domingo, 1 de octubre de 2023

Las consecuencias de burlarte de tu bebé en TikTok


El otro día, miraba a mi bebé y pensé: ¿debería lanzarle una rebanada de queso? Había visto en mi teléfono algunos videos de personas que les tiraban rebanadas de queso Kraft a bebés llorosos, lo que los dejaba atónitos y desconcertados. Los videos se habían juntado en un popurrí que vi en Instagram como un bucle de cuadrados anaranjados que abofeteaban y dejaban en ridículo a los bebés. Mi bebé no estaba llorando, pero eso me daría tiempo para prepararme: abrir el refrigerador, desenvolver la rebanada, ubicar la cámara y apuntar.

El fenómeno del “truco de la rebanada de queso” (o el baby cheese challenge) es ligeramente rudo, pero no es nuevo. La primera vez que vi circular estos videos fue hace varios años. Sentí que habían regresado a mi feed porque había visto otra tendencia en redes sociales en la que aparecían niños, un alimento de la canasta básica y el elemento sorpresa: el “desafío de romper un huevo”. Ese desafío reciente es una broma viral en la que los padres se graban cocinando con sus hijos pequeños, solo para —¡sorpresa!— romperles con fuerza un huevo en la cabeza y filmar las consecuencias emocionales.

La tendencia comenzó cuando algunas personas empezaron a romper huevos en la frente de adultos desprevenidos. Luego, empezaron a apuntar a cabezas más pequeñas que producen reacciones más grandes. Muchos de los niños lloraban y, por alguna razón, eso hacía reír a los padres. Las imágenes eran inquietantes, lo que solo ayudó a ampliar su alcance. Los expertos en cuidado infantil de internet se unieron a la guerra de comida con sus propios videos expresando su desaprobación. Cuando los clips con las rebanadas de queso resurgieron, se sintió como si el algoritmo estuviera preparando una refutación. Algo como: ¿ves? ¡Es totalmente aceptable golpear a tus hijos con comida y publicarlo en internet! El queso, de hecho, hace que dejen de llorar.

Huevo o queso, bebé o niño pequeño, lágrimas o silencio: la humillación resuena en todas estas escenas. ¿Por qué los padres querrían degradar públicamente a sus propios hijos? Obtener influencia en las redes sociales es una explicación, pero no creo que sea la única. Al ver una recopilación de la tendencia de los huevos rotos en TikTok, me di cuenta de algo: mientras una madre se graba con su hija pequeña, los ojos de la madre van y vienen sin descanso entre la niña (a la que acababa de romperle un huevo en la frente) y el teléfono (que reflejaba la escena para ella). La mujer intenta ofrecer consuelo (“Todo está bien, tú estás bien”) aunque sigue mirando la pantalla y se ríe ante el espectáculo de su hija enrojecida por la ira.

Esa es la parte más inquietante de estos videos: los padres apenas interactúan con sus hijos. Más bien, se relacionan con una imagen reflejada de sus hijos que están difundiendo en línea. Y se deleitan con su poder sobre esa imagen.

Los niños en crisis han sido una fascinación desde la creación de las pantallas. En el cortometraje mudo de los hermanos Lumière de 1896, Querelle Enfantine, dos elegantes bebés con gorros de encaje forcejean por una cuchara de plata, abofeteándose, llorando y, luego, consolándose mutuamente mientras los cineastas los observaban. Más recientemente, este tipo de imágenes igualmente vergonzosas eran enviadas al programa de videos caseros America’s Funniest Home Videos y se propagaban en cadenas de correos electrónicos y también se subían a YouTube.

Pero TikTok y Reels han hecho que este tipo de contenido esté por todos lados. No necesitas ser cineasta ni siquiera un creador dedicado al contenido familiar para ofrecerle tu descendencia a los dioses virales. Las aplicaciones siempre están fluyendo con alguna instrucción nueva que invita a los padres a mostrar a sus bebés grandes, sus bebés feos, al embellecimiento de sus otrora bebés feos. Se siente muy fácil: tienes tu teléfono, tienes a tu hijo y, a causa del niño, no tienes nada más que hacer excepto mirar tu teléfono. No creo que haya sido una coincidencia que el desafío de romper huevos se propagara a fines de agosto, durante los últimos días de las vacaciones de verano.

Para los nuevos padres es tentador pensar en nuestros hijos como extensiones de nosotros mismos, y las redes sociales hacen que esa fantasía sea visceral. El perfil donde antes presentábamos fotografías de nuestros propios rostros ahora se centran en imágenes de nuestros hijos. Los bebés son lindos (también aquellos que sus padres anuncian como feos) y sus emociones son arrolladoras y operísticas. Además, mientras envejecemos y somos menos favorecidos algorítmicamente, nuestros hijos rebosan belleza y energía. Cuando son bebés, cosificarlos parece sencillo: los paseamos, los vestimos y los alimentamos: somos coreógrafos de sus vidas. Pareciera que, al menos los bebés, están bajo nuestro control. Es bien sabido que los niños pequeños que ya caminan no lo están.

Si el truco de la rebanada de queso imagina al bebé como una especie de figura benigna, tipo el Señor Cara de Papa, el desafío del huevo roto percibe al niño como un juego de “pégale al topo”, un astuto adversario al que hay que someter. Ambas tendencias imaginan que el niño funciona como un dispositivo, con un “interruptor dócil” o un “interruptor gruñón” que podemos accionar para nuestra propia comodidad o diversión. Ya dentro del teléfono, un niño puede ser entrenado, grabado, regrabado, editado y filtrado. Un niño puede guardarse o borrarse.

No le tiré queso a mi bebé, ya que es una persona digna. Tampoco rompí un huevo en la frente de mi pequeño porque, como bien lo expresó una joven víctima de TikTok a sus cuidadores: “Oye, eso no fue muy agradable”. Sin embargo, sí fotografío y grabo a mis hijos de forma obsesiva. Hago esto porque, aunque sé que están adquiriendo su propia personalidad, deseo conservar recuerdos de ellos.

D. W. Winnicott escribió sobre el objeto transitorio, un pequeño animal de peluche o un trozo de manta que un bebé usa para calmarse cuando comienza a separarse de sus cuidadores. Los padres también tenemos objetos transitorios: nuestros teléfonos, los cuales utilizamos para aliviar nuestra propia ansiedad por separación. A veces, mi niño pequeño se ríe cuando está nervioso o abrumado y me pregunto si esos sentimientos también impulsan la risa de los padres. Nuestros bebés no siempre serán bebés. Nuestros hijos están creciendo. Se están alejando cada vez más de nosotros. Y, si les arrojamos huevos, quizás no vuelvan a visitarnos.

Fuente: NYT

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