La transformación del dinero en la era digital es uno de los fenómenos más trascendentales del siglo XXI. Lejos de tratarse solo de una evolución tecnológica, representa un cambio profundo en la forma en que las personas entienden, usan y confían en el valor monetario. En este contexto, expertos como Alfredo Roisenzvit, académico de la Universidad del CEMA en Argentina, y Manuela Barrera, asesora de la Junta Directiva del Banco de la República de Colombia, aportan visiones complementarias sobre los avances, riesgos y oportunidades de este nuevo escenario.
Durante su reciente intervención en el 18° Encuentro de Economistas de Bolivia, organizado por el Banco Central de Bolivia, Alfredo Roisenzvit ofreció una reflexión sobre la evolución histórica de la moneda, desde sus orígenes en objetos de valor intrínseco como metales, sal o granos, hasta los actuales billetes y monedas emitidos por los Estados. Hoy, sin embargo, el dinero vive una nueva etapa, donde plataformas digitales independientes, y no los gobiernos, son las que generan símbolos monetarios. “Estamos viviendo una nueva hora de evolución en la forma de tratar y utilizar la moneda”, afirmó el académico argentino.
Para Roisenzvit, esta transformación no es solo tecnológica, sino también cultural. La moneda digital, dijo, resulta más accesible para el usuario promedio, pero plantea un reto considerable: la regulación. “Utilizarla es más sencillo, pero controlarla es lo más complicado”, subrayó, alertando que la proliferación de monedas digitales exige marcos regulatorios más robustos y coordinados.
En este punto, Manuela Barrera coincidió en que la regulación es un aspecto clave. Como líder del proyecto de activos digitales del Banco de la República de Colombia, Barrera dijo haber sido testigo del esfuerzo latinoamericano por adaptar modelos internacionales al contexto regional. “Todos miramos hacia el primer mundo, pero esas regulaciones no siempre se ajustan a nuestras realidades. Japón, por ejemplo, ha optado por aprender mediante el ensayo y error, lo que ha resultado muy útil”, señaló.
Ambos expertos coincidieron en la necesidad de una regulación coordinada a nivel internacional, en línea con el proceso de globalización financiera. Roisenzvit resaltó que la armonización de normativas no solo debe darse entre bloques económicos, sino también a nivel regional, para enfrentar con mayor eficacia los riesgos de desregulación o vacíos legales que puedan ser explotados por actores maliciosos.
Uno de los principales desafíos que atraviesa este nuevo paradigma es la ciberseguridad. Roisenzvit advirtió que, aunque existen redes y protocolos con altos estándares de seguridad, no todos los sistemas están a la altura. Por ello, instó a los usuarios a informarse antes de adoptar una nueva plataforma. “Es fundamental evitar ser presa de engaños, estafas o caídas tecnológicas”, expresó, subrayando que la gran variedad de monedas y productos digitales puede dificultar la elección segura por parte del ciudadano común.
Los retos
En un diagnóstico similar, Barrera destacó que el ecosistema digital impone nuevos retos para la protección de los datos personales. “Todo queda registrado en redes, y en ese contexto la privacidad se pone en juego. El efectivo es el último bastión de la privacidad. Si pagas en efectivo, nadie sabe qué haces con tu dinero”, advirtió, proponiendo que la arquitectura financiera del futuro contemple desde su diseño mecanismos de protección de la privacidad individual.
Sin embargo, la trazabilidad digital también ha sido una herramienta útil en la lucha contra delitos financieros. En Colombia, por ejemplo, se ha logrado mejorar la fiscalización de operaciones sospechosas a través del seguimiento de plataformas como Binance, por ejemplo. Esta capacidad de rastreo, según Barrera, es un argumento a favor de una mayor participación de los bancos centrales en la regulación de activos digitales, ya que su mandato incluye garantizar la estabilidad del sistema financiero y prevenir delitos como el lavado de dinero o la financiación del terrorismo.
