466 palabras respectivamente, que llevarían poco más de 35 minutos leer. El cuarto y segundo puesto es para Tik Tok y Apple, cuyos documentos se leerían en poco más de media hora.

Las plataformas cuyos acuerdos tienen menor cantidad de palabras son Instagram, Netflix y Dropbox. En estos casos bastarían 11 minutos para leer la información. YouTube, Amazon, Google, Facebook y Linkedin están bastante cerca de estas métricas también con tiempos que van desde 13 a 18 minutos.

Cabe señalar que este estudio se hizo sobre la base de los textos en inglés y que en castellano puede haber pequeñas variaciones en el conteo final que puede diferir en una o dos decenas de palabras pero que no modifica en mayor medida el conteo y el ranking establecido.

Otro punto importante es que en este caso se están teniendo en cuenta los términos y condiciones de uso, donde no siempre se suele incluir de forma completa la política de privacidad. En muchos casos esto es un apartado diferente que requiere otro tiempo extra de lectura.

La dificultad de la lectura

Más allá de la extensión de los textos, también vale la pena analizar la dificultad de los términos empleados. Y para eso, en el informe se emplea la prueba de legibilidad de Flesch-Kincaid o prueba nivel de facilidad de lectura de Flesch, un sistema que evalúa la facilidad de comprensión de un documento en inglés empleando la siguiente fórmula:

206.835 -1.015 (total de palabras/total de oraciones) - 84,6 (total de sílabas/total de palabras)

La prueba otorga al texto un valor dentro de una escala de puntos. Cuanto más elevado sea el resultado, más fácil será comprender el documento. Un resultado de entre 51 y 56 implica que para leer el texto se requiren habilidades de comprensión que se esperan de un alumno de entre décimo y doceavo grado, o sea los últimos años de secundaria o educación pre universitaria. Un número menor de 51 implica que se requiere tener una capacidad lectora de un universitario para comprender fácilmente el texto.

Según estas métricas, Facebook (56) , Google (56), Instagram (54) , Linkedin (54), Microsoft (54), Snapchat (54) y Dropbox (51) incluyen los documentos legales más sencillos de entender con métricas que van entre 56 y 51, con lo cual estos textos podrían ser comprendidos sin dificultad por alumnos de los últimos años de secundario.

El resto de los servicios analizados, con métricas que van desde 50 a 36 reportan un dificultad de lectura mayor. En este sentido, los acuerdos más complejos de comprender son los de Slack (36), Niantic (36), Twitter (39), Uber (40) , Zoom (42) , Spotify (44) y Tik Tok (44).

Qué información se encuentra en estos acuerdos

En estos documentos se le explica al usuario qué dato se recopilarán y de qué modo serán utilizados. Además de dar cuenta del tipo de servicios se ofrece, la responsabilidad y derechos que existen en relación al contenido publicado. También se explica cómo rescindir el acuerdo, entre otras cuestiones. La forma y el contenido puede variar en cuanto a detalles y especificaciones.

Entender a qué se compromete el usuario cuando decide utilizar un servicio, en el mundo analógico o en el virtual, es importante porque hace alusión a sus derechos. También porque ayuda a entender y contextualizar lo que implica el uso de cualquier producto o servicio. En definitiva, siempre se trata de hacer un análisis de costo-beneficios.

Además de todo esto, comprender ayuda a poder sostener un debate con argumentos para que el usuario pueda plantearse si realmente algún servicio solicita que se acceda a ciertas condiciones que pueden ser consideradas desmedidas o no. ¿Vale la pena otorgar estos permisos? ¿Realmente difiere mucho lo que solicita una aplicación respecto de otra?

En ocasiones surgen polémicas en torno a cómo un servicio solicita accesos a determinados permisos o le solicita tal o cual dato al usuario. En esos casos habrá que preguntarse, tras un análisis exhaustivo y responsable, cuánto difiere lo que pueda pedir un servicio de otro y cuán respetuoso o no es de los derechos de los usuarios a su privacidad y sus datos personales para, eventualmente, plantear cambios si la situación lo requiere o no.

Fuente: Infobae

domingo, 17 de mayo de 2020

La verdad en las democracias algorítmicas


trump_fake_news.pngResumen del artículo


La conversación pública se ha digitalizado. La red nos ofrece un espacio horizontal y descentralizado con una superabundancia de contenidos, mientras se ha acelerado un proceso de desintermediación que ha puesto fin al monopolio de los intérpretes tradicionales de la realidad. Los universos informativos y opinativos se mezclan, confunden e hibridan nuevos contenidos. La percepción de los hechos está mediada por las emociones y las verdades son de libre elección. Esta transformación no se explica solo por la crisis de los sistemas mediáticos tradicionales, sino también por el nuevo orden algorítmico que controla en gran medida la predeterminación selectiva de la información. ¿Cómo afecta al sistema democrático que el debate público tenga lugar en espacios tecnológicos de propiedad privada? ¿Quién controla este espacio digitalizado? El verdadero desafío existencial que supone para la democracia la creación de nuevos sistemas de poder y nuevas desigualdades sociales se dirimirá en la dataficación y la gobernanza algorítmica.

