lunes, 28 de agosto de 2023

¿Pueden los drones ganar guerras?


Si algo no se puede negar es que hay una relación íntima y evidente entre la guerra y la innovación tecnológica. En el caso de la guerra de Ucrania hemos explicado en varias ocasiones cómo se ha venido avanzando, especialmente en todo lo relacionado con el empleo de drones. Un aspecto que ha implicado nuevos desarrollos tanto en el plano puramente constructivo, gracias a ritmos altos de iteración que han permitido probar nuevos materiales (fibras, plásticos, metal…), formas de construcción (impresión 3D, inyección…) o software, pero también nuevas tácticas, técnicas y procedimientos.

Además, lejos de ceñirse exclusivamente al dominio aéreo, el uso de drones se ha extendido al naval, permitiendo probar algunos de los proyectos que países como el Reino Unido tenían ya en marcha desde antes del inicio del conflicto; tecnologías que los ucranianos han sabido aprovechar de forma magistral para asestar golpes por ejemplo contra la flota rusa. También, por supuesto, en el dominio terrestre, aunque en este caso el empleo de UGVs ha tenido un impacto menor, pese a lo cual se han visto ejemplos de vehículos por control remoto cargados de explosivos o incluso del uso de drones terrestres para la evacuación de heridos y, tristemente, para sacar algún cuerpo de zonas de difícil acceso en el campo de batalla.

Más interesante si cabe, el uso de drones ha permitido suplir numerosas carencias, llevando además la guerra multidominio a Ucrania, aunque no sea exactamente en la forma en la que los escritos doctrinales pensados para ejércitos occidentales dotados de material avanzado y un alto componente tecnológico aventuraban. Aun así, su uso como medio ISR, la coordinación con otros capaces de ejecutar ataques sobre tierra o sobre el mal, su papel a la hora de dotar a las tropas sobre el terreno de conciencia situacional, etcétera, ha abierto un camino que si bien se intuía, ha quedado ahora plenamente demostrado y sin posibilidad de vuelta atrás.

En las últimas horas, en relación con esto, se ha venido hablando del uso por parte ucraniana de drones construidos con una base de cartón para atacar objetivos a larga distancia en el interior de Rusia. Si bien no es una tecnología en absoluto nueva, pues hace años que se vienen realizando pruebas con materiales de este tipo por ejemplo para encontrar una solución barata al abastecimiento humanitario -suelen ser aparatos de un solo uso-, su empleo en la guerra de Ucrania sí constituye una novedad. Sin pretender que se conviertan en una revolución, pues su envolvente de vuelo es muy limitada, así como la carga que pueden transportar, sí constituyen un paso más en este toma y daca entre la espada -o la flecha, en este caso- y el escudo, protagonizado no solo por la capacidad de los drones o los sistemas antiaéreos que los enfrentan, sino especialmente por la relación coste/efectividad.

En este sentido, al igual que ocurre con los buques de guerra, que cada vez más deberán confiar en misiles de corto alcance -más baratos- para su defensa AA, dada la profusión de amenazas entrantes y al alto coste de interceptores como los SM-3/6 y equivalentes, la llegada de drones construidos en cartón, si llega a evolucionarse lo suficiente, plantea un problema. Además, doble, pues por una parte son difíciles de localizar -aunque sean lentos y relativamente grandes- dada la escasa refracción al radar de este material y, por otra, son muy baratos, lo que hace que cualquier intento de abatirlos utilizando medios que no sean acordes, suponga un dispendio importante. Máxime en una guerra de desgaste en la que la capacidad económica de ambos bandos a la hora de sostener las hostilidades es un aspecto a vigilar.

Está por ver en cualquier caso hasta qué punto esta tecnología puede llegar a refinarse en esta guerra en concreto, pues su empleo lógico, por alcance y a la espera de que se desarrollen modelos de menor tamaño, es más allá del nivel táctico. Decimos esto porque el mismo Zelenski ha explicado hace poco que su campaña de llevar a cabo ataques sobre el interior de Rusia podría provocar la pérdida de apoyos internacionales, lo que apunta a que quizá en el futuro limiten este tipo de acciones que habían venido realizando de forma creciente desde que el estancamiento llegó al campo de batalla. Eso sí, dado que la autonomía de estos aparatos es de hasta 120km, siguen teniendo un prometedor futuro en el sur del frente, bien contra Mariúpol, Berdyansk o incluso en Crimea…

Fuente: Revista Ejercitos

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