El Museo Nacional de Arte (MNA) se creó en 1960 en un contexto particular de fomento a las artes y a la cultura promovido por el proyecto nacionalista del gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Su surgimiento en la década sucesiva a la revolución de 1952 no fue, entonces, accidental sino que se encuentra vinculado a diversos sucesos relacionados con la ideología del periodo. En este entendido, resulta importante conocer el contexto de la creación de esta institución oficial, tanto para el análisis y valoración de su historia y su desarrollo, como para la reflexión acerca de su presente y futuro en el marco del Estado Plurinacional.
La década de 1950 fue un periodo particularmente importante en la conformación de aquello que desde la historiografía oficial es conocido como una “cultura nacional”. En casi todas las disciplinas artísticas este es un periodo de renovación y de institucionalización. En el campo de las artes plásticas, en este tiempo se registra un agotamiento de la estética indigenista marcado simbólicamente por dos hechos acaecidos en 1950: el suicidio de su principal representante e impulsor desde la Escuela de Bellas Artes de La Paz, el pintor Cecilio Guzmán de Rojas, y la partida del país de otro de sus cultores principales, el lituano Juan Rimsa, quien había desempeñado una función fundamental en la formación de una siguiente generación de artistas en Sucre y La Paz. Este “fin” del indigenismo, se vería propiciado asimismo por la llegada tardía al país de dos corrientes de las vanguardias del arte moderno en los pinceles de artistas de entre 20 y 30 años: el abstraccionismo y la pintura social.
Este también es el periodo de surgimiento de la teoría del arte en Bolivia. Aunque en décadas previas se habían publicado escritos breves de temática artística en periódicos y revistas, los primeros libros dedicados exclusivamente al asunto aparecerían en esta década. La primera publicación de relevancia es el libro “Arte contemporáneo. Pintores, escultores y grabadores bolivianos” de Rigoberto Villarroel Claure, una recopilación de escritos de prensa de carácter analítico y crítico sobre la obra de una treintena de artistas. Publicado en abril de 1952, en este libro Villarroel identifica en su época un “anhelo saludable de renovación artística”, mismo que en su criterio constituye una superación del “decorativismo indigenista” que permita la incorporación del arte boliviano a “la categoría de arte americano”.
El segundo hito inicial en la formación de una teoría del arte local, y quizás más importante por su extensa repercusión, es la publicación, en 1956, del famoso “Holguín y la pintura alto peruana del virreinato”, por parte de los jóvenes arquitectos e historiadores José de Mesa y Teresa Gisbert. Este trabajo, publicado por el gobierno nacionalista a través de la alcaldía de La Paz, consolidará plenamente en nuestro país el interés por la pintura virreinal que había iniciado en Potosí en la década de 1930 y coadyuvará al establecimiento de este arte como objeto de estudio, afiliándose a las investigaciones sobre el barroco andino arquitectónico y a la teoría de un estilo “mestizo” vigentes desde la década de 1940 en las academias de España, Argentina, EEUU y Perú. Se trata, sin lugar a dudas, del primer estudio serio sobre el arte en Bolivia, al sustentarse en una metodología positivista basada en la revisión de documentación histórica, trabajo in situ de registro de obras del patrimonio cultural boliviano ubicadas en zonas urbanas y rurales de la zona andina y el análisis y lecturas sustentadas en la teoría del arte.
Otro antecedente de importancia para la proyección de un museo nacional será el rol particular que la alcaldía de La Paz otorgaría a los ámbitos de la cultura y el arte. Como apunta la historiadora del arte argentina Carla Guillermina García en su ponencia “La alcaldía de La Paz y los contornos de lo autóctono (1953-1956)”, entre 1953 y 1956 la gestión del munícipe Juan Luis Gutiérrez Granier concretaría el proyecto nacionalista del MNR en el ámbito cultural mediante diversas acciones concretas entre las cuales la más determinante resulta la creación, en 1953, de la Dirección Municipal de Cultura (cargo asignado al intelectual Jacobo Libermann, alegado del presidente y líder de la revolución Víctor Paz Estensoro), dependencia desde la cual se crearían la prestigiosa revista de artes y letras “Khana”, se gestaría la colección “Biblioteca Paceña” en la que se incluiría el famoso “Holguín” de los Mesa-Gisbert, y se establecería el “Salón Municipal de Artes Plásticas Pedro Domingo Murillo”, entre otras acciones. Paralelamente, según corroboran los estudios de la investigadora, el municipio impulsaría mediante diversas actividades la práctica de un arte popular vinculado a la artesanía indígena tratando de incorporar sus productos al mercado turístico. En este ámbito, resulta de importancia la realización de la “Exposición de artesanía popular indo mestiza” de 1955, misma sobre la cual se proyectaría la creación de un museo dedicado a la artesanía boliviana y a colecciones de arte mobiliar prehispánico incautadas en la época. En este ámbito, un suceso que puede considerarse como un antecedente ineludible para el establecimiento de un museo nacional lo constituye el proyecto de creación del Museo de la Cultura Boliviana “Emeterio Villamil de Rada” en el cual, de acuerdo a la ordenanza municipal redactada para su concreción, debían incluirse colecciones de obras precoloniales, coloniales, de arte popular, de arte moderno, de la cultura aymara y de otros grupos étnicos, de instrumentos musicales y de hombres representativos paceños, además de una biblioteca especializada.
