sábado, 4 de noviembre de 2023

La Biblioteca George Orwell ilumina Rusia


La bibliotecaria examina las estanterías y selecciona rápidamente algunas obras –Orwell, Sorokin, Dostoievski–, los autores que considera que pueden ayudar mejor a arrojar algo de luz en una época oscura para Rusia.

La escena se sitúa en Ivanovo, una ciudad industrial a cinco horas en auto desde Moscú, donde el año pasado se creó la Biblioteca George Orwell en un esfuerzo por contrarrestar la creciente propaganda y censura. La sencilla biblioteca, situada en la planta baja de un edificio destartalado, cuenta con un ordenador, unos cientos de libros y el persistente olor del perfume que utiliza la bibliotecaria, Alexandra Karaseva. “Los libros ayudan a ver lo que es humano, incluso en un enemigo, y a rechazar cualquier forma de deshumanización”, afirma esta mujer de 67 años mientras manipula los tomos.

La biblioteca fue inaugurada por Dmitry Silin, un empresario local y opositor al conflicto en Ucrania que desde entonces ha huido de Rusia por temor a ser encarcelado por sus opiniones francas.

Karaseva mostró la colección de libros sobre distopías, el sistema penitenciario soviético, las obras de escritores contemporáneos críticos con el Kremlin, así como algunas novelas más ligeras para “levantar el ánimo”. “Cuanto más lees sobre distopías, más libertad tienes. Muestran los peligros, así como las formas de evitarlos y de resistir”, dijo Karaseva.

Los libros no están prohibidos y, por tanto, pueden prestarse a los lectores como en una biblioteca normal. Entre ellos hay obras de autores clasificados ahora como “agentes extranjeros” según la legislación rusa, que en las librerías tienen que venderse con las cubiertas ocultas.

Olvidar el miedo

La bibliotecaria, con su cuello alto y sus gruesas gafas, es un manantial de conocimientos. Sólo su pronunciación es desigual debido a su dentadura dañada. Con un flequillo rubio que le cae sobre los ojos, habla de la obra maestra de Orwell, 1984, que describe un intento finalmente inútil de resistencia en una dictadura muy eficaz. Habla de la autodestrucción revolucionaria en Los demonios de Dostoievski y de las distopías explosivas de las obras de Vladimir Sorokin, así como de las obras inconformistas de Harper Lee y Erich Maria Remarque.

Karaseva es historiadora jubilada de la antigua Roma, especializada en “la transición de la república a la dictadura”. No sólo se dedica a la alta cultura, e incluso comparte su opinión sobre la taquillera película Barbie, de la que dijo que era “más profunda de lo que parece”. La película se proyectó recientemente en la sala de reuniones de la biblioteca.

Dmitry Shestopalov, de 18 años, activista del partido de la oposición Yabloko, asistió a la proyección y visita regularmente la biblioteca para ver películas y conocer a otros jóvenes. “Aquí puedes desarrollarte a pesar de todo lo que está ocurriendo en nuestro país. Puedes olvidar el miedo, sentirte libre, sentirte cómodo, sentir que no estás solo en el enorme sistema que nos está devorando”, afirmó.

La abogada Anastasya Rudenko, de 41 años, cofundadora de la biblioteca, dijo que ve en la Rusia moderna “signos” del mismo totalitarismo descrito en 1984. Sobre todo, tiene una sensación de “miedo que encadena”. También le llama la atención la actualidad del lema del libro La ignorancia es la fuerza. En Rusia “la gente que intenta no entender lo que pasa vive muy bien”, afirma.

¿Qué habrías hecho tú?

En la plaza central de Ivanovo, cerca de una placa en memoria de los asesinados por la Rusia zarista durante una manifestación contra la guerra en 1915, Rudenko reflexiona sobre su propia “tragedia personal” mientras un viento helado le azota la cara. Su hermano y su marido son oficiales del ejército ruso que sirven en la “operación militar especial”, el eufemismo utilizado por el Kremlin para calificar la ofensiva rusa contra Ucrania.

No puede hablar abiertamente del tema. El más mínimo comentario delicado podría significar una sanción o incluso una pena de prisión. Ser abogada o esposa de un oficial no la protegería.

En junio de 2023, Rudenko fue condenada a pagar una multa por “desacreditar” al ejército ruso por unos mensajes en Telegram en los que decía que había visto un documental del líder opositor Alexei Navalny. Su marido acudió a la vista judicial para apoyarla.

Normalmente sonriente y enérgica, de padre ucraniano, se derrumba cuando habla del “gran dolor” que le produce la impotencia ante el conflicto. Pero afirma que quiere a su marido “sin duda aún más” desde que se marchó a luchar. A cualquiera que cuestione la contradicción y le pregunte por qué siguen juntos, ella responde: “¿Y tú? ¿Qué habrías hecho tú?”.

Fuente: Infobae

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