Otro tema, que también es muy importante, es la relación entre el sistema financiero tradicional y los nuevos activos digitales. Barrera explicó que muchas de estas monedas no son recibidas como medio de pago habitual, lo que obliga a establecer puentes regulatorios y tecnológicos que permitan convertirlas en inversiones o transacciones reales. La integración, en su visión, es imprescindible para la inclusión financiera y para reducir los riesgos de fragmentación monetaria. “Las monedas digitales pueden generar fragmentación en los mercados financieros, y eso afecta la estabilidad de las monedas nacionales”, advirtió.
Por su parte, Roisenzvit valoró el desarrollo de las llamadas “monedas estables”, como el USDC, que han mostrado un desempeño relativamente confiable. “Han enfrentado desafíos, pero cada vez mejoran más la experiencia del usuario”, afirmó, aunque reconoció que aún persisten dudas respecto a su estabilidad y supervisión.
Ambos especialistas coincidieron en que la desaparición del dinero físico es poco probable a corto plazo. Para Roisenzvit, se mantendrá por razones culturales y de preferencia. “Es muy probable que la mayoría de las transacciones se realicen electrónicamente por su simplicidad, velocidad y bajo costo, pero el efectivo seguirá presente porque los gobiernos deben atender todas las necesidades de su población”, indicó.
Barrera fue incluso más enfática al respecto. A pesar del creciente uso de medios electrónicos, considera que el efectivo sigue siendo esencial, especialmente en momentos de crisis. “En casos como apagones o caídas de redes, el efectivo es el único medio funcional. Incluso en Suecia, donde el uso de dinero físico es muy bajo, todavía se mantiene por precaución”, sostuvo.
En América Latina, Barrera destacó el papel de Brasil y México como líderes regionales en la implementación de tecnologías financieras y marcos regulatorios innovadores. Ambos países han demostrado que una regulación flexible, pero bien diseñada, puede fomentar el desarrollo de un ecosistema seguro y eficiente para los activos digitales.
Así, la moneda digital se posiciona como una herramienta con gran potencial para ampliar la inclusión financiera y facilitar los intercambios económicos, pero también impone nuevos riesgos que deben ser abordados con inteligencia regulatoria, educación y un compromiso firme con la protección de los derechos de los usuarios. La revolución del dinero no es un hecho futuro: está en marcha, y su éxito dependerá de cómo los Estados, las instituciones financieras y la ciudadanía se adapten a este nuevo orden monetario.
BCB: Bolivia se enfoca en la ciberseguridad y la regulación
El Banco Central de Bolivia (BCB) inició un proceso progresivo hacia la digitalización del sistema financiero, con el objetivo de brindar herramientas seguras, reguladas y accesibles para la población. Así lo explicó Sergio Colque, asesor principal de Política Económica del BCB, al destacar los avances alcanzados y los desafíos pendientes.
Como parte de esta estrategia, el BCB organizó espacios de análisis y diálogo con la participación de cerca de diez expertos internacionales provenientes de bancos centrales y del sector privado. “Es fundamental conocer cómo otras economías han gestionado la transformación digital, tanto en sus aciertos como en sus errores”, destacó Colque, subrayando la importancia de aprender de experiencias regionales.
Uno de los pasos más importantes fue la decisión del BCB, a finales de 2023, de levantar la prohibición sobre el uso de monedas digitales. Esto abrió la puerta al uso formal de instrumentos electrónicos de pago como cuentas bancarias, tarjetas, billeteras móviles y la comercialización de activos virtuales, marcando un punto de inflexión en el ecosistema financiero boliviano.
Colque recalcó que la digitalización implica también responsabilidad y educación financiera. “El uso debe ser informado. No se trata solo de modernizarse, sino de hacerlo con conciencia de los riesgos y beneficios”, señaló. En esta línea, destacó la reciente normativa de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) que regula a las fintech y permite fortalecer la protección del usuario. Uno de los mayores desafíos sigue siendo la ciberseguridad. “El marco regulatorio debe evolucionar constantemente para prevenir fraudes y proteger a los usuarios”, advirtió.
Fuente: Negocios Press
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