Palabras clave

desintermediación, posverdad, desinformación, política, democracia, consenso, algoritmo, datos, aceleración digital

Artículo completo

Imagen: Alainet

Fuente: Revista CIDOB

viernes, 15 de mayo de 2020

La sobredosis informativa por coronavirus también amenaza la salud

La tos, la fiebre y el malestar general son algunos de los múltiples síntomas de la COVID-19. Pero en tiempos de pandemia, advierten distintos trabajos, la infección no es el único peligro para la salud pública. La ubicuidad informativa del nuevo coronavirus también puede provocar ansiedad y estrés en muchas personas.

A principios de febrero, antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase la pandemia por coronavirus, lo hizo por ‘infodemia’: el peligro por exceso de información alrededor de este virus. La gente quiere respuestas en un momento en el que todavía hay poca evidencia científica y mucha incertidumbre, lo que dificulta la búsqueda de fuentes fiables.

Es más, esta sobreexposición mediática puede suponer “una amenaza para la salud”, alerta un artículo reciente publicado por investigadores de la Universidad de California en Irvine (EE UU) en la revista Health Psychology de la Asociación Americana de Psicología. Dana R. Garfin y el resto de autores indican que el consumo excesivo de noticias puede incrementar la sensación del riesgo para la salud y amplificar el estrés. Las secuelas pueden persistir en el tiempo, más allá del brote.

Durante la primera semana de confinamiento, los estadounidenses que se sintieron más deprimidos fueron los que estuvieron más expuestos a informaciones sobre la COVID-19, según una encuesta en línea de la Universidad de Texas, en Austin (EE UU), a 5.626 individuos. El 17% de los encuestados se pasaron más de siete horas diarias consultando informaciones sobre el virus.

Cuando las informaciones corren por redes sociales, los resultados son similares. Otro estudio, publicado recientemente por científicos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Fudan (China) en PLoS One, observó que los jóvenes que más usaron las redes mostraron más ansiedad y depresión que el resto, tal y como se desprende de casi 5.000 encuestas en línea, hechas a finales de enero en el epicentro del brote.

Estas consecuencias sobre la salud –más allá de la enfermedad que provoca la infección–, ya se habían observado en epidemias anteriores. “Las enfermedades contagiosas nuevas dan miedo, nos asustan porque son desconocidas e imprevisibles”, apunta en un artículo en The Conversation Karin Wahl-Jorgensen, que investiga la relación entre los medios y las emociones en la Universidad de Cardiff (Reino Unido).

El miedo, según esta investigadora, ha tenido un papel clave en la cobertura informativa del nuevo coronavirus. Wahl-Jorgensen encontró la palabra ‘miedo’ en uno de cada diez artículos publicados entre mediados de enero y febrero de este año. Y el miedo, como tantas emociones, es contagioso y se puede propagar rápidamente, cuenta.

Ojos que no ven

El miedo, como los virus, es una amenaza invisible. Durante la crisis del ébola de 2014, según un trabajo anterior de Garfin, los estadounidenses que más siguieron las noticias sobre la enfermedad presentaron niveles más altos de estrés, preocupación y deterioro funcional por el miedo al contagio, a pesar de encontrarse lejos del brote, que asoló África occidental entre 2014 y 2016 en su peor brote.

“La manera en que se comunica un riesgo, a menudo a través de las noticias, también puede afectar en cómo se percibe el riesgo”, subraya un artículo publicado en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) sobre la percepción pública del ébola en Estados Unidos.

Que la novedad es noticia también aplica a los virus. El ébola reapareció en África en 2018. La cobertura durante el primer mes del rebrote no tuvo nada que ver con la atención mediática que ha recibido ahora el coronavirus. El SARS-CoV-2 generó durante su primer mes 23 veces más artículos y 27 más titulares en la prensa escrita anglosajona que la epidemia del ébola, según datos de LexisNexis para la revista Time.

Hay otras circunstancias que modulan cómo procesamos la información en situaciones de alerta sanitaria, dice a SINC Gema Revuelta, directora del Centro de Estudios de Ciencia, Comunicación y Sociedad de la Universidad Pompeu Fabra. Algunos de estos factores son la familiaridad con el tema o la situación previa de vulnerabilidad emocional y mental de la gente.