En este contexto, además de las iniciativas promovidas por el Estado, cabe señalar la demanda de espacios artísticos por parte de una ciudad que para la década de 1950 se constituye en el principal centro económico político y económico del país. De acuerdo a Villarroel, en esta época se registró, en tanto a lo señalado, una “intensificación del movimiento artístico”, ejemplificado en la realización “casi semanal de una o más exposiciones de arte en espacios como la Sala Municipal, el Hall de la Cancillería y el Club de La Paz”, no solo por parte de la nueva generación de artistas bolivianos formados desde 1926 en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y otras instituciones similares creadas en años sucesivos en otras ciudades, sino por parte de artistas academicistas y vanguardistas llegados del extranjero. Sobre este asunto particular, debe mencionarse que desde la década de 1910 la ciudad contaba con pequeños espacios de exposición– habiendo sido una de las primeras la galería de la pintora academicista Eliza Rocha de Ballivián – y que para la década de 1950 estos resultaban pequeños para una ciudad habitada por más de 800 mil personas. Entre estos antecedentes debería contemplarse asimismo que para 1960, Bolivia era uno de los únicos países de la región que no contaba con un Museo Nacional, habiéndose creado mucho antes instituciones de ese tipo en Chile en 1880, en Argentina en 1886 y en Brasil en 1937.
En este ambiente de efervescencia de la actividad artística también deberán señalarse como antecedentes la creación, en 1950, del extinto “Salón Nacional de Bellas Artes” -acaso primer certamen artístico oficial del país- , al cual seguirá, en 1953, el establecimiento del ya mencionado “Salón Municipal de Artes Pedro Domingo Murillo”, vigente todavía, en el cual se consolidarían tempranamente figuras artísticas principales del ámbito nacional como Miguel Alandia Pantoja, María Luisa Pacheco, Enrique Arnal, Alfredo La Placa, entre otros.
Otro aspecto que no puede ignorarse es la confluencia de personalidades avocadas a la tarea de dotar de una mayor institucionalidad a la actividad artística. Entre muchos otros sobresalen Jacobo Libermann, primero desde la alcaldía de La Paz y luego desde la Dirección de Informaciones del gobierno central, instituciones desde donde promovió la publicación de colecciones de literatura y arte (como la colección “Arte y cultura boliviana” de 1962); José Fellmán Velarde, Ministro de Presidencia, Información y Cultura de los gobiernos del MNR quien coadyuvó en las gestiones de recuperación del Palacio Diez de Medina para el funcionamiento del MNA. También fue fundamental el rol que José de Mesa y Teresa Gisbert cumplieron desde 1955 como autores-investigadores, críticos y reseñadores periodísticos, arquitectos, editores, docentes universitarios y gestores culturales. Los pocos nombres mencionados son parte de una larga lista de personalidades inscritas en la una vez conocida como “Generación del Centenario”, cuyos trabajos en múltiples disciplinas y ámbitos marcaron la segunda mitad del siglo XX boliviano.
El resto lo constituye la escueta historia “oficial” del MNA limitada a sus antecedentes en la pinacoteca de pintura virreinal formada por el Banco Central de Bolivia, los trabajos de restauración del Palacio Diez de Medina encargados a los esposos Mesa-Gisbert, y las sucesivas aperturas parciales de la institución producidas durante el primer lustro de la década de 1960 hasta su inauguración oficial efectuada en agosto de 1966 ya en el contexto de los gobiernos militares. Poco se sabe, sin embargo, sobre los primeros años de funcionamiento de la institución o las que fueron sus principales exposiciones y actividades a lo largo de casi 6 décadas de funcionamiento, simplemente por el hecho de que ninguna de las gestiones del MNA ha dedicado sus esfuerzos a indagar sobre este tipo de cuestiones.
Asimismo, el asunto de la conformación de la pinacoteca del Banco Central de Bolivia que constituiría la colección base del repositorio requiere de una revisión documental de mayor rigor a la dada hasta el momento. Según un trabajo biográfico sobre Guzmán de Rojas, realizado por el hijo del artista, esta se habría conformado recién desde 1947 a instancias del pintor potosino, quien habría iniciado sus investigaciones sobre Pérez Holguín y otros pintores de la época virreinal hacia 1937 en Potosí y Sucre con el apoyo del Grupo Gesta Bárbara. De acuerdo a Teresa de Aneiva, a esta colección base se añadirían en la década de 1960 una de pintura boliviana contemporánea y una donación de arte latinoamericano, produciéndose añadiduras posteriores en las décadas sucesivas.
Los antecedentes referidos de creación del MNA corroboran aquella percepción compartida por la historiografía del periodo de 1950 y 1960 como uno de particular importancia en el campo artístico de Bolivia. Véase este con entusiasmo (Villarroel, Mesa-Gisbert) o desdén (Salazar), este ciertamente constituyó la configuración de lo que hoy es inscrito en la categoría de arte boliviano, con hitos que tienen que ver con la recuperación y consolidación de la pintura virreinal, la consagración y mistificación de las figuras del indigenismo previo, el surgimiento de una nueva generación de artistas abstractos y sociales a quienes se les atribuyó el inicio de un arte con identidad propia inspirado en lo indígena y lo telúrico, el surgimiento formal de la crítica y la historia del arte en Bolivia, la creación de certámenes artísticos regionales que perdurarán hasta la fecha y el establecimiento de instituciones oficiales abocadas al resguardo y la promoción de la plástica, siendo la principal de estas el MNA.
En todo caso, queda pendiente la reflexión sobre la conformación de esta noción de “lo boliviano” en el campo artístico durante este periodo, especialmente teniendo en cuenta su filiación a la ideología nacionalista y al horizonte del mestizaje impuesto por las élites. Huelga, asimismo, una evaluación del MNA en sus 60 años de existencia, tanto más ante la crítica situación actual de esta entidad pública.
Fuente: Chask´a
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