miércoles, 18 de octubre de 2023

Claves para vivir bien según Marco Aurelio


Antes de que la agonía derrotase los últimos vestigios de su conciencia, Marco Aurelio llamó a sus generales, a sus hombres de confianza y a sus allegados para despedirse uno por uno. Durante sus casi diecinueve años de reinado, el emperador-filósofo centró sus esfuerzos en la mejora legislativa de la vida de los habitantes del imperio, fueran ciudadanos, hombres y mujeres libres o esclavos, a las obras de caridad junto con su esposa, Faustina la Menor, y al buen gobierno, al esforzarse por compartirlo con Lucio Vero, obteniendo su lealtad y edificando uno de los periodos políticos más sólidos de la nación.

Sin embargo, no todo fue esplendor. Su gobierno estuvo marcado por continuas guerras en los límites de Roma con los Partos y Sármatas en el este y con los germanos en el norte. Pero fue otro rival, sibilino y más poderoso, el que doblegó su vida: la Peste de Galeno, que causó más de dos mil muertes al día entre los años 165 y 180, según el historiador romano Dión Casio. Crisis, dificultades, esperanza, prosperidad y futuro. ¿Cuáles fueron algunas de las principales claves para una buena vida, según Marco Aurelio?

Sé en plenitud

Para los filósofos estoicos en general, y en particular en la única obra que conservamos del autor, Meditaciones, la vida debe ser aprovechada en una constante revisión y desarrollo de la virtud interior. El equilibrio emocional es un objetivo a ejercitar. Para ello, ratificar nuestra esencia, es decir, nuestro modo de ser es clave: ¿cómo obrar adecuadamente conforme el orden del cosmos y de la existencia misma si nos alejamos de nuestra propia verdad? Solo siendo nosotros mismos podemos aspirar a la excelencia interior que nos proporcione, además, una vida lo más grata posible.

Obra con virtud, no queriendo siempre agradar

Hilado al consejo anterior, Marco Aurelio incide en otra cuestión fundamental: las personas solemos ser proclives al gregarismo. Somos animales políticos, como dejó escrito Aristóteles, y es igualmente cierto que gustamos de la compañía de otras personas. Es decir, intentamos caer bien. Pero aquí subyace una trampa. Si dedicamos demasiados esfuerzos a agradar a los demás acabaremos extraviados de nosotros mismos y, por tanto, de cualquier posibilidad de desarrollo de nuestras virtudes. Aconseja, vehemente, el filósofo, recordando que el tiempo es un veloz atleta que con agrado vemos llegar, pero rápido huirá de nuestra vista (tempus fugit): «¡Quiénes son aquellos a quienes quieren agradar! ¡Por qué ganancias y mediante qué procedimientos! ¡Cuán rápidamente el tiempo sepultará todas las cosas y cuántas ha sepultado ya!».

Moderación, ante todo

«En primer lugar, no hacer nada al azar, ni tampoco sin un objetivo final. En segundo lugar, no encauzar tus acciones a otro fin que no sea el bien común». Y más concretamente: «¡Cuidado! No te conviertas en un César, no te tiñas siquiera, porque suele ocurrir. Mantente, por tanto, sencillo, bueno, puro, respetable, sin arrogancia, amigo de lo justo, piadoso, benévolo, afable, firme en el cumplimiento del deber». Porque, donde no hay moderación (empleo de la facultad otorgada de la razón) tampoco hay virtud, solo existe el vicio, que no produce placer, sino el sufrimiento de un deseo que no puede nunca ser satisfecho.

Ser bueno es ser dos veces

Recomienda el estoico: «Cava en tu interior. Dentro se halla la fuente del bien, y es una fuente capaz de brotar continuamente si no dejas de excavar». En otro fragmento, afirma: «Es ridículo no intentar evitar tu propia maldad, lo cual es posible y, en cambio, intentar evitar la de los demás, lo cual es imposible». Se debe a que al ser seres libres podemos aspirar a dominarnos a nosotros mismos, pero no a cuantas otras cosas existen.

Acepta los cambios

Para los estoicos era fundamental aceptar los cambios que acontecen en la vida y aprender a amoldarse a ellos. En un momento dado, escribe Marco Aurelio en sus Meditaciones: «La pérdida no es otra cosa que la transformación». Más adelante, Marco Aurelio dice: «Reflexiona sin cesar cómo todas las cosas, tal como ahora se producen, también antes se produjeron. Piensa también que seguirán produciéndose en el futuro».

No tengas miedo a la muerte

Mediante una perspectiva común a otros filósofos estoicos, el emperador incide en aceptar la muerte como lo que es, un proceso inevitable de la vida, promesa que, bien asimilada, puede convertirse en una herramienta liberadora contra las aflicciones que limitan el bienestar del ser humano: la angustia, la pena, el desasosiego y la pluralidad de manifestaciones del estado emocional que llamamos «miedo». En este fragmento tranquiliza a quienes creen que sufrirán al atravesar ese desconocido velo: «El que teme a la muerte, o teme a la insensibilidad u otra sensación. Pero si ya no percibes la sensibilidad, tampoco percibirás ningún mal. Y si adquieres una sensibilidad distinta, serás un ser diferente y no cesarás de vivir». 

Vive el presente

En la Epopeya de Gilgamesh, datada de hace unos 4.000 años de antigüedad, el rey, que ha perdido a su mejor amigo, acude primero en busca de Atrahasis (en acadio, «el muy sabio»), el Noé mesopotámico, y le indica donde encontrar la planta de la eterna juventud, que le es arrebatada al héroe por una serpiente después de recuperarla del fondo del mar. Atormentado, acude a la morada de los dioses, donde la diosa tabernera Shiduri le ofrece un carpe diem diferente al posterior de Horacio y al tópico que interpretamos en nuestros días: disfruta del presente, de la rutina, del hecho de estar vivo, porque la vida es pasajera.

Marco Aurelio incidió en la misma cuestión desde su perspectiva con intervenciones como esta, mientras advierte del peligro de los excesos como perseguir la fama, la riqueza o cualquier esbozo de alarde social, ya que nos enajenan del principio rector y de nuestra propia esencia individual: «Procura acoger con agrado para ti mismo el tiempo presente. Los que más persiguen la fama póstuma no calculan que ellos van a ser iguales que estos a los que importunan. También ellos serán mortales». Y sentencia: «¿Y qué significa para ti, en suma, que aquellos repitan tu nombre con tales voces o que tengan de ti tal opinión?».

Imagen: La Vanguardia

Fuente: Ethic

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