Las personas con menos tolerancia a la incertidumbre sufren más la amenaza viral, concluyó un estudio sobre la pandemia por gripe A de la Universidad de Carleton (Canadá). En 2009, el virus H1N1 también aumentó los niveles de ansiedad entre la población, sobre todo entre aquellas personas que consideraban estresante la ambigüedad en su vida.

Sin papel de váter

La sobredosis informativa por coronavirus puede provocar respuestas distorsionadas, advierten los investigadores de la Universidad de California en Irvine (EE UU). Los autores ponen como ejemplo la compra compulsiva de papel higiénico previa al confinamiento, una reacción bastante universal que se replicó en otros países, a pesar de ciertas variaciones territoriales. En Estados Unidos, el miedo al coronavirus disparó la venta de armas.

Más allá de la anécdota, que ha generado muchos memes, el problema emerge cuando estas reacciones afectan a necesidades básicas. Los mismos expertos advierten del desabastecimiento de mascarillas, claves para la protección de los sanitarios, o de la saturación del sistema sanitario.

La congestión y la desorganización de los hospitales, centros de salud y morgues son problemas comunes en las pandemias, relata un informe para la protección de la salud mental de las comunidades en estas situaciones, publicado hace casi una década por la Organización Panamericana de la Salud de la OMS.

“La comunicación es una parte importante de la evolución del brote epidémico”, considera Revuelta. “Es la única manera en la que puedes conseguir que se lleven a cabo las medidas de protección”, y pone el quédate en casa como ejemplo de éxito.

Los medios de comunicación se acercan a la realidad través de palabras y metáforas que le ponen nombre a lo que está ocurriendo. ‘Guerra’, ‘lucha’ y ‘héroes’ son algunos de los conceptos militares que se repiten estos días.

Este tipo de lenguaje se ha utilizado para informar y explicar estas enfermedades durante al menos un siglo, señala un estudio sobre el impacto mediático del SARS en 2003 de la London School of Economics (Reino Unido). El lenguaje militar ha permeado los discursos de inmunología, bacteriología e infecciones.

Comunicar en tiempos de pandemia

Las cifras demuestran la sobreexposición mediática al coronavirus es real. En España, el consumo de información creció un 59 % la semana del 23 de marzo –en plena pandemia–, en comparación a enero del mismo año, según Comscore.

La televisión e internet son los canales más utilizados para ponerse al día en esta crisis, según un estudio del Instituto Reuters publicado recientemente sobre acceso a la información en plena pandemia. En España –uno de los seis países analizados– destaca el uso de las redes sociales, sobre todo WhatsApp para hablar con familiares y amigos.

Para evitar el malestar de la población inmersa en la pandemia, distintos organismos están compartiendo recomendaciones. Los CDC aconsejan tomarse un descanso sin ver, leer o escuchar noticias, incluidas las redes sociales, ya que “escuchar hablar repetidamente sobre la pandemia puede ser molesto”.

Los periodistas también están en el punto de mira. “La responsabilidad social del periodismo exige que quienes lo ejercen sean conscientes de que su manera de informar influye no solo en el conocimiento de la ciudadanía, sino en la manera de conocer, entender y metabolizar la información”, apunta Elena Lázaro, presidenta de la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC).

La entidad, que acoge medio millar de periodistas y demás comunicadores científicos entre los cuales también hay investigadores que divulgan, ha lanzado una guía para informar sobre la COVID-19. En la lista de consejos figuran informar sin generar alarmismo y manejar adecuadamente la incertidumbre.

Fuente: SINC

jueves, 14 de mayo de 2020

El aliado visible: datos abiertos sobre la red de emprendedores y sus respuestas al COVID-19

Los emprendedores son expertos en movilizarse rápido y convertir los desafíos en oportunidades. En el marco de la pandemia, BID Lab realizó un mapeo regional para visibilizar las soluciones que van surgiendo de esta red. Estos datos abiertos, presentados con una interfaz intuitiva, sirven para facilitar colaboraciones, escalar conceptos robustos, y dimensionar la capacidad de los creadores de América Latina y el Caribe. Te invitamos a explorar la herramienta.

En tan solo algunas semanas, la vida como la conocíamos cambió. La disrupción de la pandemia se hizo evidente en todos los niveles de la sociedad, desafiando las expectativas sobre cómo gestionar los negocios y las finanzas, definir los servicios esenciales, y atender al bienestar de las personas en medio de una emergencia de escala mundial.

Frente este contexto complejo y dinámico, las y los emprendedores de América Latina y el Caribe ejemplificaron el significado de “pivotear”. De manera individual y descentralizada, comenzaron a liderar la creación de soluciones innovadoras y de base tecnológica, girando sus estrategias, productos y servicios para dar respuestas ágiles a las nuevas necesidades generadas por el COVID-19. 

