domingo, 23 de julio de 2023

La razón de la sinrazón


Siempre he tenido dificultad para conectar con Séneca o con cualquier filósofo que pone tan en alto la facultad del raciocinio. “El bien propio del hombre es la razón, cuando el hombre ha llevado ésta a la perfección es laudable y alcanza el fin de su naturaleza. Esta razón perfecta se llama virtud y coincide con la honestidad.” No, amigo Séneca, la razón perfecta sería una monstruosidad.

Que los animales no razonen no significa que el hombre alcance su cumbre a través de la razón. Me parece más humana la irracional poesía que el racional silogismo. Entre Homero y Sócrates, me quedo con Homero, mas por fortuna no hay que elegir.

Me alegra no ser ese Lucilio bombardeado con cartas de Séneca tan obesas de consejos que intentan cancelar la condición humana. “Si nunca estás afligido, si ninguna esperanza perturba tu alma por la angustia del futuro, si en los días y las noches mantienes siempre el mismo temple, propio de un alma noble, complacida consigo misma, has llegado a la cima de la felicidad humana.” Será, pero a mí me parece la cima de la aburrición humana.

Su modo de reflexionar sobre la muerte me hace pensar que la razón es buena para engañarse a uno mismo y ahí donde él ve un apogeo de sabiduría, yo percibo embelecos de la lógica, premisas inhumanas del estoicismo, conclusiones anómalas. Por eso es sabio Pascal cuando dice: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”. Lo dijo para justificar la fe, que no resiste el raciocinio, pero podemos ampliar su significado. Cervantes se mofa de una frase de Feliciano de Silva que se anticipó a Pascal: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece…”, que con mala prosa lleva buena razón.

La razón de Séneca, cosa normal, parte de algunas premisas elegidas por su corazón, y concluye cosas como: “Yo califico de bienes iguales el estar recostado en un banquete como el resistir la tortura con suma fortaleza.” Por supuesto aclara que es mejor la situación del banquete que los tormentos, pero él los está equiparando “en cuanto a la virtud”. Un Sócrates que resucitara para solo ello le preguntaría qué entiendes por virtud, y habría que comenzar desde el principio.

Séneca vivió en los tiempos de Cristo, y si se pone uno a fantasear, pudieron nacer el mismo día, aunque el filósofo vivió el doble, pero no resucitó. Tanto uno como otro tenían mucho de estoicos y sabían lo que implicaba el Dasein romano; no eran tiempos blandos y Séneca hace muchas referencias a distintos modos de tortura y ejecución. Casi puedo imaginarlo al pie de la cruz en Jerusalén junto a María, dando lecciones al nazareno. “Querido Jesús, tu suerte de crucificado y el banquete de la última cena son más o menos la misma cosa en cuanto a la virtud.” De haber ocurrido, sería la única ocasión en que la palabra “virtud” aparece en un evangelio.

Escribe a Lucilio: “Piensa en la cárcel, en la cruz, en el potro, en el garfio y en el palo que atraviesa al hombre saliéndole por la boca, y en los miembros despedazados por el impulso de los carros dirigidos en sentido opuesto; en la túnica embadurnada y tejida de materias inflamables y en cualquier otro suplicio que además de éstos inventó la crueldad.” Pasar por estos tormentos ennoblece, si se hace dignamente.

“De todos esos males que parecen terribles ninguno hay insuperable. Uno por uno los han superado ya muchos: el fuego, Mucio; la cruz, Régulo; la cicuta, Sócrates; el destierro, Rutilio; la muerte provocada por la espada, Catón; superemos también nosotros alguna dificultad”. Ciertamente hay algo de grandeza en sobrellevar la muerte con entereza, pero eso lo vemos en la gran mayoría de los casos, sin que nadie deba prepararse filosóficamente toda la vida para ello. En Huntsville, los condenados a muerte se dejan inyectar con temple; nuestros héroes patrios se comportaron con hombría cuando fueron fusilados; los enfermos terminales asumen su final sin dramas televisivos.

En diálogo con Hamlet, Séneca dice que “morir más pronto o más tarde no es la cuestión; morir bien o mal, ésa es la cuestión”. Si bien Hamlet no es un estoico, y a él le estorba la razón.

Thus conscience does make cowards of us all;
And thus the native hue of resolution
Is sicklied o’er with the pale cast of thought,
And enterprises of great pith and moment
With this regard their currents turn awry,
And lose the name of action.

Además, morir más pronto o tarde sí es la cuestión. Yo no quiero morir mañana, y haré lo posible por posponer la muerte los años que pueda. Si me dan a elegir entre dos platos para mañana: beberme una copa de vino con mi mujer y… o meterme en un féretro para siempre, elijo lo primero. Allá el estoico si prefiere otra cosa.

Ciertamente suelo hacer una lectura irreverente pero no ligera de Séneca. Si lo leo y releo es porque lo considero sabio, punzante y sugestivo, pero ocurre que no me convencen los estoicos y evado el camino lógico por el que me quieren llevar. Los filósofos no están para estudiarlos sino para dialogar con ellos. En distintos momentos de mi vida me ha resultado muy enriquecedor dialogar mis acuerdos y desacuerdos con Séneca.

Habré de luchar contra Séneca y los estoicos porque sé que un mal día la vida me obligará a aceptarlos. 

Fuente: Letras Libres

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