Pero identificar las soluciones más relevantes requiere colaboración. Actores como aceleradoras, asociaciones de startups, redes de inversionistas, agencias de innovación y espacios de co-working comenzaron a identificar las soluciones emergiendo desde sus ciudades, países y hasta otras regiones. Un esfuerzo tremendo que deja en claro la importancia y el potencial de promover ecosistemas de innovación inclusivos y cada vez más conectados – para conocer, vincular, y escalar soluciones a nivel regional.

Un mapeo de mapeos: juntando datos para visibilizar soluciones al nivel regional

Desde BID Lab, el laboratorio de innovación del Grupo BID, integramos todos estos esfuerzos en un solo mapa –un mapeo de mapeos– para poner datos abiertos a disposición del público, información que esperamos sea útil para hacer frente a la crisis y juntar las soluciones más relevantes.

El Mapa de Innovadores de América Latina y el Caribe COVID-19 te permite explorar un mapa interactivo de una base de datos abierta, unida y consolidada de los esfuerzos diversos realizados por los emprendimientos alrededor de la región. Desde este mapa, se puede filtrar por país, categoría o fuente de datos –o también puedes descargar la información en una tabla de Excel.

Ahí podrás encontrar desde aplicaciones para educación y trabajo a distancia, soluciones para cuidar la salud mental y apoyar en nuevos desafíos sociales, plataformas que facilitan el consumo local hacia pequeños negocios, hasta telemedicina, soluciones digitales para el manejo del monitoreo y la cuarentena, soporte para logística de diagnósticos, sistemas de matching entre oferta y demanda de productos para hospitales, estudios de makers que ofrecen impresión 3D de materiales, y mucho más.

Juntamos varias fuentes de información, como los resultados de un ejercicio de crowdsourcing (el formulario sigue abierto), soluciones de las empresas de ConnectAmericas y las listas curadas de los mapeos lanzados por los principales actores del ecosistema. Todas las soluciones pasan por un filtro básico, que consiste en verificar que: 1) la compañía existe 2) está ofreciendo un producto o servicio innovador o de base tecnológica 3) con implementación en nuestra región 4) puede ser útil para enfrentar la crisis de COVID-19 y 5) cuenta con información accesible en línea. 

Interfaces que facilitan la exploración de estos datos

La página principal del mapa presenta algunas opciones sencillas para consumir los datos en un primer vistazo. En el centro, se encuentra la visualización geolocalizada de todas las soluciones disponibles en la base de datos. El mapa utiliza Arcgis online para alojar los datos y publicar un mapa geográfico de manera rápida y sencilla. El menú al lado izquierdo permite filtrar el mapa y arriba, se encuentra el botón que te invita a contribuir más soluciones a la base de datos.

También hay un resumen del número total de soluciones en la base (hasta la fecha, más de 500) y los diversos sectores que representan.

Tabla web en GitHub Pages

Para ampliar las oportunidades de trabajar con estos datos, quisimos brindar una solución en código abierto para que los usuarios puedan descargar los datos del mapa sin necesidad de abrir una cuenta en Arcgis online o entender datos geográficos. Elegimos un truco, usando una opción de GitHub pages (gh-pages) para proveer esos datos: visita la tabla de los datos aquí.

Básicamente, se transforman los datos desde un formato CSV en una tabla web. Las capacidades de la interfaz son básicas: visualización, ordenamiento, filtrado de datos, búsquedas libres y botones para descargar el contenido como CSV o en Excel.

Para crearlo, hicimos un ejercicio estilo "Hello World" en un repositorio de Github, usando unas librerías Javascript open source que conecta directamente a los datos desde Arcgis online para presentar el resultado en una página Github.io. A medida que publicamos cambios en el mapa en Arcgis online, la página Github los refleja automáticamente. Prácticamente, utilizamos Github como una interfaz de acceso a datos de manera abierta, aunque esos datos no estén alojados ahí.

Les invitamos a inspirarse de este código si tienen un caso similar que resolver. En el repositorio de Github, se encuentra el código fuente bajo una licencia de código abierto, y también el live demo directamente publicado y alojado ahí mismo, que muestra en forma tabular toda la información del mapa.

¿Qué sigue con esta iniciativa?

BID Lab y sus socios están trabajando en refinar los datos del mapa para identificar las soluciones más relevantes del ecosistema, darles visibilidad ante nuestros socios del sector público y privado, sumar este repositorio a mapas de talla mundial, y visibilizar recursos de conocimiento para startups y conectarlas con convocatorias y otras oportunidades.

Fuente: Abierto al Publico

miércoles, 13 de mayo de 2020

Fui a fiestas virtuales como quien se traslada en la realidad

Los sonidos de los vasos chocando, las conversaciones entremezcladas con la música de fondo, el festejo de bienvenida al amigo que llega, al tema que pedimos, al dealer en la puerta. Todo esto parece un recuerdo de la época de oro. Esa época donde tirábamos nuestros abrigos en la esquina del bar deseando volver a verlos al amanecer. Con nuestro maquillaje corrido y el último cigarrillo en la boca finalmente salíamos tambaleando y parábamos un taxi para irnos a dormir. Cansados, borrachos, solos o acompañados. Hoy nada de eso es posible, el cierre de la noche de sábado dejó de ser el retorno eterno a nuestras casas —con paradas en el medio en búsqueda de más tabaco y un poco de agua, con desvíos improvisados rogando por preservativos en las puertas de las farmacias 24 horas— y pasó a ser un botón de off que apaga nuestra felicidad en un segundo y nos deja sin escalas a los pies de la cama.

Es desde mi habitación, un espacio de tres por tres, donde me dispongo a asistir a mis primeras fiestas de cuarentena. Este sábado me tomaré mi búnker con un volumen que cruzará el límite de lo permitido en el edificio. Quiero saber si puedo quitarme el prejuicio que tengo frente a la convocatoria de la virtualidad. Las opciones son variadas, así que tengo ubicadas tres tipos de fiesta totalmente diferentes.

Creo que desde que comenzaron estos eventos multitudinarios el verbo que se utiliza es “ir”. A la fiesta se va, no se conecta, entra, une, engancha. ¿Vas a ir a la fiesta por Zoom? Es la pregunta. Y me siento extraña, porque no me trasladaré corporalmente a ningún sitio, estoy a un segundo de aparecer y desaparecer de la vida de la gente sin gastar tiempo ni dinero. Todos estamos exactamente en la misma situación. Las fiestas virtuales trascienden edades y clases sociales, es un click de acceso a cualquier lugar con música variada y luces de neón. No existen el sur y el norte, la entrada a mil pesos ni las zapatillas nuevas para poder “entrar”. Con mi computadora y mi celular cargados de batería será suficiente.

Fiesta uno: la vergüenza se va

Prepará tu traguito, primpiate un outfit pa perrear y creá tu pista de baile en casa, dice la descripción de la cuenta de Instagram de Se PiCall, la primera fiesta a la que voy. Pido el acceso por un mensaje privado y me pasan el link a través del cual debo conectarme. Cuando clickeo aparece un cartel con algunas reglas a seguir: me piden que por favor tenga mi cámara prendida y el micrófono apagado. Me advierten que si no quiero ser reconocida puedo usar una máscara y cambiar mi nick. Y lo importante y más llamativo: que si alguien no me responde a los mensajes privados, no insista o si alguna persona me molesta con estos mensajes puedo reportarlo a les anfitriones de la sala. Estos organizadores fueron precavidos y atentos a las reglas de cuidado virtual que una fiesta vía Zoom debe tener. No nos olvidemos que el ciberacoso puede ser un fastidio y sigue existiendo por más COVID que ronde en el mundo.

El cartel desaparece y una decena de cuadraditos toma la pantalla de mi computadora. Se ven torsos sin cabeza bailando al compás de la música mezclada por el DJ invitado. Algunos movimientos de caderas dejan entrever tragos de fondo. Otras personas tienen el ángulo un poco más abierto, se pueden ver con máscaras de alien, tapabocas diseñados adrede y un outfit de noche. De fondo, luces de colores que giran, lámparas de pie que apenas iluminan el ambiente. Aparentemente la mayoría de las personas le dedicó unos segundos a tunear su casa para convertirla en una pista de baile por las próximas horas.

Mientras veo obnubilada la situación decido improvisar mi noche. Una lata de cerveza helada arriba de mi mesa de luz, un poco de tabaco y palo santo. ¿Palo santo? Sí, porque a nadie le gusta dormir con olor a cigarrillo y estoy decidida a que mi pista de baile ocurra en mi habitación, nada de andar meneando en el salón de mi casa. Tengo vergüenza.

Sin nada de maquillaje espero diez minutos sentada tipo india hasta sentir un poco de agitación en mi pecho. “Yo perreo sola”, de Bad Bunny, me invita a ponerme de pie y empezar a mover el cuerpo. Decido en un principio no mostrar mi cara, apunto la cámara de la pantalla del cuello para abajo. Tengo una remera negra y un jogging. Es a la primer fiesta en mi vida que voy con esa facha. Ni siquiera me molesté en peinarme, en bañarme, en ponerme un poco de perfume ¿para qué? Si nadie puede oler mi piel, mi aliento, mi sudor. Entiendo que algunas personas deciden arreglarse para ellas mismas durante esta cuarentena, pero en mi caso el maquillaje es algo que exclusivamente me requiere un esfuerzo, y si hay algo que creo bello en mi aspecto es el hecho de sentirme y mostrarme cómoda. No estoy dispuesta a hacer una performance con un rouge coloradísimo para quedarme en mi habitación.

Bailo con gente pero estando sola, miro cómo los cuerpos siguen el ritmo de la música sin ningún tipo de timidez. Comienzo a transpirar, voy por mi segunda lata de cerveza, mis piernas reconocen de a poco los movimientos que habían perdido. Y ahí estoy yo, sin corpiño, meneando como el mes pasado pero sin ser juzgada ni tocada ni acompañada. Dos horas después veo cómo una chica se aleja de la cámara en ropa interior, más arriba un otro chico está sin remera, hace calor. Soy cómplice de la desnudez ajena en la era de la virtualidad, de un mundo que busca la exposición de la intimidad con seres extraños.

Empiezo a sentirme cómoda dentro de un territorio completamente inexplorado, que poco a poco se transforma en un momento agradable. No miro para atrás. Nunca miro para atrás porque me hace recordar mi soledad. Decido, como todos los participantes, no alejar ni mi vista ni mi cuerpo de la pantalla, marcando el paso con mis caderas, bajando, subiendo y dando giros rápidos al compás del reggaetón. Por momentos paso con un click las páginas de los cuadraditos para ver cuerpos diferentes. Veo de todo: una señora de unos cincuenta años está sentada frente a la cámara siguiendo la música con la cabeza, una pareja baila apretada mientras come pizza, un chico semidesnudo salta con las manos en alto arengando dentro de su balcón.

Decido ir a una segunda fiesta antes de abrir la tercera lata de cerveza. No saludo a nadie, ni aviso a los anfitriones, me voy como llegué: sola.

Fiesta dos: a puro emoticón

Claro que no es lo mismo. No puedo comparar mi bar preferido, el espíritu de fiesta ubicada en la otra punta de la ciudad donde conozco gente en la puerta, intercambio números de teléfono o cuentas de Instagram, con estar completamente sola en mi habitación. Decido trasladarme al living con mi parafernalia tecnológica y darlo todo. Aquí no huele a esa mezcla de porro y transpiración del bar de Colegiales; aquí huele al aceite de las empanadas que acabo de pedir por delivery. Me pedí con ajo y picante: de mi casa no me voy a ninguna parte y menos que menos terminaré a los besos en un sillón viejo y sucio cargado de gente extraña.

La segunda fiesta es conocida de la época de oro; la Bresh decidió adaptarse a la nueva era del aislamiento social y preventivo. Actualmente se convirtió en un live de Instagram que convoca a más de 400 mil personas todos los sábados. Jóvenes que comentan durante el mismo live sin parar tanto el acting del DJ como la música seleccionada. “En casita se acortan las distancias y se revoluciona el aislamiento”, escribe un participante. Un hit reguetonero tras otro, los pibes enloquecen enviando corazones. En la pantalla se ve a un chico con movimientos rápidos, un showman perfecto detrás de un escenario montado, como si fuese una cabina exclusiva de DJ. El público agita a puro emoticón y comentario escrito; parte del atractivo que tiene la Bresh es compartir en tiempo real cómo la va viviendo cada uno desde sus casas. Parece que en la fiesta digital hablarles a los otros mientras bailan no es un crimen.

En la Bresh no se ve nada más que el DJ en pantalla así que me relajo un poco. Ya no veo cuerpos, máscaras, caras y tragos ajenos. Aprovecho para tomar un poco de agua, ir al baño, a la cocina y a la ventana a tomar aire. Tengo la sensación de que mi presencia no está tan exigida por la ausencia de la cámara.

“Ella se arrebata bata bata bata”. Bailo. Canto. Me sé todos los temas. Me siento sola, pero a la vez algo liberada de tener mi espacio de baile. Una amiga me manda un Whatsapp para que le recomiende una película y le contesto que más bien nos encontremos en la fiesta y que bailemos juntas. Ella se conecta y nos empezamos a reír. Mientras hablamos por videollamada, en la otra pantalla suena reggaetón. Mi amiga me dice que me saca a bailar. Somos la dupla perfecta en una pista invisible. Apenas nos vemos entre nosotras y hacemos un chin chin con el mismo aire. La fiesta la hacemos entre las dos, en ningún momento decido intervenir en el live con comentarios y corazones.

Tengo la sensación de que muchos participantes entienden mejor que yo este tipo de dinámica. Por momentos circulan cuentas de personajes famosos que tienen menos de 25 años: ellos tienen más aguante, son jóvenes y bellos. Decido irme antes de hacer papelones e intervenir pidiendo un tema pasado de moda, como si fuese la tía desubicada. Estuve lo suficiente como para entender de qué va un live, no perdí dinero y bailé virtualmente con una amiga. Me despido de ella y voy por más alcohol a la cocina.

Fiesta tres: la nostalgia que nunca se fue

Ya son las 4 am. Estoy cansada, algo borracha. Me siento demasiado lejos de volver a mi vida prepandemia, de salir fuera de mi casa y tener alguna anécdota bizarra en mi recorrido de bares por Buenos Aires.

Decido cambiar nuevamente de fiesta. Vía Instagram me voy a una fiesta inclusiva llamada A pura cuarentena. En su descripción se definen como La mejor fiesta virtual, abierta e inclusiva de la Argentina. Las recomendaciones para entrar están relacionadas con la apariencia: Lookeate, maquillate, ponete máscaras, cotillón, glitter, luces para alegrar la fiesta. LO QUE DÉ. Un cartel simple que presencialmente puede invitar a un encuentro descontrolado. Virtualmente también, quien sabe si puertas para dentro la gente tiene más ánimo de provocación.

Me sirvo un último vaso de alcohol para inyectar algo de energía en mi cuerpo. Siento que no estoy bailando tanto como si fuese una fiesta presencial, quizás es el encierro que cansa mis músculos más rápido. También pienso que mi estado de ánimo subió demasiado rápido en las últimas horas y que ya es momento de bajar y acordarme de que la distancia social existe hace más de cincuenta días y que quizás esto ya es mucha interacción con gente en una misma noche.

A pesar de las recomendaciones no me cambio de ropa ni uso ninguna máscara. De todas maneras, sí decido mostrar mi cara porque a esa altura ya estoy desinhibida por completo. Siento que ya tengo mi anécdota bizarra del fin de semana. Bailo otra vez, completamente sola. Bailo como si no hubiera mañana. Me termino de emborrachar en el medio de la oscuridad de mi living sin hablar con nadie. Suena J Balvin y veo glitter a través de mi pantalla, militantes del movimiento LGTBQ+ con sus banderas de fondo, jóvenes moviendo las cabezas. Me gusta ver gente bailar y cantar el tema que están pasando. Esta vez decido hacer un movimiento de manos saludando al público, como si alguien me conociera. Tiro un beso a la pantalla y apago la computadora.

Decido irme a la cama prácticamente sin cambiarme de atuendo, son sólo cinco metros desde mi living como epicentro. Esta vez me ahorré el taxi de regreso.

Al otro día me despierto con una leve resaca, con el cuerpo extenuado. Le escribo a mi amiga: “era lo que necesitaba. Descargar energía. ¿Se podría decir que salimos de fiesta? ¿Cuenta como tal?”.

No sé, pero por ahora es la única que tengo cerca. La fiesta estuvo en mi cabeza, en mis objetos tecnológicos y en parte de mi cuerpo: la interior, la que se movía. La parte superficial la dejo para cuando sea libre, siento que extraño ver mi almohada manchada con el rímel de la noche anterior.

La cuarentena nos vino a recordar la necesidad de la presencia física, la importancia de la comunicación no verbal, la exigencia de la materialidad del cuerpo del otro. De todas maneras, más allá de mi pesimismo virtual, reconozco que la música y la compañía a través de una pantalla hizo un poco más feliz mi fin de semana. Bailar es el aguante que le ponemos al confinamiento. Solo recemos para que internet no se nos corte y el delivery de alcohol llegue a tiempo a nuestros hogares.

Fuente: Vice

martes, 12 de mayo de 2020

Covid-19: ¿Por qué todos llevamos un tertuliano dentro?

La crisis de la COVID-19 y el correspondiente confinamiento han dado lugar a una explosión de artículos, post en redes sociales, conversaciones familiares e intervenciones en tertulias mediáticas cuestionando, criticando, analizando, explicando o aportando soluciones para luchar contra la pandemia.

Pocos son los científicos, periodistas o particulares que no hayan hecho su aportación. Destacan algunos tertulianos, que azuzados por la moda de la comunicación, antes llamada telegenia, han sustituido a los virólogos, epidemiólogos y expertos en gestión de pandemias.

El efecto Dunning-Kruger

A estas alturas de la crisis, con una sociedad semiparalizada por la pandemia y sometida a sobrecarga informativa, debemos ahondar ya no en el efecto de la desinformación, sino en analizar qué pretenden conseguir aquellos que, con opiniones en muchas ocasiones infundadas, abordan tan complejo escenario de crisis sanitaria mundial.

El efecto Dunning-Kruger, o cómo los humanos nos convertimos en opinadores de todo sin saber apenas de nada, podría explicar el surgimiento de corrientes de pensamiento no expertas, capaces de solucionar cualquier problema sin importar su naturaleza. Esta teoría se fundamenta en el estudio realizado por David Dunning y Justin Kruger en la Universidad de Cornell, a partir del cual pretendían investigar el comportamiento de unos sujetos poco preparados ante una situación racionalmente compleja.

El resultado del estudio fue la concreción de una teoría según la cual se manifiesta la incapacidad de los sujetos para reconocer su ignorancia así como la tendencia a menospreciar el conocimiento de los expertos en dichas materias. Este sesgo, paradójicamente, convierte a través de una ilusión de superioridad a personas con conocimientos superficiales de algunos asuntos en verdaderos expertos que se atreven con materias tan complejas como la gestión institucional de un escenario tan inusual como el que hoy vivimos.

Es cierto que esta particularidad no resulta especialmente novedosa. Ya Isaac Asimov, en una columna titulada A cult of ignorance, intentó definir las características propias de un pensamiento contrario a las reflexiones de los expertos. Desde entonces, poco ha cambiado porque, en definitiva, vivimos en lo que se ha convenido en llamar la era del anti-intelectualismo.

Relación Gobierno-expertos

Cuando empezaron a llegar las primeras informaciones sobre la COVID-19, se hacía difícil imaginar que la situación llegaría a los extremos que estamos viviendo en España, con más de 26 000 fallecidos en algo más de dos meses en un país con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo.

La cabeza visible de la gestión de la crisis es Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Hombre cuyo currículum es digno de elogio. Por resaltar algún hito en su carrera: fue director del Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales de Manhica (Mozambique) y del Hospital de Ntita en Burundi, además de dirigir el programa del Centro Nacional de Epidemiología (CNE).

Es lo que se llama un experto. Este hecho contrasta con quien es la autoridad máxima del Ministerio de Sanidad, Salvador Illa. Licenciado en Filosofía y máster en Economía y Dirección de Empresas.

Esta situación es usual en política. No siempre los políticos son especialistas en la materia que gestionan. Esa falta o carencia de conocimiento específico se suple con la figura de los asesores. Son, quizá, una figura poco conocida, pero con una transcendencia muy relevante. Son cargos discrecionales basados en la confianza. Son seleccionados por el político para que aporten lo que a él le falta, no sólo ya en el plano científico sino en el personal.

En suma, esta crisis se está gestionando de modo equivalente al resto de países. Los científicos forman el comité de asesoramiento que analiza y aconseja al Ejecutivo en la toma de decisiones. Por tanto, y aunque la cabeza visible no sea un experto, no es cierto que esta pandemia se esté gestionando al margen de la opinión de éstos.

¿Visos de solución?

Comenzábamos cuestionando la actividad de aquellos tertulianos omniscientes, pero sus aportaciones no distan mucho de las de algunos representantes políticos. Con intervenciones llenas de reproches y de descalificaciones personales, apenas se percibe diferencia entre lo que se dice en una tertulia televisiva y lo que escuchamos en la sede de la soberanía nacional. El efecto Dunning-Kruger se ha instalado también entre la clase política española.

El surgimiento de plataformas donde el anonimato permite una condición de libertad de expresión superior ha provocado un incremento del fenómeno, siendo estas plataformas un altavoz capaz de amplificar cualquier opinión particular sin atender a responsabilidades individuales. Cierto es que también sirven para diseminar el conocimiento científico y las recomendaciones y análisis de los realmente expertos.

El termómetro de la opinión ciudadana

La exposición pública permite, entre otras cosas, que algunos ciudadanos nos envalentonemos y demos la opinión que estimemos conveniente sobre asuntos complejos cuya profundidad, quizá, no nos hemos parado a analizar. Esto hace que las redes sociales influyan en gran medida en los partidos políticos. Twitter no debería ser utilizado como termómetro de la opinión ciudadana. Esta situación se intensifica en España por un sistema de partidos altamente polarizado. En consecuencia, España se encamina hacia una realidad crítica. En plena pandemia, partidos políticos y exégetas mediáticos parecen tener un objetivo marcado: acabar con el Gobierno o ensalzar su gestión.

Quizá sea el momento de abandonar luchas mediáticas en busca de réditos partidistas y comenzar a arrojar luz sobre un futuro que se avecina incierto. Ello dependerá de la capacidad de conciliación de los representantes electos y de la voluntad de reconocer al enemigo real, el virus. Separar la gestión de la crisis sanitaria de la ideología debería ser una obligación, y más en estos tiempos de zozobra. Esta doctrina, aunque revolucionaria, plantea la única forma de focalizar, sin lente doctrinal, el problema real. No es el Gobierno, es la COVID-19.

Fuente: Ethic